Una noche en el hospedaje de la perversión: Hotel El Norte (Parte II) imagen

Un reportero pasó la noche en uno de los hospedajes más obscuros de la ciudad, “Hotel del Norte”, el mismo en el que buscan refugio los prostitutos de la zona 1

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

La madrugada del placer

Decidí quedarme parado en la puerta de mi “suite”. Solo quería observar lo que podría pasar. Salió de una de las tantas habitaciones un hombre solamente en ropa interior. ¡Ah! Se me olvidó decirles que no todos los cuartos tienen baño, el mío por lo menos no tenía.

El hombre iba erecto con rumbo al sanitario, otros que comenzaron a salir a caminar por los pasillos lo siguieron al baño y porque se tardaron más de la cuenta creo que no fueron a hacer sus necesidades.

Un chavo bien vestido salió del nivel de abajo, pidió una cerveza y se quedó recostado en una columna esperando a ver si conectaba algo. Luego de unos minutos tenía compañía y después se encerraron en una habitación.

Dos “loquitas” en el pasillo de enfrente intentaban encender un cigarro, lo que luego por el olor supe que no era tabaco. Mientras miraba eso, no me percaté de que un varón se acercaba hacia mí.




Me dijo: “¿Qué onda, por qué tan solo?”. Le respondí: “Solo pasándola”. Dijo: “Si quieres te hago compañía, la sé chupar muy bien y aguanto de todo”. Rápidamente le dije que no y se fue con la mano puesta en su miembro.

Del tercer nivel bajó un huésped con ropa y cara de que estaba durmiendo pero se había enterado de que la diversión estaba iniciando. Recordé que Gabriel me dijo que en el tercer nivel viven los residentes, los que pagan al mes o a diario para vivir allí. Llegó a la recepción, pidió un cigarro y se sentó a platicar con los que seguían bebiendo cerveza en las mesas del patio de abajo.

Después de ese momento entendí por qué le llamaban el hotel de la lujuria y la perversión, ya que de todos los cuartos comenzaron a salir hombres que se intercambiaban de habitación, caminaban provocativamente viendo si las puertas estaban abiertas para ofrecer compañía y otros masturbándose en sus puertas esperando a un visitante.

Gonzalo, el más recatado

Pensé que ya era mucho lo que había visto y decidí encerrarme, pero en cuestión de minutos tocaron la puerta. No quise abrir y escuché voces que me decían: “Te acompaño”, “abrime y la pasamos rico” y otras cosas.

Las ganas de ir al sanitario me obligaron a volver a abrir, y al salir vi que la cosa estaba mucho más caliente. Al regresar del baño encontré al chico de la peluca canche. Lo noté como llorando y me animé a hablarle.

Me saludó y se presentó como Gonzalo, proveniente de Salcajá y que era primera vez que iba a la “disca”, que se vestía de mujer y llegaba a ese hotel. Le pregunté por qué lloraba y me respondió que no lloraba pero que se sentía muy mareado y cansado por lo tacones.

No me insinuó que tuviéramos sexo y platicamos por unos minutos. Me contó que llegó a la capital la noche anterior (sábado a las 9 menos cuarto), porque ya era domingo de madrugada.




Me contó que nunca se imaginó lo que pasaba en ese hotel y que se quería ir porque sus amigos tomaban cerveza, inhalaban cocaína y estaban en la habitación con varios acompañantes haciendo cosas de las cuales no pedí detalles… y él no se sentía bien.

Seguimos platicando con Gonzalo y al rato salió de no sé qué habitación otro caballero. Lo noté cansado, y sí, luego de haber tenido varias sesiones de sexo estaba exhausto. Nos saludó y nos ofreció una cerveza, la cual acepté solo yo.

Le pregunté si era su primera vez en ese lugar y me respondió: “No mano, para nada, vengo aquí casi cada 15 días. Es demasiado bueno para no regresar”.

Le conté que era mi primera vez y que no sabía cómo funcionaba y me dijo: “Aquí es un hotel normal de día, pero de noche es una locura, vienen de todo tipo de hombres a tener sexo, drogarse, tomar o a guardar su ropa mientras se van a bailar vestidos de mujeres”.

Y efectivamente lo estaba confirmando: en los pasillos caminaban hombres desnudos, otros solo en ropa interior. En los rincones se escuchaba el ruido del choque de dos cuerpos en el va y viene.

“En las habitaciones de abajo hay tele donde podés ver porno, si querés cerveza te venden, condones de a Q5 también. En el tercer nivel las vestidas te venden droga, de todo, hasta poopers. En algunas habitaciones la mara deja las puertas medio abiertas para que los interesados entren y ofrezcan el paquete y si les gusta se encierran a coger”.

“En los pasillos pasa de todo, gente fumando, tomando, orales, masturbación y en los baños ni se diga. Vienen señores, pubertos, jóvenes, policías, emetras y lo que no te imaginás”.



El pichel con agua que no era para beber

Gonzalo y yo escuchábamos esa descripción del lugar. Terminó al decir: “Al otro día nada pasó y todos a sus casas, trabajos o departamentos. Los mejores días son los viernes y sábados, no se duerme en toda la noche”.

Dicho y hecho, no se duerme en toda la noche. El amable relator se fue porque vio pasar a alguien que le llamó la atención, lo siguió y se perdieron entre las gradas, las puertas y la oscuridad.

Necesitaba descansar. Vi el reloj y eran las 5 menos 20. Escuché los buses pasar, el vendedor de la prensa en la calle y los pájaros cantar. Gonzalo ya se había ido a dormir, o a intentar hacerlo.

Los pasillos ya estaban vacíos, pero, ¿dónde se había metido toda esa gente? Aún no lo sé. Lo que sí supe era que pocos dormían: los ruidos de la lujuria se escuchaban dentro de esas habitaciones, en esos lugares con un pichel de agua y una palangana para lavarse el miembro luego de la acción y recibir limpios al siguiente invitado. Ellos pasan las mejores noches de farra al estilo El Norte.

Salí y fui por un café. Hasta hoy no termino de asimilar lo que vi en ese lugar.

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte