El brujo que arregla lo que Cupido no pudo hacer: una visita al Hermano Simón imagen

Este hombre accedió a recibirnos en su lugar de trabajo. Entre velas y santos de su devoción nos contó cómo hace los “amarres” para que el ser amado caiga a los pies de sus clientes.

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Un brujo accedió a recibirnos en su lugar de trabajo. Entre velas y santos de su devoción nos contó cómo hace los “amarres” para que el ser amado caiga a los pies de sus clientes.

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Tan nervioso como puberto a la espera de la prueba de embarazo de su novia, así me sentí cuando bajé del carro frente a la casa donde teníamos la cita. Era la primera vez que visitaría un lugar como ese, que hablaría con un “Hermano” de verdad, frente a frente.

Tocamos la puerta con mi compañero de fotografía de Relato y en un intercomunicador se escuchó la voz de una mujer que muy amablemente nos dijo que pronto bajarían a abrirnos.



Según el Hermano Simón, esta flama que captamos con forma de cruz y la cabeza caída tiene un solo 

significado: el cliente para quien hacía ese trabajo morirá pronto.

En el pasillo se escuchaba un ladrido ahogado y escurridizo de un perro que iba y venía en señal de alerta. Segundos más tarde, alguien abrió la puerta y nos invitó a pasar. Al dar el primer paso dentro de ese pasillo oscuro apareció un bulto negro, con ojos brillosos y colmillos. Era el Sultán, la mascota de la casa.

Subimos las gradas y cada vez los nervios eran más. En cada escalón que subíamos se sentía más el fuerte el olor a incienso, a tabaco. Mientras más cerca de la puerta principal estábamos, el olor se era más intenso, a puro, a flores, a veladoras.

Y allí, justo en un sillón, estaba sentado él, “el Hermano Simón”.




Francamente esperé encontrármelo con alguna vestimenta exótica, con muchos collares en el cuello, con algún turbante o de pelo largo, con muchos anillos en los dedos y con los ojos trabados mientras rezaba un conjuro. Pero no, él estaba en pants, playera, pantuflas y de lo más relajado viendo su programa favorito matutino de domingo.

Nos quedamos desconcertados al ver que nuestro brujo tenía 22 años, va a la universidad, trabaja en una oficina y vive la vida como cualquier joven de su edad. Mi percepción cambió, el Hermano Simón, el especialista en amores y desamores, es más joven que yo y no da miedo.

Su especialidad, reparar lo que Cupido no pudo

Muy amable nos invitó a entrar y ponernos cómodos antes de ingresar a su centro, su mesa de trabajo. Se puso un pañuelo en la cabeza y nos dirigió hasta un cuarto que tenía las paredes negras de tanto humo. De ahí provenían todos los olores.

Al entrar al reducido recinto espiritual, vimos a San Simón (Maximón) sentado tal como se le conoce. Con un sombrerito negro, bigote, un traje elegante color blanco, un medallón de oro y en sus piernas varias ofrendas.

En su mano una cajetilla de cigarros y en la otra un puro. A sus pies varias veladoras de distintos colores que le alumbran sus cachetes tiznados por tanto humo.




A su izquierda está “el Hermano Diego”. A él nunca lo había visto, es un personaje de color verde, sombrero, de panza esbelta y con un puro. Alrededor vi varios cuadros de Santos que no sabía que existían.

En la mesa habían fotografías, dinero, puros y veladoras por doquier, flores vivas y marchitas, botecitos con aguas de colores, canastos con dinero o papeles con oraciones y brujerías, rosarios y cuanta cosa que usted se pueda imaginar al hablar de un centro de brujería.

El hermano se sentó y comenzó lo más interesante, la plática sobre sus trabajos de amor y desamor, su especialidad.

Difícil es el amor

Para el amor, me dijo, se usan candelas rojas, pétalos de rosas, azúcar roja, algunas leches, aguas mágicas y, sobre todo, las oraciones que se deben hacer con mucha fe y amor. Encendió más puros y comenzó a fumarlos.

“Se hacen amarres, es decir puros amarrados con candelas rojas. Los hago fumados o se ponen a quemar nada más, hay de 7, 9, 11, 21, 33 y hasta de 105 puros. Todo depende la fuerza con que el cliente lo pida y la necesidad que tenga para lograr el hechizo”, enfatiza.




El trabajo para lograr atraer a alguien, hacer que alguien caiga arrodillado ante la persona, conseguir el perdón del ser amado, o fortalecer el amor, se inicia con una pregunta.

“Le pregunto el nombre, si es hombre o mujer, y uso un poco de sicología para saber qué quiere en verdad y qué tanto se debe hacer. Es más difícil atraer a una mujer cuando hay mucho orgullo o caprichos, ellas son más testarudas, pero todo está en la fe con que se venga y que se crea lo que va a pasar”, dice.

Para el Hermano Simón sus especialistas en concederle los milagros son Santa Elena de la Cruz Bendita y el Hermano Diego.

También trabaja los frascos de amor o los entierros –se entierran en la casa de la persona que se quiere atraer o mantener amarrada, es lo que conoce como “enfrascar a alguien”.




Esos frascos llevan el nombre de la o las personas a trabajar, aguas de “ven a mí, yo domino a mi hombre”, “doblegado a mis pies”, “quita capricho”, “solo mío”, entre otras. También se le echa azúcar roja, pensamiento, cordero manso, alguna parejita de cera, ya sea solo el hombre o la mujer y el hombre juntos, o una mujer hincada frente a un hombre o viceversa.

“Muchos me preguntan en cuánto tiempo tendrán resultados, yo les digo que eso depende de la fe que tenga la persona y en lo entregados que sean. Es como un trabajo de oficina, se trabaja un mes y luego les pagan, así es esto. Uno puede hacer milagros con una candelita chiquita, o quemar miles de candelas”, resalta Simón.

También se hacen trabajos para protección en la salud, economía, alejar malas vibras, revertir trabajos de brujería negra, para los cuales se usan otros colores de candelas… el rojo es exclusivo para el amor.

El testimonio de una clienta del Hermano

Conocimos a una mujer de unos 45 años, a quien llamaremos Magdalena. Decidió atraer a su esposo, de quien se había divorciado hacía tres años. “Ahora él regresó amándome más”, nos aseguró.

“Me dejó porque se fue con una muchacha mucho más joven que él. Yo sufrí mucho llorando su partida, me hizo hasta firmar el divorcio y se fue. A mí no se me ocurría nada, pero vino una mi prima y me dijo que fuéramos para trabajarlo. La verdad a mí me daba mucho miedo y no quería, pero después de haber sufrido tanto me animé”.

Magdalena visitó al brujo y comenzó su novena (nueve días de citas para hacer el mismo procedimiento). Llevó foto de su marido, cabellos, ropa interior y todo lo que pedía el hechicero.




“Después que hice todo al pie de la letra, un día luego de casi tres años que no lo miraba, recibí una llamada de él diciéndome que si podíamos hablar. Yo acepté. Cuando lo vi él estaba acabado, enfermo y sin trabajo, me dijo que no me podía olvidar y que si le daba una oportunidad de regresar. Yo acepté y dos meses después lo tengo en mi casa doblegado a mis pies”, cuenta la satisfecha mujer.

Las voces de los ángeles y demonios

El Hermano Simón nos cuenta que su “don” lo descubrió cuando tenía 6 años. Él escuchaba voces de ángeles y hasta de demonios. Su mamá por temor lo introdujo a la religión católica, en donde, asegura, reafirmó su “virtud”.

De adolescente comenzó a fumarles el puro a sus amigas del colegio, les hacía amarres y lograba atraerles a sus novios. Les leía las cartas, las velas y los puros. A los 16 años él ya era un brujo en potencia que había logrado cosas inimaginables.

“Mi especialidad desde niño es la magia negra, es donde tengo más fuerza y poder, pero yo casi no lo trabajo por lo mismo que sé que puede llegar a hacer mucho daño, incluso hasta la muerte. Yo no me quiero ensuciar con eso, por eso hago más bien que mal. Además, todo lo que se hace se tiene que pagar, es cuestión del karma y el dharma”, advierte.

Sin erección no hay infidelidad

Está comprobado que la causa número uno de una infidelidad es la atracción sexual, la mayoría que engaña lo hace por sexo, entonces he aquí la cura para evitar una infidelidad en su novio: evitar que se le “pare” con alguien más.

“Lo que se hace es que la mujer le tiene que medir el pene a su hombre, la medida exacta. Entonces me trae la medida y se compra un chile wuaque de la misma medida que el pene de él. Luego en dos yardas de listón rojo se escribe el nombre de él y se enrolla en el chile, se le ponen alfileres y se hace el conjuro. Se deja el chile ya trabajado colgando de la mesa bajo las veladoras y listo”, explica el hermano Simón.

“Eso significa que a él ya no se le va a parar cuando esté con otra persona, no va alcanzar una erección porque no podrá dejar de pensar en ella, o él (homosexuales), y solamente con su pareja podrá tener relaciones sexuales”, vuelve a advertir.




Pero no solo con hombres se puede hacer, las mujeres también pueden ser víctimas.

“En el caso de las mujeres existe una semilla que tiene la forma de la vulva (vagina), allí le meto el nombre de la mujer, se mete un chile, mostacilla, y se enrolla con un listón negro con el nombre de ella, se hace el conjuro y se cuelga bajo la mesa, bajo la cama, o el hombre que pidió el trabajo la tiene que cargar en la bolsa derecha”, explica.

“Ese conjuro tiene que llevar foto, porque con la mujer cuesta más, y lo que hace es que a la mujer se le irrita la entrada de la vagina. Ya no puede ser penetrada por nadie más que no sea su pareja”, sonríe.

“No hay nada que no se pueda hacer: de todo, celos, amor, caprichos, poner gente mensa, protecciones, unidad de pareja. Todo lo que Cupido no pueda hacer, nosotros se lo hacemos”, afirma el Hermano Simón.

Fotos: Orlando Estrada

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