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Sus calles oscuras y poco transitadas fueron el escenario perfecto para buscar un encuentro ocasional. En los años 70, algunos llegaban a tomar café, leer o platicar, todo con la esperanza de realizar lo prohibido.

Así nació la “Love Street”, un espacio en la 7a. Calle (entre 2a. y 5a. Avenida, zona 1) donde lo que la sociedad negaba, ocurría. Hombres que buscaban hombres, se daban cita y luego “lo que surgiera”.

De la “Love Street” a la Calle del Amor

El correr de los años vio cómo este espacio de encuentros secretos cambió y se tornó irreconocible. Rápidamente las redes delictivas identificaron su potencial y llevaron a la “Love Street” sus mañas.




La apertura que llegó a Guatemala en los años 90 fue un factor decisivo para el cambio. Muchos tabús se levantaron y una generación carente de prejuicios empezó a conocer la “tolerancia”.

Fue ese cambio de pensamiento el que permitió que la “Love Street” se convirtiera en la “Calle del Amor”, un mal remedo de lo que fue, asegura Richard, un gay de 50 años. Hombres con tacones, pelucas, pintalabios, ligueros y minifaldas llenaron las esquinas y así, comenzó el comercio del sexo.

Hoy drogas, explotación sexual, trata de personas y refugio de criminales son su sello distintivo. “Es triste reconocerlo, pero estas redes delictivas están constituidas por las mismas personas de la diversidad sexual”, asegura Jorge López del colectivo Oasis.

Joel, 20 años, “draga” y prostituta

Sus padres lo mandaron a la capital para estudiar en la Universidad de San Carlos de Guatemala. “Vas a ser abogado”, dijo el papá.

Pero la vida y Joel tenían otros planes. Abandonó la carrera en el primer semestre y los fondos familiares le fueron cortados.

“Siempre lo supe, desde niño me gustaba jugar con la ropa de mi mamá”, confiesa. Pero fue la libertad que da estar solo en la “Capirucha”, la que lo ayudó a darle rienda suelta a sus más oscuros secretos.



Foto: Osman Velásquez

Una visita a los salones de belleza de los Capitol, lo llevó en la dirección que quería. Sin dinero y en busca de un lugar para vivir, se empleó como encargado de limpieza, y allí nació Janell.

Hoy Janell trabaja como estilista en la zona 1, durante el día. Pero, por la noche, vende su cuerpo en la “Calle del Amor”.

Q150 derecho de piso y el 40 por ciento

Casados, solteros, deportistas, políticos y hasta religiosos buscan sus servicios cuando el bullicio del centro se calma. “Empiezo a trabajar a las 9 de la noche. Peluca, rímel, tanga, tacones y a la calle”, explica.

Pero no es cualquier calle, el espacio es asignado por el encargado y padrote de Janell.

Además, de ofrecer su cuerpo, Janell distribuye y vende colmillos a sus clientes. “Es parte del trato, para trabajar allí hay que cumplir con lo que nos piden”, confiesa.

Gerson, el padrote de Joel, maneja a 15 chic@s en los alrededores de la Calle del Amor y todos comercializan la droga que vende el G. “Nos cobra Q150” como derecho de piso y el 40 por ciento de lo que hacemos”.

Quienes no se alinean con la dinámica de los encargados de la calle, simplemente son golpeados o se pierden en la noche para no volver a ser vistos. “Nadie se atreve a oponerse, es mejor pagar y trabajar en un lugar donde llegan los clientes, que irte a esperar el negocio en la puerta de un motel”, afirma Janell.

Hoy, al igual que de la “Love Street”, del abogado que no fue, solo queda el recuerdo. Un dejo de inocencia aún se asoma en su mirada que como las luces de la “Calle del Amor” alumbran poco en la noche y se apagan al amanecer.

Para más información visita:

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