Ya no mas excusas, es hora de moverse imagen

Después de un año en Chile, muchos sándwiches, postres y desvelos llegue al peso mas alto de toda mi vida. Fue cuando decidí que era inevitable: tenia que empezar a hacer ejercicio.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Vengo de una familia donde el deporte y la actividad física no se fomento mucho. Mi papá, amante de la música clásica y los caballos. Mi mamá toca el piano, el acordeón y canta. Entonces era lógico que a mi lo que me gustaba eran la artes escénicas y todo lo relacionado con ello. Por eso mismo, mis pasatiempos nunca incluyeron alguna disciplina deportiva o de movimiento. Me consideraba cero flexible y poco ágil.

Casi toda mi vida tuve un metabolismo privilegiado. Comía lo que quería, en cantidades sorprendentes y mi cuerpo y peso como que si nada. Esto fue así hasta llegar a los 30. Después de un año en Chile, muchos sándwiches, postres, parrandas y desvelos, poco quedaba de ese físico veinteañero y llegue al peso mas alto que había estado toda mi vida. Fue cuando decidí que era inevitable: tenia que empezar a hacer algo de ejercicio. 

 Nunca me gusto ir a gimnasios (me aburro y desespero), era muy mala para correr, pagar membresía en una piscina era muy caro y así mil excusas mas.

Una amiga me sugirió que probara una clase de Bikram (yoga que se práctica en una sala a 40 C por 90 minutos). No me consideraba flexible, pero me vendió tan bien la idea que pensé “no pierdo nada con probar una clase”. Y fue así como en el 2010 inicie a practicar yoga.

Ese sauna en el que practique yoga por 3 años me dio varias lecciones. 

La primera fue PACIENCIA. Habían días que pasaba tendida en el suelo la mitad de la clase, pero tenia claro que iba a terminar cuando terminara y que para mientras debía de vencer la desesperación. Pasaron días, semanas, meses en los que fui constante en mi práctica y fui desarrollando esa disciplina que tanto necesitaba y quería. La encontré en el yoga y me ha permitido utilizar esa misma para iniciar otras prácticas que siempre pensé “no son para mi, no soy buena” (correr, nadar y próximamente bicicleta).

Practicar yoga trae múltiples beneficios, tanto físicos como mentales. En mi caso los cambios físicos han tardado un poco mas (obvio, si tenia toda una vida de sedentarismo, era de esperarse). Si ustedes me ven en una clase de yoga, podrían pensar que llevo 1 año de practicar, cuando este año cumplo 8 años. Pero los beneficios a nivel mental, esos los ví y experimente desde el primer día. Mayor concentración, atención plena en el presente, autoreconocimiento, estar consciente y la lista sigue. Y esos eran los que necesitaba para motivarme y seguir buscando mejorarme en esta disciplina e intentar otras. Ahora corro y nado también. No soy la mejor, pero le hago ganas y eso me hace sentir muy bien, el intentar a pesar de todo. 

Ha sido tanto lo que he aprendido y logrado haciendo yoga que el año pasada practique durante 37/39 semanas de mi embarazo. Al inicio realmente no sabia que tanto iba a poder seguir practicando estando embarazada (la ganancia de peso, el cansancio y tantas otras cosas que pasan en esta etapa pueden jugar en contra). Sin embargo descubrí una fortaleza increíble en esas “adversidades físicas”. Y para mi sorpresa esa ha sido mi mejor práctica en 8 años.



Parsvakonasana.  36 semanas de embarazo.  Foto: Julian Quevedo 

El yoga empodera. El deporte empodera. El dedicarse tiempo empodera. Solo así vamos a alcanzar nuestra mejor versión.

Que tu excusa se convierta en tu motivación. Si no es yoga, puede ser correr, nadar, zumba, lo que sea, pero es momento de quitarse esa idea de la cabeza de “yo no puedo” o “no soy buena/o para eso”. Es cuestión de encontrar lo que nos gusta.

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