Vivos a pesar de todo imagen

Monsanto nos relata cómo, a partir de sus investigaciones, termina asumiendo hechos presenciales sin haber asistido a ellos.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

VIVOS, A PESAR DE TODO. Por Guillermo Monsanto

El otro día me sorprendí pensando, con nostalgia, en personas que no llegué a conocer. Al menos no físicamente. Fue una sensación curiosa porque me pareció que recordaba algo que me puso feliz y, un minuto después, caí en cuenta que era imposible que tuviera una memoria de una vivencia de la que no participé. Me reí y seguí mi camino. Sin embargo, la agradable sensación me acompañó el resto del día.

Un par de semanas después, sin tomar conciencia clara de mis divagaciones, de nuevo me sonreí de la nada. Mi pareja, que estaba leyendo una novela de Reverte, dijo sin levantar la vista “el que a solas se ríe de sus picardías se acuerda.” Me sacó de la ensoñación; me bajó de un barco en 1912. En él, junto a diversidad de pasajeros, dos chicos llamados Carlos, iban al Viejo Continente para estudiar arte en París. Un tercero, Hernán, se había quedado con el billete en la mano. Su madre descubrió a última hora que se iba sin permiso a Europa y le frustró el sueño. Al menos de momento. En este “recuerdo” cohabitaban, entonces, Mérida, Valenti y Martínez-Sobral.







Recién realizo que, de tanto estudiar a los artistas, sus vidas se han vuelto parte integral de mi memoria. La información dispersa, que me ha tocado el privilegio de desenmarañar a lo largo de los últimos treinta años, se ha trasformado en parte de mis propios recuerdos. Ésta, alimentada copiosamente con información que surge de diversidad de medios, arma situaciones que terminan excitando imágenes y recuerdos entre inexistentes y posibles. En esta vida me tocó, como les ha pasado a otras contadas personas que conozco y respeto mucho, revivir muertos. Y vaya que en Guatemala es un mandato más que particular.




Por ejemplo, tengo más de veinte años de perseguir el fantasma de Justo de Gandarias. Los obstáculos, en su mayoría, ya fueron resueltos y están vertidos en una bien fundamentada biografía. Además, los últimos tres años, trabajé junto a Gustavo Grajeda, la monografía ilustrada de su abuelo Guillermo Grajeda Mena. Compendio que me sumergió en las entrañas de la Generación del Cuarenta y que me brindó la oportunidad de una panorámica general del arte de Guatemala de por lo menos setenta años. Que sus logros y los de sus correligionarios queden sobre papel va aunado a una incipiente esperanza. Después de todo, los artistas siguen vivos a través de su obra.

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