Soy mujer ¡no feminista! imagen

Soy mujer y eso no me hace feminista. Defiendo mi naturaleza, no solo por temas religiosos, también por fundamentos científicos. Soy mujer y estoy aquí, gracias a otra mujer que dijo sí a la vida! Soy mujer y por favor no me confundas con feminista.

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El 8 de marzo se conmemora el día de la mujer, pero no sé desde cuándo se tergiversó el concepto y se convirtió en el día de las feministas. Por favor, entendamos que son dos cosas diferentes.

El Día Internacional de la Mujer, una fecha que recuerda cómo el 8 de marzo de 1908, 129 mujeres murieron en la fábrica Cotton de Nueva York, después que iniciaron una huelga en su lugar de trabajo para pedir que se redujera el tiempo laboral (les exigían 10 horas diarias), mejores condiciones y un salario más equitativo. Sin embargo, el propietario decidió cerrar el edificio para intimidarlas, pero un lamentable incendio terminó con sus vidas.

Han pasado 114 años de aquel momento, si bien hay mujeres que siguen trabajando en condicionales deplorables y ganando salarios por debajo del promedio de los hombres, tenemos que reconocer que la situación ha cambiado.

La historia nos da cuenta de cómo ese instinto de buscar mejores oportunidades ha estado presente en las mujeres. Debemos agradecer que un grupo de ellas impulsó el sugrafio y a la educación para que hoy gocemos de esos derechos.

Sin embargo, la lucha perdió su objetivo y se volcó a promover el odio al hombre y a todas aquellas que no piensan como ese grupo que viste de color púrpura con pañuelos verdes.

Bajo la sombrilla del feminismo actual se ha generado una guerra que pretende destruir nuestra feminidad con una narrativa que hace ver al hombre como un violador, que en lugar de promover políticas que castiguen a los violadores ­–que sí los hay­– o se proteja a las mujeres se les impula a acabar con el embarazo como producto de hacerles creer que son dueñas de su cuerpo y que tienen derecho a estar vivas aunque eso las obligue a violar el derecho de alguien más.

Nos indignan las guerras como la de Ucrania o la ola de violencia en un estadio de futbol, pero no somos capaces de ver cómo, desde hace años, están socavando la esencia de la mujer. ¡Están asesinando a las nuevas generaciones con el permiso de las leyes, con la autorización de los políticos y con el financiamiento de organizaciones internacionales que, de pronto, tienen mucho interés en nuestros países!

No exagero, miremos el caso de Colombia y Argentina donde recientemente el aborto se volvió “legal”. A qué horas descaradamente se marcha a favor de una iniciativa de esa naturaleza, promovido por grupos de personas que solo aparecen en el mes de marzo, exhiben su cuerpo como recurso de protesta, destrozan monumentos y hacen pintas en la propiedad privada. ¡Inaudito!

Matar a un bebé es un asesinato.

Por favor, hablemos de empoderar a la mujer, pero desde la perspectiva correcta. Según el diccionario, el término empoderamiento tiene dos acepciones: “Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido” y “Dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento para hacer algo”. Este último concepto se puede desarrollar aun sin el apoyo del Estado –aunque no le resto responsabilidad–, pero no esperemos que la corrupción se vaya del aparato social para empezar a cambiar la realidad de las niñas que nos rodean. Tú y yo podemos mejorar su mundo.

La familia –enemiga del feminismo– es el lugar donde se puede transformar la realidad de las mujeres. Solo ahí se puede inculcar respeto, reforzar el valor que cada ser humano tiene, practicar valores fundamentales como la solidaridad, generosidad y empatía, la compasión, herramientas para avanzar en la sociedad.

En esta ola del feminismo no he visto que se evidencie que una mujer que aborta experimenta problemas físicos y emocionales. Tampoco he visto cómo su “empoderamiento” combata el analfabetismo o lleve a las mujeres a ocupar puestos claves en el mundo laboral. Pero sí me consta cómo le dan la espalda a quien aborta. Además, he vivido y experimentado el odio por no pensar de la misma manera.

Soy mujer y eso no me hace feminista. Defiendo mi naturaleza, no solo por temas religiosos, también por fundamentos científicos. Nací mujer y mi cuerpo es distinto al del hombre, pero tengo claro que no compito con él. ¡Tengo la dicha de ser madre de dos inteligentes mujeres! Soy mujer y eso no me limita a ser solo un útero… ¡Soy mujer y estoy aquí, gracias a otra mujer que dijo sí a la vida!

Soy mujer y por favor, no me confundan con feminista.

«Para liberarse, la mujer debe sentirse libre. No para rivalizar con los hombres, sino libre en sus capacidades y en su personalidad.»

Indira Ghandi.

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