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En la actualidad, utilizamos la palabra trauma con mucha ligereza para cualquier situación que nos conmociona o nos deja impresionados; sin embargo, en el ámbito psicológico, el trauma es un tema mucho más complejo, difícil de describir, estudiar y tratar.

La palabra trauma viene del griego τραῦμα, que significa herida; implica algo que generó un golpe lo suficientemente fuerte como para dejar una “marca” mental, lo mismo que las heridas en el cuerpo. Lo que sucede exactamente a la hora de un trauma es que lo que vivimos es tan fuerte, que se separa el recuerdo concreto de lo que sucedió de la emoción tan intensa que se siente. Esta separación es poco natural, pues normalmente cuando recordamos algo, traemos a la memoria, por medio del sistema límbico, las emociones que nos genera dicho recuerdo. Por ejemplo, si en este momento tratamos de recordar nuestro último cumpleaños, el recuerdo estará claro, con ligeras modificaciones y tendremos conciencia de una emoción, ya sea negativa o positiva cuando recordamos la celebración. Sin embargo, cuando el recuerdo se separa de esta emoción nos quedamos solo con uno de los dos componentes, me refiero a que podemos recordar la situación y contarla a la perfección sin ninguna emoción, como si no nos estuviera sucediendo a nosotros o solamente tener un vacío en la memoria y un alto nivel de emoción o angustia relativo al no saber qué pasó.

¿Alguna vez te ha pasado que intentando recuperar un acontecimiento específico no pareces recordar casi nada de detalles, pero ciertas cosas se resaltan, como un color, una textura, un sentimiento o un olor? Lo traumático puede ser reconocido por estas lagunas en la memoria, cuando lo que ha permanecido es esa intensa emoción o sensación y el recuerdo está perdido en alguna parte de nuestro inconsciente. Por otro lado, si alguna vez has escuchado hablar a alguien de algo terrible que le pasó con una calma inusual y sin ninguna emoción, podría caracterizarse por haber sido algo traumático.

Entonces, el trabajo del psicólogo se vuelve tratar de reconstruir lo que sucedió en el momento del trauma para ligar de nuevo la emoción con el recuerdo y de alguna forma poder ayudar a que nuestra mente termine de “cicatrizar” lo que pasó, pues cuando esa cicatriz permanece allí, empezamos a experimentar síntomas psicológicos que son el intento de nuestra mente de llenar ese vacío. Entre ellos la repetición, la ansiedad, el estrés, las pesadillas o por ejemplo, la búsqueda de patrones parecidos en relaciones o amistades.

El trauma en realidad puede ser de dos tipos: el primero es causado por un desastre a nivel global, es decir un terremoto, un accidente, un huracán, etcétera. Este genera en las personas altos niveles de estrés e impotencia, sobre todo relacionada con el mundo circundante y lo indefensos que nos encontramos ante él. Este es el tipo de trauma que caracterizaba a las víctimas del Volcán de Fuego en el año 2018. El segundo tipo de trauma es el que es causado por los humanos en sí, las atrocidades que sufrimos de parte de otros seres humanos que generan una herida mayor, pues nos exponen con la maldad de algunas personas. Cualquier persona que es víctima de trauma puede experimentar malestar en su día a día o cuando se expone a situaciones que le recuerdan al momento traumático, por lo que se beneficiarían de un proceso psicológico. Como seres humanos, cada vez nos acercamos más a un entendimiento de nuestra mente, por lo que es necesario conocer conceptos básicos de algo que podría pasarnos a nivel personal o al observar a algún ser querido. Pedir ayuda representa la mejor manera de poder enfrentarse con lo vivido, pues esto puede ser algo sumamente amenazante cuando estamos solos.

“Todo lo que no ponemos en palabras, el cuerpo lo manifiesta de otro modo”.

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