Partida doble (XXIII y XXIV): la columna del haber por Vania Vargas imagen

Guatemala se hace repetir que es el país de la eterna primavera, aunque no tenga suficientes flores para tanto entierro.

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XXIII

Cuando voltee su rostro de esta pantalla, mire a su alrededor, asómese a la ventana, vea a los niños, están por todos lados. No todos son el regalo esperado de parte de la vida. Ya. Por eso no se escandalice. Mire a esa niña que los lleva de la mano, ella es su mamá, y seguramente serlo, en este momento, no estaba entre sus planes, pero no le enseñaron a decidir. Le dijeron que la sexualidad es algo de lo que se debe avergonzar y por eso nunca buscó información sobre las posibilidades de disfrutarla sin tener como resultado la responsabilidad que no estaba preparada para asumir. Pero así las quieren las buenas conciencias y la iglesia, obedientes, resignadas. 

Sin embargo no estábamos hablando de esas niñas, vea a los más pequeños aún, pequeños como semillas, posibilidades concentradas que podrían llegar a hacer tantas cosas en este pedazo de tierra en el que les tocará crecer. Imagínese que tal vez no tengan que salir a hacer malabares frente a los semáforos por una moneda, ni tengan que esperar al conductor que los deje limpiar su vidrio; tal vez logren ir a la escuela y no queden a cargo de ese pedazo de magisterio que opta por dejarlos sin educación varias veces al año hasta que logran negociar su apoyo con el mandatario de turno; tal vez no vaya a ser necesario que el gobierno los rescate de las calles o de su casa, y tal vez logren evadir nuevos vejámenes y todos los fuegos. 

Imagine que logren esquivar la indiferencia, la insensibilidad y las balas perdidas, el “dame el teléfono”, “dame tu dinero o te morís”, “si quieren que terminemos pronto, cooperen, hijos de puta”; tal vez crezcan y logren volver todos los días a un lugar ajeno al que llamarán su casa, quizá consigan un trabajo y logren terminar jornadas que no les maten la voluntad; tal vez ellos sean de esos pocos que habiendo escapado de todo se conviertan en eso que siempre imaginamos que serían: el futuro. No mejor ni más luminoso que este presente, sino, más bien, su testimonio fiel: un futuro que resistió y llegó, un futuro que logró sobrevivir. Mire a su alrededor, vea a los niños, conmuévase, enójese.

XXIV

En este país nada es lo que parece, o pocas cosas en realidad lo son. Lo imagino como un país en medio de dos océanos, que bien podrían ser dos espejos. Y allí está él, parado para siempre entre ambos, observando cómo se multiplica su reflejo. Son 23, los cuenta, 23 pueblos/reflejos que son él mismo. El país, sin embargo no se asombra al verse multiplicado, no sonríe al imaginar las posibilidades, la riqueza que le da ser tantos. En cambio, siente pánico, entra en negación ante la imposibilidad de considerarse indivisible. Entonces algo en él que sabe que es muchos, algo que bien podría ser su subconsciente, explota, se disocia, lo traiciona, lo confunde. Y cuando piensa que avanza, emprende luego la carrera hacia atrás. 

Dice una cosa y ríe, porque dice dos. Su palabra tiene dos sentidos, pero desconoce el sarcasmo. Sonríe de frente y ladra por la espalda. Tira la piedra y esconde la mano. La moral de la que se jacta tira también dos sombras a sus pies bajo la luz del sol. Se mira a sí mismo y miente sobre su reflejo. Se hace repetir que es el país de la eterna primavera, aunque no tenga suficientes flores para tanto entierro; dice que la marimba le pertenece, y le niega a ella también su mestizaje; mantiene con Belice la relación de un marido que se empeña en sacar tajada de su proceso de separación, argumentando pertenencia; le cobra menos al que tiene más; se aferra a pensar que aquí la violencia solo alcanza a los que en algo estaban metidos, o que los pobres son pobres porque quieren, lo repite como un mantra protector que subraya frente a los otros su “buena conciencia”. Y así la miseria se multiplica en asentamientos que nombra “El paraíso”; la muerte dicta los días en lugares que nombra “Las ilusiones” o “La esperanza”; y las niñas son ultrajadas en albergues que llama “Hogar seguro”. Confundido, contradictorio, en negación hacia sí mismo y hacia el otro que lo conforma, Guatemala es un país en donde lo único que parece tener el nombre bien puesto son las cantinas. En la ebriedad, el único estado de vulnerabilidad asumido parece encontrar su honestidad. Guatemala repite su nombre en medio de los dos espejos. Mala, repiten sus reflejos.

PARTIDA DOBLE: LA COLUMNA DEL HABER POR VANIA VARGAS




Pudo haber sido Bonnie Parker, una joven audaz sobre el trapecio volante, intérprete de los sueños de algún Presidente, mesera en el restaurante de una carretera solitaria o una abnegada madre de familia. En cambio, pasa los días viendo, sintiendo y tratando de contarlo.

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