Partida doble (XV y XVI): La columna del haber por Vania Vargas imagen

En Chimaltenango, un día tuvieron la brillante idea de construir un paso a desnivel que lo único que logró fue hacer que el desmadre ahora tenga dos pisos.

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XV

Un día, hace 15 años, finalmente pude salir de casa para buscar la vida que imaginaba. Fue así como resulté aquí, en esta ciudad fea y salvaje, desde la que vuelvo para visitar a mi familia por lo menos una vez al mes. Entre su casa y la mía hay 200 kilómetros de distancia y Chimaltenango. Yo he hecho el recorrido cientos de veces de ida y vuelta, y a pesar de que encuentro la ruta Interamericana como un tramo hermoso y necesario para mi vida, nunca estoy preparada para Chimaltenango.

Hace algunos años el área del Occidente también tenía su Chimaltenango. Se llamaba Salcajá, y todos aquellos que querían dirigirse hacia Quetzaltenango, San Marcos, la frontera y lugares cercanos, tenían que cruzar con lentitud las calles del pueblo que tienen el ancho de un autobús, esos mismos que se detenían cuando se les daba la gana para recoger o bajar gente. Afortunadamente hoy hay rutas periféricas que evitan que todos los que no van a Salcajá puedan tener un camino fluido, incluso antes de llegar a Cuatro Caminos.

En Chimaltenango, un día tuvieron la brillante idea de construir un paso a desnivel que lo único que logró fue hacer que el desmadre ahora tenga dos pisos. Durante las horas en las que he cruzado lentamente el pueblo, he intentado entender las causas del caos vial que puede hacer que un viaje de cuatro horas se extienda en días festivos hasta llegar a seis o siete, y he llegado a las siguientes conclusiones: los conductores se atarantan por el canto de las sirenas que se asoman detrás de las cortinas en los bares de la orilla de la carretera; Chimaltenango es un pueblo de digestión lenta; la ruta es una especie de “recta de las Bermudas” donde quien transite está destinado a perder su tiempo y su paciencia; la probable existencia de un camión fantasma que cruza a vuelta de rueda, de ida y de vuelta, durante todo el día, pagado por la Iglesia para brindar una lección de templanza, o imponer un castigo divino que este país ha de tener bien merecido; o simplemente que el santo patrón del lugar es el Ángel Exterminador, esa fuerza invisible de la película de Buñuel que impide que quienes transitan puedan acelerar y abandonar el pueblo.

También he pensando en soluciones inmediatas: la implementación de un esfuerzo ciudadano por mejorar el karma para la siguiente vida, por ejemplo; esperar que nos colonicen los extraterrestres y promuevan las abducciones exprés; negociar con la Iglesia para que cruzar el tramo cuente como penitencia y meditación; luchar para que la UNESCO nombre al pueblo como “El embudo de América” y al menos nos sintamos orgullosos de ello; y advertir a los viajeros con una valla muy al estilo del Infierno dantesco para que inicien el trayecto abandonando toda esperanza. Por mi parte, yo sé que tendré que volver a cruzar el pueblo dentro de algunos días, y que nadie me repondrá el tiempo que ya pasé y pasaré varada sin razón.

Pero no todo es malo, si usted está teniendo un mal día, piense que en este preciso momento hay alguien atascado absurdamente en Chimaltenango. Respire y sonría.

XVI

A veces me increpa la conciencia cuando me siento a contemplar las horas en las que creí haber pasado haciendo cosas realmente importantes. Entonces, con humildad le ofrezco mis disculpas y me pongo a hablarle con delicadeza del ritual en que me dedico a juntarlas todas, acariciarlas y, tras escupir sobre ellas, empezar a formar una pequeña criatura a mi imagen y semejanza. Una niña de tiempo muerto, un Golem personal e imperfecto de esfuerzo inútil, a quien le escribo “verdad” en el dorso de la mano para que en todo el esplendor de su silencio justifique su existencia y mi fe. Para el momento en que he terminado el relato de la creación que me redime, mi conciencia duerme tranquila. Cuando despierte seguramente optará por no perder su tiempo y cambiaremos de tema. Así mantenemos desde hace algunos años nuestra relación dialéctica. 

PARTIDA DOBLE: LA COLUMNA DEL HABER POR VANIA VARGAS




Pudo haber sido Bonnie Parker, una joven audaz sobre el trapecio volante, intérprete de los sueños de algún Presidente, mesera en el restaurante de una carretera solitaria o una abnegada madre de familia. En cambio, pasa los días viendo, sintiendo y tratando de contarlo.

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