¿Cómo podemos lograr que las emociones no tengan manifestaciones tan drásticas en nuestra salud?
¿No te ha pasado que luego de tener una discusión intensa experimentas padecimientos como el dolor de cabeza, hambre excesiva o ausencia de ella, dolor de espalda, o ardor de ojos?
Hace algunos años participé en la organización de un evento para el cual estaban invitados más o menos 400 personas.
La persona encargada se conducía siempre muy correcta, con modales muy propios y discretos.
Pero cuando vio entrar a toda la gente de golpe, no pudo evitar saltar, y con voz temblorosa expresó su asombro con una palabrota.
El lenguaje del cuerpo
El ser humano es un todo interconectado, y las emociones muchas veces tienen manifestaciones en el cuerpo, para bien o para mal.
Aunque no podemos evitar emociones fuertes en nuestra vida ¿Podemos gestionarlas para minimizar su impacto en nuestra salud?
Descubrir cómo pueden influir las emociones en nuestro cuerpo nos ayudará a manejarlas para luego influir (para bien) en nuestra salud emocional y física.
Cómo evitar que las emociones afecten tu salud
“Es que yo así soy”. Este es un pensamiento que te limita, porque te estás diciendo a tí mismo que eres incapaz de cambiar.
Y el primer paso para solucionar un problema, es reconocer que tienes un problema.
Es decir, la clave está en aprender a identificar lo que nuestras emociones nos transmiten para evitar que afecten a nuestra salud, o al menos reducir su impacto.
También debes aprender a decir “no”, cuando la carga laboral, o la carga de un favor te cause una brusca desviación del curso de tu día.
Otra buena práctica es, estar preparado para la crisis. La forma de reaccionar de las personas ante una situación depende en gran medida de qué tan sorpresiva fue dicha noticia inesperada.
El impacto emocional y físico de una situación inesperada será menor para las personas que consideran todas las posibilidades, los que consideran los “worst case scenarios”.
No se trata de tener una mentalidad negativa, sino de ser realista y estar preparado para las sorpresas.
Porque, aunque no lo sepamos, somos más frágiles de lo que pensamos y no nos podemos permitir tomar nuestra salud a la ligera.