Los mitos de la India ofrecen un entramado inmenso de relatos que dan explicación a los fenómenos naturales que más inquietan a los seres humanos. Uno de ellos es el recurrente ciclo de la luna, que va desde su fase repleta de luz en medio de la oscuridad de la noche –cambiando hacia la pérdida paulatina de su luminaria– hasta que se torna totalmente sombría; para luego resurgir en su nuevo albor a los ojos de los mortales.
Una de las explicaciones más hermosas tiene que ver con Ganesha, el dios con cuerpo de hombre y cabeza de elefante. Ganesha era hijo de la diosa Pavarti y del dios Shiva. Su concepción fue precedida por un intento fallido de sus padres, luego de miles de años de hacer el amor de manera ininterrumpida, salvo para recuperar el equilibrio que requería el mundo –que corría el riesgo de arder por la fricción de la unión del lingam de Shiva y el yoni de Pavarti.
Los intentos fallidos hacen exclamar a Pavarti: “Soy la madre del mundo y no puedo crear un niño por mí misma”. Por esto se decide y prepara una masa especial hecha de la mezcla del aceite aromático de sándalo con polvo de jengibre y gotas de sudor de Shiva y de ella. Frota el compuesto hasta convertirlo en una masa delicada. Con ella, como si fuera alfarera o escultora da forma a un niño hermoso, fuerte y valeroso. Por su amor ella lo declara su cuidador y guardaespaldas. Desempeñando esa función y mientras la madre le había pedido privacidad porque iba a tomar un baño, llega Shiva, su esposo. Pero Ganesha impide el paso a su padre (a este último lo caracteriza su temperamento destructivo, impetuoso y conducido por el exceso). En su furia ante el impedimento de ver a Pavarti le corta la cabeza a Ganesha. Pavarti sale de inmediato a ver lo que ocurría y su indignación, dolor y furia son de tal magnitud que Shiva con su poder de dios resuelve la situación. Shiva pide a sus escoltas que traigan la cabeza de la primera criatura que encuentren en el camino. Resulta ser la de un elefante, la cual pegan al cuerpo del niño. Así es como reviven a Ganesha, el niño con cabeza de elefante, a quien llegan a querer tanto que ninguna celebración a los dioses puede iniciar si no es rindiendo honores a este personaje.
Siendo niño salió a jugar de noche por el campo, montando un ratón. Mientras más velocidad y diversión adquiría su juego, repentinamente salió de la vegetación una gran serpiente que asustó al ratón. El pánico del ratón lo hizo frenar y Ganesha salió volando hasta caer, abriéndosele su estómago y desparramándose por todos lados los dulces y chocolates que se había comido. La luna, que observaba a plena luz el accidente acaecido, se reía y burlaba sin parar. Eso hizo que Ganesha se levantara y cogiera los caramelos, echándolos en su vientre. Para sostenerlos se amarró fuertemente el estómago con la culebra e inmediatamente se dirigió a la luna y le dijo: “Por burlarte de la tragedia humana estás condenada a mutar constantemente, yendo de una fase llena y brillante hasta perder paulatinamente tu luz; y luego de una fase sombría hasta volver a recuperar tu resplandor”. Es así como emergen las cuatro fases de la luna.
A lo largo de civilizaciones y culturas nos encontramos con las narraciones que hacen del mundo nuestro hogar y un marco de seguridad y confianza ante los cambios dramáticos y las vicisitudes, o simplemente para prever el futuro. Ganesha ha sido durante siglos proveedor de relatos profundos y sorprendentes, pero ante todo nos ofrece en estas partes del mundo accesos a universos nunca sospechados por nosotros. Otros mundos efectivamente operan en el nuestro.
BLOG DANZA CÓSMICA: POR BIENVENIDO ARGUETA
Doctor en Educación y Estudios Culturales por la Universidad de Ohio, EEUU. Licenciado en Filosofía por la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), miembro de Instituto de Investigaciones Educativas de la USAC, profesor de área de Políticas Públicas de la Universidad Rafael Landívar y ex Ministro de Educación.