Hay por lo menos dos aspectos que caracterizan estas “alegres elecciones”: la judicialización de las candidaturas (impugnaciones, ante juicios y suspensiones por procesos penales) y el escaso debate de propuestas concretas que contribuyan a realizar un ejercicio analítico para la toma de decisiones.
En parte este segundo elemento es atribuible a que todos los partidos tuvieron poco tiempo y espacios para exhibir sus propuestas, lo que personalmente agradezco, puesto que el exceso de exposición mediática de procesos anteriores, que debió utilizarse para propiciar un debate de ideas, se limitó a lo de siempre: contaminación visual, auditiva y saturación de campañas vacías en diferentes medios de comunicación.
Pese a que nunca he estado de acuerdo con las campañas millonarias, prolongadas y vacías, la restricción de estas pareciera que favorece a los partidos grandes y a las figuras “pseudo” políticas que a base de su terquedad disfrazada de “perseverancia” han logrado con los años posicionarse en el imaginario de los guatemaltecos.
Lo cierto es que los guatemaltecos nos acercamos a una nueva elección con una pauperrima información respecto, no solo a las propuestas de los candidatos sino con absoluto desconocimiento del pasado, no necesariamente brillante de esto sino que aspiran a la silla presidencial.
Así que nos espera decidir entre personajes con pasados cuestionables, con financistas cuyos intereses desconocemos. La exhortación es siempre a la búsqueda de la información, al análisis profundo de las candidaturas, pues la vieja política es afecta a los electorados desinformados.