Estefanía Valls Urquijo, una artista que construye nidos imagen

Conocer a Estefanía Valls es entrar por la puerta grande al verdadero propósito del arte. Su inspiración trasciende la estética a través de la creación de experiencias.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Más que piezas, Estefanía crea experiencias

Conocer a Estefanía Valls Urquijo es de por sí un encuentro de rompe y rasga con el verdadero propósito del arte. Escuchar todo lo que sucede en su imaginario, previo a trabajar sus esculturas, conocer el proceso de introspección de su ser mujer y su ser artista, antes de darse a la tarea de crear la manifestación material de sus colecciones, es una revelación. Durante esos estados de conciencia profunda nace la raíz, el concepto de donde desprenden los mensajes de sus esculturas.

Su nicho artístico es la cerámica. Ha trabajado y perfeccionado distintas técnicas en esta especialidad. En Guatemala, es la única ceramista que trabaja la técnica de Rakú.

Los mensajes que Estefanía transmite a través de su obra contienen profundidad filosófica y emocional, pues plantean un constante cuestionamiento a la razón del ser.




Proceso creativo 

Lo primero que hace es escribir el tema, desarrollarlo, darle sangre y corazón a lo que desea compartir y lo que desea encontrar a través de la expresión artística. La manifestación material, el último paso, sucede hasta que el proyecto tiene forma y sentido.

Más allá del objetivo estético, las colecciones de Tefi son una búsqueda de significado. Simbolizan un monólogo interno, profundo, acerca de nuestro paso efímero por esta vida tan corta. En la misión de la artista confluyen su naturaleza femenina y su propósito de dejar huella.

Si fuéramos conscientes en todo momento de que cada palabra, acción o intención, está dejando una huella en alguien, qué distinto sería el mundo”.

Para Tefi, no es posible experimentar la brevedad de nuestra vida andando un camino que creemos únicamente nuestro, sin pensar en lo que vamos dejando. Este es el punto de partida de Nests, una experiencia multisensorial de la que no se sale inmune.




Nests, desde el primer paso

La instalación Nests, que Estefanía realizó en galería Sol del Río el pasado febrero, fue una experiencia que empezaba en cuanto dabas el primer paso. Todo el suelo estaba cubierto de baldosas en crudo, baldosas que se fueron rajando con el peso de los pasos, se craquelaban con el andar humano y cada día mostraba una apariencia distinta. Transformamos espacios o vidas con cada paso que damos, dejamos huella, de una u otra forma. El piso de la instalación, vulnerable a romperse, simboliza ese viaje loco por la vida.




Agua, vitalidad que fluye

En uno de los espacios, con un juego completo de sombras, luz y sonido, la artista recreó una vivencia acuática para simbolizar la fluidez humana que podría ser denominador común si fuéramos siempre conscientes de ella. Creó un espacio de silencio, interrumpido apenas por sonidos de agua. En el centro instaló un bello conjunto de piedras iluminadas con sutileza. Simbolizan los huesos de la tierra.




Nidos en todos los sitios

Al recorrer las habitaciones, encontramos nidos en distintas manifestaciones. Todos de cerámica, algunos en técnica de craquelado y otros en técnica Rakú. Algunos suspendidos, otros sobre pedestales iluminados, cada uno dueño de su propia leyenda, de su propia belleza. Cada nido, con su respectivo huevo, guarda una relación íntima con la artista.




Elementos y símbolos

Además de la búsqueda universal de la belleza que el arte ha celebrado a lo largo de la historia, la obra de Estefanía se sumerge en un proceso de exploración de la condición humana, a través del simbolismo intrínseco que habita cada una de sus colecciones.

La suspensión de los nidos representa la fragilidad innata en nuestra condición.

Los nidos que se encuentran suspendidos penden, algunos, de macramé metálico; otros, de acero inoxidable. Los metales representan la fusión de fuerza y flexibilidad.

Pendemos de un hilo, no siempre lo reconocemos”.

3 elementos, 5 sentidos

En cada pieza encontramos tres elementos. Al conocer el camino artístico de Tefi, podemos afirmar que son el hilo conductor de toda la obra de la artista: Cuerpo, alma, entendimiento. Sus piezas persiguen alcanzarlos, influir en ellos, tocarlos. De este contacto surge el deleite de sus instalaciones. Necesitamos de los cinco sentidos para vivirlas.




Cicatrices y oro

Llama la atención el arduo trabajo que encierra cada pieza. Las que son trabajadas con técnica de craquelado son sometidas a tres procesos de horno: el de la arcilla, el del esmalte y el del oro.

El oro simboliza las cicatrices. Más profundo aún, representa la importancia del proceso espiritual que supone la cicatrización. Somos seres valiosos, no importa cuántas veces nos rompamos. ¿Han escuchado un mensaje así de poderoso?

Los caminos y formas de oro en las piezas de Nests le otorgan esa belleza incomparable que supone la imperfección. Son preciosas.




Silencio

Uno de los nidos, hermoso y simple, se llama Silencio. Según la artista, guardado o roto, el silencio puede ser igual de importante o igualmente trágico, de ahí deriva su trascendencia.




 Cambio

Somos seres eternamente cambiantes. Cambian desde nuestras células, hasta nuestra mente”.

Los nidos de Tefi son mucho más que hermosas piezas. Cada uno es una respuesta distinta. Son la manifestación de esa consciencia femenina que vive en constante búsqueda. Gracias a esa inquietud, que en el caso de Tefi no cesa, el espectador encuentra el gozo abstracto que encierra el arte.




El arte, para mí, ha sido terapia. Ha sido el espacio donde tengo la oportunidad de preguntarme lo que quiera y responderme lo que yo creo que es. Y en el proceso de ir averiguando y descubriendo y conectando, con otras preguntas y otras respuestas”.

Los artistas son un manojo de preguntas que no se conforman con silencios. Buscan las respuestas en sus procesos creativos. En el camino, dan a luz belleza que además de satisfacer su necesidad espiritual de verdades, toca la emoción del espectador. Su experiencia como creador enriquece nuestra experiencia de seres observadores.




Esta es, quizás, la verdad que hace del arte una constante en la historia de las civilizaciones.




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