Un destino, dos fronteras y un épico retorno imagen

La ruta de Las Chinamas, increíble, la de Pedro de Alvarado, un calvario. Así viví mi viaje a El Salvador.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Un viaje de 3 días que inició perfecto y terminó en pesadilla, así es como defino mi experiencia de ida y regreso de El Salvador. Cuando salí todo perfecto: carreteras 8/10, una frontera muy tranquila y rápida, pero de regreso un giro de 360 grados.

Todo comenzó como un viaje de negocios a Acajutla, Sonsonate en El Salvador con mi padre. Para salir de Guatemala decidimos irnos por la frontera Las Chinamas, ya que era la ruta más rápida según la aplicación Waze y no había ningún problema en la carretera. Un camino largo pero sin muchos problemas ni peligro.

Cuando llegamos a la frontera pudimos observar que migración está en buenas condiciones, estacionas tu carro sin problema, te bajas a reportarte y sales. Incluso no es necesario que bajen todas las personas que te acompañan sino solo basta con una que entregue los documentos personales de cada uno, pasas por el puente y llegas a El Salvador. ¡Listo!

El verdadero reto que se convierte en horas de calor infernal, molestias y enojo.

Cuando llegó el día de regresar a Guatemala, calculamos salir a la una de la tarde de El Salvador y llegar aproximadamente a las 3:00 o 3:30 p.m. a nuestra casa.

Salimos a la una y nos tardamos no más de 45 minutos para llegar a la Frontera Pedro de Alvarado. Ahí comenzó todo.



Foto Gabriel Soto

A diferencia de la frontera Las Chinamas, en migración sí tienes que bajarte de tu vehículo obligatoriamente a presentar tu DPI para que te den un documento y lo entregues al llegar a Guatemala. El lugar está abandonado, no hay seguridad para los turistas, se acercan personas a pedirte, incluso obligarte a darles dinero o comida.



Foto Gabriel Soto

¡HORROR!

Cuando sales de ahí, solo existe un solo carril para todos (carros, motos, camiones, tráileres, etc.). ¡Es ridículo! Nos tardamos solo para empezar el puente que divide Guatemala y El Salvador aproximadamente una hora.

Al avanzar notamos que adelante había una cola gigante de tráileres que no se movían, empezamos a rebasarlos y vimos que la única vía para pasar estaba tapada por conductores de bicitaxis. Se nos acercó uno y nos dijo:

“Si quieren pasar, nos tienen que dar Q10 para que nos quitemos”.

¡No lo podíamos creer, sobre todo una gran corrupción!

Después de una discusión con ellos no tuvimos otra opción que pagar y que nos dejaran pasar. Ya habían transcurrido 30 minutos más desde que iniciamos.

Avanzamos unos cuantos metros y después otra vez paramos por la fila de tráileres.

Todos los carros empezaron a enloquecer y meterse por todos lados: En contra de la vía, ingresando a caminos de tierra, monte y piedras, etc. Cuandos nos ubicábamos a 500 metros para ingresar al país, nos dimos cuenta que era un puente abandonado con un solo carril para todos. ¡De nuevo algo ridículo ! Arriesgando la vida de quienes pasamos por el mismo.



Foto Gabriel Soto


Foto Gabriel Soto

Al llegar a migración del país, era un desorden, con un policía dirigiendo todo. Las personas solo querían salir de allí, incluso muchos solo pasaban sin dejar el documento que recibías en el Salvador, un caos. No hay ninguna autoridad para poner orden.

¡SALIMOS DE TODO ESO EN DOS HORAS Y MEDIA!



Foto Gabriel Soto


Foto Gabriel Soto

Eran las 4:45 de la tarde, confiando que ya no iba a suceder otra situación en el camino, pero había otro problema, la carretera de regreso.

Fatal, espantosa y más palabras pueden describir la carretera de regreso a la ciudad de Guatemala. No son hoyos, son cráteres o barrancos, es increíble el descuido con el que se mantienen las carreteras principales de nuestro país.

En el momento de tomar una curva, por querer esquivar un cráter, el carro se fue en otro. Como resultado una llanta explotada. 

Cambiamos la llanta a una de repuesto, pero por la magnitud del daño de la carretera decidimos regresar para poder arreglarla a un pueblo localizado a un kilómetro y medio.

Cuando ya eran las siete de la noche y después de buscar algún lugar para hacerlo, encontramos un “pinchazo” donde pudimos cambiar la llanta a una nueva.













Manejar de noche durante una carretera así de dañada, es una experiencia peligrosa y uno está temeroso por no repetir la misma situación, lo cual te mantiene los nervios de punta. Al final de todo, llegamos a casa a las 10 de la noche ¡por fin!

Un viaje de tres o cuatro horas terminó siendo de diez horas. Un trayecto donde nos dimos cuenta que la realidad del país es una frontera cómoda y organizada (Las Chinamas, recomendada para salir hacia El Salvador) y un desorden fatal, con poca seguridad en la otra, pero sobre todo carreteras dañadas por los tráileres y abandonadas por el Gobierno.

¿Es necesario arriesgar tu vida así? ¿Cuándo será el día que las autoridades hagan algo al respecto? 

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