Caminaba descalzo y le vi atravesarse toda la plaza. “¿Pero usted quién es?”, pregunté con el poco valor que me quedaba. “A mi me dicen el Diablo”, me respondió mirando al Amate.
Cuando me la contó, inició así: “el diablo no me ha dejado de perseguir desde aquel día en el Amate”. Bastó poco para que me enganchara con este relato que he de contarles y no puedo olvidar
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