Comportamiento promedio de un millennial: compramos por Amazon, buscamos alojamientos en Airbnb, nos transportamos en Uber y claro “socializamos” con Tinder.
La tecnología determina cada vez más nuestro actuar y aunque muchos aún son escépticos, con respecto a las aplicaciones para “conectar” con gente, hay tantos casos de éxito como los de fracaso.
Tinder nace en el 2012, opera en 196 países y está disponible en 30 idiomas, aunque nunca han revelado sus cifras, presumen de haber sobrepasado los mil millones de usuarios. Ciertamente, estos números arrojan una clara conclusión: esta aplicación funciona independientemente de la intención que se tenga al utilizarla.
La percepción general es que Tinder sirve exclusivamente para coincidir con personas que quieran algo casual, aunque, claramente hay quienes –por el contrario– esperan encontrar pareja o entablar amistades.
Así que en Relato nos dimos a la tarea de encontrar una historia de amor que inició con Tinder.
Su nombre es María Paula, originaria de Perú, su primer debut en Tinder fue a los 27 años, después de haber terminado una relación catastrófica que la llevó a poner de lado el amor y enfocar sus energías en querer salir y conocer gente sin ningún compromiso sentimental.
Si entras a la App sin tomártelo muy enserio, es más fácil, pues luego te topas con gente que solo quiere pasar la noche y no tienen tacto para decírtelo. Desde un “oye, ¿y tú estás buscando marido, novio o sexo?” hasta quienes te preguntan si “quieres divertirte”. Claro, si es lo que buscas, es perfecto que los chicos vayan al grano. Pero si tu intención no es tener relaciones casuales puede resultar ofensivo que los hombres se dirijan a ti como “una más”, comenta María Paula.
Tinder permite que tú califiques con un “sí” o un “no” los perfiles de las otras personas, aunque además de la famosa foto del Tinder, puedes incluir una biografía para que los usuarios se interesen también en tu personalidad. Pues, el de María Paula es de estas chicas que ven primero quién eres y luego cómo eres.
Al fin y al cabo, Tinder viene siendo marketing puro y duro, pues, se trata de venderte.
El caso es que María Paula encontró a un chico cuya bio le hizo match “a primera vista”. El atractivo fue mutuo y así comenzó el flirting. Intercambiaron mensajes por dos días, en los que ambos se vieron embebidos en las conversaciones que sostuvieron. La química fue tanta que María Paula, incluso llegó a bromear con sus amigas con que se casaría con este chico.
Se llegó el día de la verdad… era preciso conocerse en persona. Así que María Paula, lo citó en hora, día y lugar de su elección, no sin antes avisarle a una amiga para que estuviera pendiente. La primera impresión, en cuanto a lo físico, hizo que María Paula se sintiera “estafada” por la foto de este chico, quien al parecer, era mucho más corto de estatura de lo que ella había imaginado.
Se sentaron, ordenaron un trago y conversaron. “Aunque físicamente me había provocado rechazo en un inicio, hice bien en darle la oportunidad de sentarme y conocerlo. Nos dieron las 4 de la mañana platicando en aquel bar. Era hora de irse a casa, así que salimos del bar, él me miró con esos ojos de -ahora es cuando voy a darte un beso- y efectivamente lo hizo. ¡Fue mágico!”, cuenta María Paula.
Esta historia de amor tambaleó un poco, pues el príncipe azul de María Paula, debía viajar a Tokio y luego regresar a Nueva York, en donde llevaba más de 10 años viviendo. Aunque costó, esa misma química que habían tenido por el tiempo que estuvieron físicamente juntos, se mantuvo y la relación continuó.
Al cabo de un tiempo, por problemas propios de la relación y la distancia, decidieron separarse. No obstante, hoy día siguen en contacto y se consideran el uno al otro importantes y especiales en sus vidas. “Hubo llanto de por medio, pero era una decisión que debíamos tomar”, asegura María Paula, quien además explica, que si uno sabe establecer límites en las interacciones que se tengan con otras personas en Tinder, puede ser una herramienta útil para facilitar conocer gente y entablar amistades.