Mi pequeño hijo y su primera venta imagen

La sabiduría de los años nunca falla. Te compartimos la historia que un abuelito cuenta con orgullo al recordar a su hijo y su primera venta.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

En la misma noche en la que el relato Si tuviera que volver a criar a mi hijo surgió, también volvió a tomar vida una historia que sucedió hace más de 25 años, mientras compartía con un abuelito nada mayor, tiene 55 años, su nombre es don Alfredo.



Fuente: pexels.com

A quien bastó con preguntarle si recordaba algo de sus hijos para que decantará una anécdota que recuerda con orgullo, y como una de las lecciones que su hijo, en ese entonces de 6 años, le pudo haber dado.

Y comenzó a contarla citando una frase de Mark Twain, “Mantente alejado de las personas que tratan de empequeñecer tus ambiciones. La gente mezquina siempre lo hace, pero los grandes de verdad te hacen sentir que tú también puedes llegar a serlo”.

Don Alfredo recuerda que era una tarde de viernes, los pequeños ya estaban de vacaciones, él se apresuró a salir del trabajo ese día, ya que deseaba aprovechar las últimas luces de la tarde de octubre, para así concluir un proyecto de jardinería que había estado postergando desde hacía ya varias semanas.

Preparándose para iniciar la labor de jardinero en su casa, su hijo, a quien con amor lo nombra como Pocholo, se acercó a él, sin nada más que para decirle:

 Papi, necesito que me hagas un cartel.

  No puedo mijo, estoy muy ocupado fue su respuesta.

 Pero lo necesito papi –insistió Pocholo.

– ¿Para qué mijo? –preguntó.

 Voy a vender algunas de mis conchitas y caracoles que he coleccionado  le respondió.

A Pocholo, siempre le fascinaron las conchitas y caracoles. Incluso, hasta la fecha aún las colecciona, tiene su hogar lleno de ellas. Siempre que alguien iba a las playas le encargaba sus conchitas, o bien no podían pasar dos meses sin que fuéramos juntos a recolectarlas, expresa don Alfredo.

 Mijo ahora no tengo tiempo, tengo que recoger las hojas que los árboles del jardín del vecino caen en el nuestro. Así que mejor anda y decile a mi mamá.



Fuente: pexels.com

No pasaron ni 30 minutos cuando Pocholo regresó con media cartulina. En ella, con su letra de 6 años, se leía: EN VENTA HOY A Q5. Hilda, su madre lo había ayudado a hacer su cartel y le dio un canasto con una manta típica para que colocara las conchitas.

Así que Pocholo tomó su cartel, el canasto y escogió diez de las mejores conchitas que tenía en ese entonces. Las acomodó a su gusto, salió enfrente de la casa y se sentó sobre la grama con sus productos. Don Alfredo lo observaba desde lejos, divertido ante la determinación del pequeño Pocholo.

Cuando eran las 4:30 p.m. no había pasado ningún alma frente a su casa, solo llevaba 30 minutos esperando una posible venta, nada sucedía aún, el ánimo de Pocholo seguía intacto. Estaba seguro de que no terminaría la tarde sin vender alguna conchita.

 ¿Cómo va todo mijo? –se acercaba preguntado don Alfredo.

– Bien con una gigante y sincera sonrisa respondió Pocholo.

 ¿Cuánto pides por tus conchitas?

 Papi para eso hice el cartel, estoy pidiendo Q5 contestó Pocholo.

– Don Alfredo, sincero le dijo – Mijo es mucho dinero, nadie pagará Q5 por una conchita, mi amor.

 Sí papi, sí. contestó firmemente. –Algunos pasarán.

Su misión de lograr que Pocholo desistiera para “no salir desilusionado”, al finalizar la tarde por no haber vendido ninguna conchita. Él sentía la necesidad de no permitir que su hijo saliera lastimado. Pero, se incorporó de nuevo a sus quehaceres en el jardín.



Fuente: pexels.com

A las 5:15 p.m., se aproximaba caminando una pareja de enamorados, que seguramente regresaban a sus casas luego de su jornada laboral. Lo que le dio certeza a Pocholo que era posible vender sus conchitas. Tomó una postura digna de un caballero, levantó su cartel y sonrió. La joven pareja alertados leyeron la cartulina, seguidamente la chica exclamó: “Mira mi amor”.

Ambos se acercaron a Pocholo con una expectativa en sus rostros que no podían ocultar, al llegar a mi hijo no logré escuchar lo que estaban preguntando. Pero sí pude observar que mientras la muchacha observaba las conchitas, el joven se dispuso a sacar de su billetera los Q5.

Me quedé tan impresionado, mientras veía que Pocholo se acercaba de brinco en brinco hacia  mí. No dejaba de gritar –la vendí papi, te lo dije. Lo abrazó y desde lo más fondo y sincero de su corazón, don Alfredo le dijo –muchas gracias mijo, te felicito muchísimo.

Su hijo le acababa de dar la lección más grande de su vida, la de luchar, a aferrarse, no rendirse, a no tratar de proteger excesivamente a los hijos, en esto que llamamos vida. También a cómo NO criar a los pequeños, a que ¡si crees en ti mismo, puedes hacer cualquier cosa!

Corrieron a contarle a doña Hilda y como era de esperase don Alfredo corrió por la cámara, en ese entonces aún de rollo, sacó una foto al orgulloso Pocholo junto a su cartel y su canasto con las conchitas restantes.

Es la misma fotografía que hoy Pocholo tiene tanto en la sala de su casa, como en la oficina de su exitosa empresa.



Fuente: NaijaStories.com

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte