Mi hijo se volvió marero imagen

Madres nos cuentan que fueron reclutados por una pandilla y ahora se encuentran presos.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

La historia de dos madres a quienes las pandillas les arrebataron a sus hijos. Incomprendidas y juzgadas por sus propias familias. No los abandonan y cada día de visita llegan hasta la correccional “Las Gaviotas” para dar apoyo a los adolescentes.

El sorbo de café le supo más amargo esa tarde. La noticia de la captura de su hijo la dejó inmóvil por un momento y entonces se dijo así misma: «¡Es algo duro, pero podía pasar en cualquier momento, de inmediato se apuso reflexionar !».

Los recuerdos de la vida de su hijo pasaron por su mente y como sucede en estos casos se planteó una interrogante ¿qué hice mal?

Las respuestas fueron inmediatas. Sabía que no le había puesto atención suficiente al joven y le dedicó más tiempo al trabajo, ella pasaba la mayor parte del día fuera de casa. La libertad se convirtió en libertinaje para el muchacho y las malas amistades no tardaron en llegar.

—¿Qué le sucedió a su hijo señora? —

—¡Ay, se convirtió en marero! — me contestó.

Era un día de abril y no lo olvida, le dio dinero a su hijo para que fuera a comprar unas telas -ella fabrica uniformes-, pero lo que no sabía era que él ya tenía otros planes. Se juntó con un amigo, ¿usted lo conocía? La respuesta fue que lo había visto en algunas ocasiones pero nada más. No sabía mayor cosa.

El muchacho, de 17 años, fue detenido cerca de la Parroquia, en la zona 6. Se encontraba comiendo un churrasco con el otro acompañante cuando llegaron varias patrullas de la PNC: “Al suelo les gritaron de inmediato”.

Sebastián, no dudo y lo hizo, pero el otro muchacho corrió y dejó tirada una pistola 9 milímetros dentro de unos canastos, los policías no lo persiguieron, se enfocaron solo en el detenido. Le encontraron las llaves de una moto y al revisar la solvencia establecieron que era robada.

Luisa, como se llama la señora, empieza a llorar mientras narra la historia. Tiene la mirada triste y trata de encontrar explicaciones a lo sucedido.

—¿Adónde se dirigía él? —

—¡Pues lo mandé a comprar las telas y pensé que eso haría! —

Ella suspira y sin dudarlo responde: “Yo perdí a mi hijo cuando tenía 15 años, los mareros lo reclutaron en el colegio en donde estudiaba en la zona 1 y él cambió, se fue varias veces de la casa y no volvió a ser el muchacho dulce que era”.

Dijo que un día le confesó que estaba haciendo cosas malas y que no podía estar con su familia.

—¿Y el padre de él? —

Cuenta que es taxista y toma bebidas alcohólicas todos los días hasta embriagarse. La figura paterna siempre estuvo ausente en el hogar. “Estoy segura que mi hijo se volvió pandillero por falta de atención, ahora no lo puedo abandonar y ojalá que al salir de la cárcel pueda ser otra persona”.

Sebastián fue condenado a dos años y medio, por portación ilegal de armas de fuego y por el robo de la motocicleta. Se encuentra recluido en la correccional “Las Gaviotas”, en la zona 13, en donde guarda prisión junto a unos 400 jóvenes más en conflicto con la ley penal.

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“Las Gaviotas” en la zona 13 de la Ciudad de Guatemala. Foto: Marvin Del Cid

No abandona a su hijo, el camino es largo, pero que ahora más que nunca no lo va a dejar solo y cada día va de visita a “Las Gaviotas”.

— ¡Necesita otro oportunidad y yo lo voy ayudar!, ¡Fallé, pero él se va a rehabilitar y volverá a ser un buen patojo! —

En la mesa en donde conversamos también se encuentra Maritza, es la madre de otro joven, detenido en “Las Gaviotas”.

Su hijo fue sentenciado a tres años y medio por los delitos de asesinato en grado de tentativa y portación ilegal de arma de fuego. Ya cumplió un año de detenido, pero en junio pasado fue condenado a otros tres años, tras intentar fugarse en abril de 2017.

Manuel, empezó a fumar marihuana a los 12 años y a los 13 se involucró en la mara, se convirtió en cobrador de impuestos -una de las actividades delictivas más rentables de las pandillas-.

—¿Quién metió a la mara a su hijo? —

Maritza, responde que fueron unos amigos, quienes viven cerca de la casa de ellos, en la zona 6, casi llegando al puente Belice. El sector es zona roja y se encuentra infestado de mareros y otro tipo de delincuentes.

—¡Tengo 11 hijos y me cuesta mucho! —. Explica que a su esposo lo mataron los mismos pandilleros, debido a que tenían varios negocios y por no pagar las extorsiones fue asesinado.

Relata que tiene 8 niños de su primera relación y, actualmente vive con otra pareja, con quien ha procreado tres más.

La muerte de su esposo le cambió la vida, después de vivir tranquilamente, le tocó empezar a lavar ropa y planchar, ya que perdieron todo.

—¡Mi hijo estudiaba en básicos y nunca le faltaba la comida, no tenían la gran cosa, pero siempre lo he apoyado! —

La historia de Maritza fluye, por ratos interviene Luisa, se conocieron en Las Gaviotas. Piensan en formar un grupo de madres para ayudarse entre ellas y a sus hijos. 

Maritza, está consciente de los delitos cometidos por Manuel, quien quiso matar a un comerciante, en la zona 6, por no hacer efectiva la extorsión, fue detenido ese día. Ella, es de Jalapa y dice que llegó a la capital muy joven, pasa los 40 años, pero no llega a los 50, se hizo madre por primera vez antes de los 20.

¿Usted cree que yo soy mala persona?

“Mi hijo cometió varios delitos y debe pagar por ello, pero es un ser humano que necesita mi apoyo y el del Gobierno”, indicó.

Se toman de la manos, luego de más de 2 horas de entrevista, salen apresuradas rumbo a su viviendas, sus otros hijos esperan por ellas y ya casi es hora de cenar.

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