Mi hija se me perdió en la Interfer imagen

Minutos interminables, mientras le suplicaba al cielo que estuviera a salvo.

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“Mi hija se me perdió en el Parque de la Industria” cada vez que mi mami pronuncia esa frase, aunque siempre olvido los detalles, sé muy bien que es lo que va a compartir. No es algo que la llene de alegría, ya que fueron minutos de mucha frustración para todos y siempre que lo cuenta se le arruga  su corazón por pensar cómo habría cambiado su vida si el final de esta historia hubiese sido distinto y no me hubieran encontrado.

Comenta que hace muchísimos años, aproximadamente 21, siempre que nos disponíamos a salir en familia, mi mami siempre se encargaba de mí y mi tía se llevaba a mi hermana menor en el portabebé. En esa ocasión fue distinto, en diciembre de 1997, mi mamá se encargó de mi hermana y mis tíos estaban pendientes de mí.

Luego de visitar muchos estands dentro de la feria, luego de que mis primos mayores ya se habían subido a algunos juegos, mi primo mayor no encontraba una gorra que deseaba, entonces ingresamos a uno de los salones más grandes de Interfer. En ese momento, se detuvieron a ver en los lugares que se encontraban para que mi primo escogiera y comprara la que más les gustara.




Después de unos minutos, mi mami se volteó y le dijo a mi tío: “¿Dónde está la nena?” o sea, yo. Él giró a ver para atrás y con el rostro más afligido que ustedes se puedan imaginar, articuló una de las frases que jamás se le olvidará a mi mamá “la nena no está”.

En ese momento, dice mi mami que literalmente sintió cómo el suelo se le abría, abrazando a mi hermana menor, sintió un terror y dolor en su corazón terrible. Lo único, que gracias a Dios se le ocurrió, fue decirle a mi tío “ustedes sigan caminando buscándola y yo correré a la puerta de salida para ver que no se la lleven”.

Mientras mi mami corría a la salida del gran salón, realmente sentía un dolor en el alma terrible, abrazando a mi hermana menor, suplicándole a Dios que la ayudara porque no quería perderme para siempre. Cuando por fin salió y vio el lugar abarrotado de gente, el bullicio de los juegos, giró hacia las puertas de la feria e inmediatamente le entró un terror espantoso, corrió hasta llegar a una de las salidas para tratar de ver si alguien me llevaba en brazos.

Gritando con terror, clamando ayuda para encontrarme, suplicando al cielo que nadie dispusiera a robarme. En ese momento, mientras ella lloraba decía: “Señor no voy a poder vivir para mi hija menor si se me pierde mi nena”. Mientras transcurrían los minutos, pensaba que no me habían cambiado pañal y ya era hora, que era momento de darme mi pachita, que seguramente estaría muy asustada. Todo eso, mientras trataba de encontrarme, cuanto más caminaba buscándome más llamaba la atención de las personas a su alrededor.

En ese instante, mi primo el que deseaba comprar su gorrita, quien en ese entonces tenía 12 años, llegó corriendo hacia ella también llorando y la abrazó. Recuerda mi mami que ese abrazo jamás se le olvidará, parecía el abrazo de un hombre mayor fortalecido, que le dijo “Rebe ya no llores, ya la encontramos”.




Resulta que cuando todos pararon para buscar la dichosa gorra, yo en cambio seguí caminando y la gente gracias a Dios no se percató que iba solita, algo a lo que toda mi familia agradeció. Dice mi mami que cuando me encontraron lo primero que les dije con mi voz muy ronca por mis grandes amígdalas fue “tengo hambre”. Me llevaron a comer y aseguran que la única que comió fui yo, todos los demás se imaginaron cómo hubiese sido de distinta la historia si alguien más me hubiera visto sola, contaban eso mientras comía papas fritas.

Nos dirigimos a la casa de mi familia, todos ellos a comentar lo que había sucedido. Luego recuerda mi mami que nos retiramos a nuestra casa, mi hermana y yo nos dormimos, mi mamá se puso a doblar ropa ese domingo por la noche, asegura que ya era muy tarde y no podía dormir. En la madrugada le dio un dolor muy grande en su corazón y por fin pudo llorar, lloró muchísimo, su corazón estaba muy agradecida por haberme podido encontrar sana y a salvo. Asegura que ese ha sido unos de los milagros más grandes que Dios y la vida le han regalado, que, habiéndome perdido, nadie extraño me hubiera visto sola y que me hubiesen robado.

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