Las Cuatachicas de Santa Elena Barillas imagen

En la ruta que Conecta a Santa Elena Barillas habitan unos seres que protegen el bosque de los intrusos.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

“No se distinguen bien, pero ellos nos observan a nosotros”. 

Guatemala es reconocida como tierra de montañas y extensos bosques. No hay que ir muy lejos para darnos cuenta de eso. Si sales fuera de la ciudad observas aquellas extensiones de árboles que además de proporcionarnos oxígeno, también guardan diferentes secretos. 

Unos le llaman Aluxes, otros duendes de bosque y en algunas áreas de México los conocen como Cuatachicas (duende del río). Estos seres pequeños habitan los lugares boscosos en donde por lo general existen nacimientos de agua. 

Cuentan las abuelas que a veces estos pequeños seres de no más de 40 centímetros son traviesos y a veces enojados. 

Rafael, de 26 años, trabajó hasta agosto para una empresa de alimentos, tras el toque de queda, él tenía permiso para circular a cualquier hora y así poder movilizarse sin restricción. 

De uno de esos viajes del interior del país, ya que le tocaba supervisar las bodegas de productos, se internó en una nueva ruta sin saber que más adelante pequeños hombres lo iban a estar esperando. 

“Venía de Escuintla, entonces decidí tomar una ruta que me comentaron. Me fui por la autopista VAS y salí hasta Villa Canales para luego llegar a carretera a El Salvador”. 

El reloj marcaba las 8:00 p.m. y todavía estaba lejos de su casa. A un ritmo tranquilo, Rafael se movilizaba tras las indicaciones de Waze. “Yo no conocía la carretera, entonces me pasé el primer cruce hacia colmenas, Waze me desvió a otro más adelante”. 

Con música y transitando solo en la carretera a la aldea el Tablón, en la soledad de la noche no parecía que algo fuera de lo normal pasaría. 

“Estaba más preocupado por si era peligroso, hoyos o cosas así, pero lo que me pasó fue extraño. Nuevamente, me desvíe por equivocación”. “Tuve que tomar otro desvío. Empecé a subir y todo era bosque”. 

La noche estaba algo nublada por lo cual era imposible ver las luces de Amatitlán reflejadas en el lago. “Eché un vistazo en el retrovisor y no se podía ver nada”. 

El carro de Rafael se apagó y allí empezó todo. “Estaba solo y sí me alteré un poco, puse las luces de emergencia y empecé a tratar de encenderlo, pero no se podía, salí a revisar y todo parecía estar bien”. 

Ningún auto transitó durante lo sucedido. Sin percatarse que alguien lo estaba observando, Rafael seguía revisándolo. “No comprendía qué había pasado y decidí marcarle a mi papá, pero no me contestó”. “Ya era tarde, calculo que esperé allí unos 20 minutos”. 

El reloj marcaba las 9:00 p.m., el frío y la desesperación empezaron a acechar a nuestro joven protagonista. “Entre los árboles empezaron a caer semillas y de abajo piedras pequeñas. Como caían en los vidrios me asusté”. “Lo primero que pensé fue un asalto y empecé a tratar de encender el carro”. 

1, 2, 3… ¡arranca! Las piedras caían cada vez más seguido acompañado de risas. “Yo solo veía que las ramas se movían y las risas de tono agudo se podían escuchar más”. 

El carro se encendió y Rafael aceleró a fondo y logró salir del lugar. “Estaba asustado y alterado. Mis abuelos me contaban sobre duendes y cosas así que sucedían en diferentes carreteras del país”.  “No sé cómo logré llegar a una Texaco que le conocen como la cuchilla”. 

“No miraba los retrovisores solo manejaba lo más rápido que puede”.

Rafael.

Pocos días después, Rafael decidió contar lo sucedió. “Sentía que nadie me iba a creer. Le conté esto a un excompañero que vive justamente en Santa Elena Barillas. Él transita por una carretera de Amatitlán que lo lleva hasta su casa”. “Me comentó que igual en ese tramo existen unos pequeños hombres que les dicen Cuatachicas, otros Aluxes y a veces ‘bromean’ con las personas que se quedan varadas en el lugar”. 

“Según él, les ha pasado a varios lugareños, que han visto y han tenido alguna experiencia con estos seres”. “Son carreteras poco transitadas y con abundante bosque, es muy común que estos seres se encuentren allí”. 

Cierto o no, lo que experimentó Rafael esa noche de julio es algo que quedará en su memoria y por supuesto si vuelve a trabajar a altas horas de la noche, no tomará nunca más esa ruta para evitar a viejos conocidos. 

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