El hombre que vendió su terreno para comprar un piano imagen

Este lugar no es común. Es una escuela que nació de madrugar cada día, del corte de café y la venta de un pequeño terreno heredado para arar el camino y las notas musicales de los suyos.

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Desde una casa en la comunidad Pampojilá, ubicada en el municipio de San Lucas Tolimán, Sololá, se observa cómo las nubes cubren ya la cima del volcán Atitlán. En una de sus habitaciones, Mauro Amilcar Alquijay Simalaj, de 28 años, y Sergio Amílcar Cuj Rosales, de 24, esperan a los niños que llegarán este día a las clases de música.

La habitación en la que aguardan es celeste y está decorada con figuras musicales elaboradas con papel de colores. Una marimba ocupa casi la mitad de su espacio. El techo es de lámina, pero un nylon blanco lo oculta. Un pizarrón está colocado en el centro de una de las cuatro paredes, un pentagrama y la posición de las siete notas musicales están dibujados sobre este. Al lado hay otra habitación adecuada de manera similar.



Con esfuerzo, la escuela ha logrado comprar más instrumentos.

Este lugar no es común. Es una escuela en la que solo se cobran Q10 mensuales para el mantenimiento de los instrumentos musicales, una que nació de madrugar cada día, del corte de café y la venta de un pequeño terreno heredado para arar el camino y las notas musicales de los suyos.

Mauro y Sergio viajaron durante tres años –de lunes a viernes– desde Pampojilá hasta la Ciudad de Guatemala. Cuando eran las 3:00 de la madrugada caminaban hacia la entrada de la comunidad donde debían esperar el bus que los llevaría hasta la Central de Mayoreo, ubicada en Villa Nueva. Luego, en ese sito abordaban una de las unidades de Transmetro que los trasladaría a su destino: El Conservatorio Nacional de Música. El recorrido se lee rápido, pero para ese entonces el reloj ya marcaba las 7:30 horas.

Sergio recibió en parte la ayuda económica de sus padres para sufragar el costo de los viajes y los cursos. No fue el caso de Mauro, pues debió hacerse cargo de todos sus gastos, ya estaba casado y tenía un hijo que cuidar. Idonea Muj es el nombre de su esposa y Rony Amilcar –de 8 años– el de su primogénito.

El inicio, una pandereta

De 2012 a 2014 Mauro y Sergio recibieron el diplomado en música y ejecución de instrumentos. “Fui a profundizar en la música para enseñar después, como lo estamos haciendo ahora”, dice Mauro. Pero su historia con la música empieza años atrás, al igual que la idea de compartir su conocimiento con los niños del pueblo donde nació y sigue creciendo.

La iglesia a la que asiste y una pandereta fueron su primer acercamiento con la música. Mauro tenía 16 años cuando el coro religioso lo invitó a participar. Él quiso la guitarra, pero no estaba preparado para hacerla sonar. Fue hasta un año después (2005) que su cuñado le enseñó. Desde ese momento no se detuvo.

El siguiente instrumento que consiguió tocar fue la marimba. A su rutina como agricultor se sumó viajar hasta Panajachel para presentarse junto con sus compañeros de iglesia y en otras ocasiones para instruir a niños de ese municipio cercano. 

Fue de su labor de maestro que nació la idea de formar musicalmente a los niños de su comunidad. “Si lo hago aquí, ¿por qué no puedo hacerlo con ellos?”, se cuestionó.

En 2012, en la escuela de educación primaria de Pampojilá, Mauro consiguió abrir un espacio para dar las clases a los niños de su aldea. Los primeros cursos fueron impartidos en las tardes, pero fueron irregulares durante ese año. En 2014, las autoridades del centro educativo cambiaron y la continuación de su proyecto, cancelada. Fue de esta manera que decidió usar dos habitaciones de su vivienda para continuar cada sábado y domingo con su plan.

Mauro enfocó sus primeros talleres en la ejecución de la flauta y la guitarra, no necesariamente porque fueran sus instrumentos favoritos: eran los únicos que tenía. Tiempo después se unió el teclado, el mismo que utilizó durante los tres años en los que se preparó en el Conservatorio Nacional de Música y que pudo comprar solo después de vender una cuerda de un terreno heredado por la que le pagaron Q3 mil 500.



El maestro adecuó dos habitaciones de su hogar para tener un lugar dónde enseñar.

En estos últimos días del mes de octubre, dos guitarras, tambores y otros accesorios se han unido a la escuela. La banda Skalda2 emprendió una campaña para recolectar instrumentos para donarlos a “Niños Talentosos”, el nombre que Mauro le dio a la escuela que fundó. Hoy buscan más instrumentos y otros materiales que puedan contribuir en el aprendizaje de 16 niñas y niños que integran el proyecto comunitario.

Mauro comenta que hace algunos meses solicitó una marimba y chinchines al Ministerio de Cultura y Deporte, pero dicha petición fue denegada pese a que, argumentó, sería para el beneficio de su comunidad.

La música es infinita

Esa no ha sido la única frustración con la que se ha topado en el camino. En el Instituto de Educación Básica de Pampojilá le ofrecieron una plaza para impartir clases de música. La idea lo fascinó, aunque finalmente no se contretó el plan. Lo más cercano que estuvo Mauro de enseñar las notas musicales fue el contrato como conserje que le ofrecieron a cambio. Por la mañana se dedicaría a cuidar las siembras de café, por la tarde a limpiar los salones donde le hacía ilusión enseñar.

“La música es infinita”, dice Mauro y lo vuelve a repetir sonriendo. Eso lo hace feliz… y compartir su conocimiento, más. Lo expresa mientras sus alumnos practican solfeo en una de las habitaciones junto con Sergio, quien se unió al proyecto este año. Ambos coinciden en que están aquí cada fin de semana para ser la oportunidad que un día quisieron tener.




***

El 5 de noviembre pasado tres niños del proyecto comunitario se vistieron de pantalón negro y camisa blanca. Al menos 50 personas los observaron. Fue la clausura de la promoción de Tercero Básico del Instituto de la comunidad, su primera presentación oficial. Los tres, junto con Mauro, hicieron sonar la marimba que una familia donó.

Para llegar a este día, en los últimos meses viajaron de Pampojilá hasta Panajachel para ensayar. Fue hasta hace unas semanas que la marimba se instaló en una de las habitaciones de la casa de Mauro. Los nervios estuvieron presentes, pero también el deseo de hacer música en ese escenario. 



Mauro, el hombre que vendió su terreno para comprar un piano.

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