Venturas y desventuras de una encuestadora imagen

Las vemos por las calles, van de puerta a puerta y recolectan opiniones según el proyecto. Les toca contemplar, sol, lágrimas y amenazas.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Tras 20 años de dedicarse a las encuestas, Suseth cuenta que esa rama del mercadeo no ha cambiado mucho. El dinero que recibía era Q5 por boleta llena en los años 90′; ahora son Q10. Sin embargo, no llega al salario mínimo, pues “te contratan por cinco días, te dicen que podés hacer todas las encuestas que querrás, incluso 20. Hacés cuentas y decís Q200 el día, pero ya en la calle la verdad es otra… y ellos lo saben”. Relatar las venturas y desventuras de este trabajo es la lectura de hoy.




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“Yo pienso que soy buena encuestadora. Según la encuesta, me toma de 10 a 15 minutos. Pero hay unas que requieren 30 y la gente se aburre. Las más grandes son acerca de medios de comunicación, pero la gente no las aguanta. Son muy largas y te dejan a la mitad la encuesta. Entonces esa boleta no te la pagan… pero yo no creo que esa encuesta a la mitad la empresa la deseche. Eso es lo que pensamos entre los encuestadores.

Acerca de las empresas de mercadeo que realizan encuestas, una sabe. Todas tienen mala fama, porque te dicen ‘solo se verifica la entrevista’. Acá en el país solo hay dos empresas que pagan a los 15 días de realizado el trabajo. Las demás tardan 1 mes, 2, incluso 4.

He realizado entrevistas de todo tipo, desde las menos complejas de cereales hasta más complejas dirigidas a gerentes.

Encuesto porque me gusta hablar con la gente, conocer sus opiniones y la idiosincrasia de cada pueblo, lo que piensan de un determinado producto o el acontecer nacional –en el caso de las encuestas sociales. Ahí he aprendido mucho.

El problema es que pagan muy mal para el trabajo que uno hace. Todo lo que caminás y pagan tan poco… Hay una empresa que te da Q45 para desayuno y almuerzo. En realidad es muy poco, te da mucha sed de tanto caminar.

El día habitual

Te citan a las 7 de la mañana. Te dan Q10 para transporte y Q20 para almuerzo. El dinero del bus no te lo dan, lo recibe el supervisor. Si se utilizaron solo dos camionetas, los Q8 restantes se los queda el supervisor. Eso es habitual. Yo por eso no trabajo con esas empresas.

Mientras, hay otras que te llevan en auto y solo te dan para el almuerzo. Pero es mejor, te abunda el tiempo. En camioneta tardás una hora o una hora y media en llegar.

Entonces entrás a las 7 de la mañana –o a veces a las 6– y salís a las 6 de la tarde. En ocasiones, si vas en auto te acercan a tu casa. Pero si es en bus llegás a tu casa a las 8 de la noche y al día siguiente de nuevo a las 7.

Por lo general somos un grupo de 5 con el supervisor. Al llegar a la colonia, el supervisor te indica en qué cuadra trabajar. Llegás, tocas el primer timbre. Si por suerte te atienden en ese, debés dejar dos casas de por medio para tocar el segundo timbre. Es decir, solo puedo tocar cada 3 timbres. Así es la norma del mercadeo.

Una jornada habitual es de 8 a 1 de la tarde, 20 o 10 minutos para comer y luego continuar.

Las desventuras

1. A veces tocás una puerta y sale una señora llorando. Cuando te ve es como que se le abre el cielo y se empieza a quejar. Y vos vas a preguntar, ¿qué dentífrico usa? Te dicen, ‘pues fíjese señorita…’ y se quejan. Te cuentan que el esposo las golpeó. La instrucción es escuchar un minuto o dos, y luego le volvés a preguntar… ¿qué pasta dental usa?

2. Cuando ves a los encuestadores que falsean las encuestas, la broma es ‘estás entrevistando al poste’ o ‘¿te la estás fumando?’. A mí eso no me parece. Creo que lo hacen por terminar rápido, o porque les pagan muy poco.

3. Una persona me tiró la encuesta en la cara. Fue un proyecto en el que un banco solicitó entrevistar gerentes financieros acerca de la fusión que realizaría. Antes de llegar se realizaban las citas, y ya hechas se llegaba a las empresas. En esa ocasión pedí hablar con el gerente. Era un señor que parecía muy culto.

Me presenté, le recordé el motivo de la cita y fue entonces cuando tomó la boleta, la revisó y me dijo, ‘yo no tengo tiempo para esas babosadas’ y me la lanzó en la cara. La recogí y me di la vuelta con ganas de mentarle la madre.

Claro, no es la regla, pese a realizada la cita, te manda a decir con las secretarias: ‘el gerente no la va atender, no le interesa… porque está ocupado’. Sí recuerdo que en ese proyecto, en una empresa muy grande de Guatemala, me atendió solo un gerente y me dio toda la información que necesitaba. Hasta café me ofreció. Fue muy cortés.

4. Cuando entrevisté en zonas rojas, un joven nos siguió durante varios días. Yo le avisé al supervisor. Él me dijo, ‘no se frikee, no creo que nos esté siguiendo’, pero me quedé con la espinita.

Al cuarto día de encuestar en esa colonia regresé a entregar la tablet para que la viera el supervisor. Entonces vi que un joven estaba parado frente al carro, y otro hablaba con el supervisor. Entonces una señora me jaló del brazo y me entró a su casa. Me dijo, “entre señora, hay problemas en su auto”. Esperé y dos minutos después venía el supervisor y me subí al carro. Cuando vi, una compañera que ya estaba adentro lloraba y el supervisor iba blanco como papel. Me explicó que el señor frente al auto los apuntaba con una escopeta hechiza y el que se acercó a la ventanilla llevaba una escuadra. Ordenó que nos fuéramos de ahí, que no nos querían, que era su territorio. Y pese a la explicación dijeron, ‘carro polarizado, carro balaceado. Váyanse, no los queremos aquí’. Eran jóvenes normales, sin tatuajes, con zapatos de cuero, pantalón de lona, camisa semiformal.

5. Hay gente a la que le tocás la puerta y te deja parado. Ni siquiera te dicen no. No faltan los que te tiran la puerta.

6. Durante las elecciones estábamos en una aldea de Huhuetenango y comenzamos a encuestar. Momentos después apareció un carro con placas oficiales. Se detuvo y bajó el representante del Consejo Comunitario de Desarrollo (Cocode). Nos preguntó que qué hacíamos. Le explicamos, incluso el supervisor le recordó que ya habíamos pedido permiso, y dijo. ‘Ah sí… es cierto. Vengan, pongan en las encuestas lo que yo les diga’. En ese momento, para no crear problemas, seguimos sus instrucciones y marcamos a favor de un candidato, pero no guardamos el documento en la tablet. Luego las borramos. Salimos muy asustados.

7. Rumbo a Santa Elena Barillas nos detuvieron en una talanquera y nos preguntaron que a qué íbamos y contaron cuántos íbamos. Luego una compañera que venía cansada se durmió y se apoyó en mis piernas. Cuando llegamos al lugar apareció un indígena con machete en mano y nos preguntó, ‘¿dónde dejaron a la mujer haciendo fechorías?’. No la vio, pues iba dormida. La tuve que despertar. Huehuetenango es el lugar más delicado para encuestar.

8. En Huehuetenango hay una región en la que cada 10 kilómetros hay talanqueras, y en cada una hay que dejar Q10. Esa vez pasamos como cinco.

9. Cuando uno encuesta en el altiplano es por cuotas, son como 24 por aldea. Es muy difícil entrevistar a las mujeres, porque la idiosincrasia del occidente es complicada. Cuando preguntás, ‘¿señora, la puedo entrevistar?”, ven al esposo y si él asiente entonces las entrevistás. Cuando llegamos a la pregunta, ‘¿por quién va votar?’… miraban al esposo y decían: ‘Por quien diga mi esposo’. Entonces tocaba preguntarle al esposo y, tras responder, ellas repetían.

10. Fuimos a una aldea de Huehuetenango, más arriba de Santa Eulalia, en Santa Elena Barillas. Comenzamos y una persona nos dice, ‘¿ya le hablaron al Cocode?’. Respondemos que no porque no lo hemos logrado. Nos rebate, lo llama por celular y ordena, ‘dijo que dejen el carro acá y vayan a hablar con él’. Va el supervisor y un encuestador mientras aguardamos.

Este le dijo, ‘sí les damos las encuestas, pero dejen a las mujeres aquí y que los hombres las hagan’. Pues entonces no –le rebate. Los compañeros regresaron más corriendo que caminando a donde estábamos. Subimos a la unidad móvil y cuando volvimos a ver, venían los ancianos con machetes y el Cocode con armas. El supervisor aceleró y fuimos a parar hasta Santa Eulalia.

11. Es muy feo entrevistar en Colotenango, Huehuetenango. Ves casa – cantina, casa – cantina. Una a la par de otra. Cuesta mucho porque están ebrios. Encontrar 8 personas sobrias es complicado. En mi opinión es un pueblo de bolos. Hasta los niños. Yo lo vi. Aunque no lo creás, así es.

Las venturas

1. Hay gente que te entra a su casa. Te ofrecen un vaso de agua y claro, te da miedo porque no es agua filtrada. Un vez me dieron agua turbia, pero no quise beberla.

2. En la Blanca, San Marcos, eran como las 7 de la noche y la señora que encuesté, bastante humilde, me preguntó si habíamos comido. Le dije que no, que comeríamos en el parque y si no, pues hasta llegar a Pajapita. Ella, al terminar la encuesta, me pide que la espere. Entra en su casa y regresa con un pedazo de pollo. Estoy segura de que era, o una parte, o su comida. Un pedacito de pollo y 10 tortillas. Tenía que aceptarlo.

3. Una señora de Santa María Chiquimula, Totonicapán, luego de presentarme me dice, ‘¡qué nombre tan bonito!… espéreme señora… ‘¡fulana! (a gritos), fulana!”, y apareció una joven de unos 20 años embarazada y le dice.. ‘¡Mirá, si es mujer ponele así, ¿cómo dice que se llama señora? –Suseth. ¡Mirá qué bonito! Ponele así. ¿Cómo se escribe?’… y se los apunté.

4. En Huehuetenango, un cocode, no recuerdo de qué aldea, nos dijo que fuéramos a hablar con el maestro de escuela. Al llegar, él nos presentó con los alumnos. Dijo: ‘Miren niños, ellos son encuestadores, y es una forma en la que se conoce quién podría quedar de presidente’. Y les hicimos dos o tres preguntas a los niños. Fue hermoso.

5. Hay gente que me sigue para que los encueste… y no se puede. Pero la gente me sigue, y toca encuestarlos, pero sin tomar en cuenta su respuestas porque no sería una recopilación válida.

6. En otras ocasiones te tratan muy bien, te entran a su sala y te dicen, ‘pregúnteme lo que quiera’. Eso ocurre en todo el país.

7. He conocido muchos lugares bellos. Aunque al supervisor no le gusta que paremos, lo obligamos para tomar fotos. Hay un lugar en el camino de Huehuetenango para Santa Eulalia que es hermoso. O las vistas en Paquix, ¡qué lugres más bellos! Una dice, aquí me quisiera quedar”. 

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