Trabajar en Navidad no es Navidad imagen

Profesiones en las que, a nuestro criterio, no se lo pasa muy bien que digamos para estas fechas.

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Tras una sesuda reunión, con el equipo de Relato concluimos que esta es una selección de los peores trabajos que se pueden tener durante la época decembrina. El criterio fue “lo más lejano a una dulce Navidad”. Esta es nuestra lista, y claro está, las sugerencias son bienvenidas.




Santa de centro comercial. ¿Que cómo se nos ocurre meter a este viejito bonachón en la lista? Es muy simple, lo decimos por los malos ratos. Explicamos un poco. Todo es alegría cuando un nene se acerca y pide regalos; el problema es cuando lo que solicita va más allá de la realidad.

No se trata de pedir la colección completa de los héroes de DC Comic. No, esto es cuando una nena pide “que papá regrese a casa”; o, incluso, escenarios más complicados como: “Mamá murió y quiero verla de nuevo, ¿la puedes traer a casa, Santa?”. Es un escenario ruin que nos acuerda de que la realidad a veces es perra. Es por esos momentos que ser Santa ha de ser difícil. Cuando la inocencia te pone entre la espada y la pared dirás el jo, jo, jo, jo más falso de tu vida.




Personal de aeropuerto. Aunque en los últimos años el horario de entrada y salida de vuelos ha variado, trabajar en una terminal de aeropuerto ha de ser bien complicado. Pero, al parecer, son más mieles que sinsabores. Ana Arroyo ha trabajado durante años en la terminal La Aurora y este es su Relato: “Pues una de las historias que más me disfruto es cuando viajan los abuelitos a visitar a los nietos que viven en los ¡unais!

Son de aquellos abuelitos que apenitas saben a dónde van. Los hijos solo les avisan que ya está su “pasaje” listo y que tienen que estar en el aeropuerto el día del viaje (que tampoco saben en qué fecha es) a las 4 de la madrugada. Entonces recibís a los abuelitos vestidos con sus mejores galas: al abuelito de traje y sombrero, y a la abuelita de vestido de encaje y ¡zapatos de tacón!

Sacan su estuche de cuerina azul, que les dieron en la agencia de viajes del pueblo –la única–, muy orgullosos te la entregan para que uno les haga el favor de ver si llevan allí todos sus papeles: pasaporte, DPI y el papelito donde les apuntaron la dirección a donde viajan y el número del pariente a quien hay que contactar en Estados Unidos por si algo pasa.

Pero antes hay que pesar sus maletas y asegurar que no lleven algo que no sea permitido. Te abren su maleta felices y orgullosos porque en ella llevan ¡de todo para pasar las fiestas! Entiéndase: tamales, chuchitos, tamales de viaje, chiles rellenos, ensalada rusa, gallinas de patio asadas para el almuerzo del 25, frijoles, crema y los quesos de rigor. Y para los patojos no pueden faltar los Tor Trix, los ricitos Diana y las Chiquis. ¡Todo bien! Las fiestas están cubiertas.

Llega el momento de hacer el check in y te entregan de nuevo su estuche de cuerina con sus papeles. Sacás el pasaporte y con tristeza notas que ¡está vencido desde hace dos años! ¡Por la vida de las piiiiiiiiiippppppp! ¿A qué hora los mandas a renovar sus pasaportes? Y se topan con largas colas en migración… ¡O cerrado por la temporada! ¡Te querés morir!”.




Personal de salud. El fin de semana pasado tiene un sobrenombre o, al menos, solía tenerlo: el turno del diablo. Y no es para menos, la cantidad de accidentados por consumo de alcohol crece exponencialmente. Muchas personas no logran llegar a la cena de Navidad.

Si sobreviven, en casa puede que les espere un “almuerzo navideño”. Mientras tanto, médicos, enfermeras y bomberos deben sortear estos días con decenas de incidentes, debido a los percances, algunos pacientes pierden extremidades –y en otros casos no dejarán nunca el intensivo- una agridulce Navidad.




Cajera(o) de supermercado. En la anterior nota nos sorprendimos con que siempre no, trabajar en un banco para estas fechas no es tan caótico como se espera. Ok, está bien, pero trabajar en un supermercado… lo siento, no ha de ser bonito. Uno como usuario ve lo muy intransigente puede ser el comprador compulsivo de la temporada.

No son todos los casos, pero, digo, de que ocurre, ocurre. ¿Qué decir de aquel consumidor brillante que paga con cheque? Sí, pasa, lo hemos visto, no es un mito, aún se le ve. Su meta es hacer que los demás perdamos el tiempo.




Cementerio o funeraria. ¿Qué más antinavidad que trabajar en estos lugares? Si algo sabemos es que la muerte trabaja 24/7 y no se cansa. Además, nos surge una duda razonable: ¿es de buen gusto decorar con motivos navideños la funeraria o la oficina del cementerio? Complicado eso de la Navidad en un ambiente tan lúgubre, ¿o nos equivocamos? No es que se realicen posadas de mausoleo en mausoleo… ¿o sí?




Cobrador de tarjeta de crédito. Muchá, en serio, qué trabajito el suyo. La mara está en plena conga emocional, se acaba el año, viene la Navidad y tal… y ¡zas! Salen ustedes con su actitud de “PAGUE A LA TARJETA”. Y es que actúan como si el dinero fuera suyo.

Claro, no justificamos el ser mala paga, pero lo hacen ver como si uno fuera el ladrón, como si la tarjeta no tuviera esa su ecuación rara y complicada en la que uno termina pagando el triple. Digamos que santos no somos, pero eso de llamar en el momento menos oportuno y actitud de cobrador de impuestos medieval, dan ganas de mandarlos a celebrar la Navidad a la estratósfera. “¡Usted sabe que debe y tiene que pagar! –Es correcto, señorita, pero a mí me pagan hasta fin de mes. ¡Pero es que ya es 19 y usted tuvo que pagar el 15! ¡Mire de dónde saca dinero! –Es correcto, señorita, pero a mí me pagan hasta fin de mes. Y así ad infinitum…




Personal de seguridad. En esta categoría entran policías, agentes de Emetra, Emixtra y los guardias de seguridad privada. Entre detener conductores ebrios e intransigentes que no respetan nada.

En este momento ocurre un fenómeno interesante: por más irrespetuoso que sea el conductor, la policía o agente de tránsito sabe qué hacer para someter al orden al conductor irresponsable… pero el agente de seguridad, no. Él recibe reclamos y gritos de la gente que olvida por momentos el espíritu navideño, sin ignorar que debe recibir sol todo el día y tener esos horarios desalmados de 24 por 24. ¿Cómo pasaste tu Navidad, papi? –De pie, cuidando la puerta de la empresa que vigilo. Esa sí es una triste historia.




Empacar regalos. “¿Señorita, no tiene otro color? Esa moña está toda shereta, ¿no tiene una más bonita?”. Y comentarios así seguramente pueden llevar a alguien al punto de quiebre: “Hay, no, señorita, es que a los pobres no les enseñan a empacar regalos”. Sí, esas cosas pasan.

Pasa el tiempo y uno se pregunta, ¿esta señora estará consciente de que ese empaque terminará roto? ¿Es posible que, al entregar el regalo, el agasajado diga ‘hombre, ¡pues qué belleza de empaque!, lo abriré con cuidado para conservarlo para siempre, como seguro durará este set de vasos?”.  Por desgracia, es una tarea destinada principalmente a mujeres. ¿Será porque los hombres somos torpes para envolver cualquier cosa? Nunca lo sabremos.




Tienda de conveniencia. ¡La de historias que tendrá esta gente! No nos engañemos: en diciembre y a altas horas de la noche uno no se topa en estos lugares con familias, ancianitas o caballeros que van a comprar el diario. No, acá se ve esa fauna y flora nocturna guatemalteca que uno no sabía que existía. Pero para estas fechas en las que los sentimientos están a flor de piel, el escenario ha de ser, cuando menos, intrigante.

Escenario: sábado 24 de diciembre, tienda de conveniencia a las afueras del casco urbano, 23:50 horas. ¿Qué tipo de gárgola anda de compras? ¿Quién a esa hora pide gasolina, una cajetilla de cigarros, intenta comprar licor y, además, una oferta de hot dogs?  

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