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Mi mamá lo comenta y recuerdo un poco que desde que éramos menores con mi hermana, solíamos hacer durante vacaciones distintas actividades para ganarnos algunos centavitos para Navidad.

Valiente mi madre que nos permitía hacer esto. Muchas gracias mamá. Íbamos de casa en casa tocando puertas preguntando ¿Desea que le encalemos su banqueta? Lo hacíamos muy bien, mi madre antes de irse a trabajar nos dejaba preparada la cal -para que no nos quemáramos realizando la mezcla – luego mi hermana y yo salíamos a chambear. O bien como en otras ocasiones junto a mi primo Pablo, solíamos vender gelatinas en vasito, incluso recuerdo que hacíamos mamuts caseros. Si los que venden en las tiendas te gustan, los mamuts que nosotros preparábamos que hubieran encantado, eran una fiesta de chocolate por donde quiera que mordías -. Fueron años y vacaciones maravillosas.

Luego ya con suficiente edad para que me aceptarán como vacacionista en algún sitio, ojo siempre que también admitieran a mi hermana. Íbamos las dos o no iba ninguna. Encontramos un lugar extraordinario, si bien recuerdo, fueron tres años de vacaciones realmente divertidos, mucho aprendizaje, pero la misma dosis de diversión. Al menos esa fue mi percepción, agradezco por ello. 




Obviamente crecí, me gradué del colegio e inicié la universidad. Y para pagar los estudios necesitaba un chance que al menos cubriera la cuota de la universidad, porque para mi bendición tenía techo y alimentos en el hogar de mi madre. Han pasado 6 años desde que me gradué del colegio, han pasado 6 años desde que me lancé – con mucho miedo, ansiedad y nostalgia – al océano laboral. 6 años en los que he tenido más empleos que el mismo número 6. No me avergüenza comentarlo. Porque seguramente a ti también te ha sucedido. Muchos me acusan de inestable, mientras a mí me apasiona y alegra serlo.

He sido una buena empleada sin embargo, pienso en el porqué de mi recurrente “inestabilidad”, y entre muchos aspectos que a lo mejor en otra oportunidad te comparto, detuve mi pensamiento en algunos escenarios absurdos a los que me enfrenté siendo una buena empleada. Escenarios en los que tú seguramente también has sido protagonista. Imponiendo regla innecesarias a diestra y siniestra.

Algunos aseguran que no hay poder que me frene, en lo cual seguramente tienen razón. Y la verdad me parece genial, prefiero ser así que una marioneta. Me niego a esa idea. A lo mejor soy así porque desde pequeña – si recuerdas las encaladas de banquetas, las gelatinas o los mamuts – mi madre me enseñó a hacer lo que quiero hacer, porque realmente deseo hacerlo. Siempre con respeto y humildad, pero sin reprimir mi esencia. Y siento que en la mayoría de trabajos eso es lo que buscan, reprimir tu esencia hasta crear un ejército de marionetas para que todos al unísono respondan ¡Sí señor!

Sea como sea, te comparto alguna de las reglas más absurdas con las que me he topado, e incluso algunas con las que mis amigos más cercanos también lo han hecho – si te has topado con otras no dudes en compartírmelas -.




1. Inflexibilidad en horarios de chance, descansos o incluso horas de almuerzo.

“Sea la hora que sea tienes que estar pendiente del celular porque es chance y para eso te pagan” – ¿Y mi vida qué?

Tengo media hora para comer; 3 minutos calentando la comida en el micro, que para lograr hacer eso tuve que hacer una cola de 5 a 7 minutos, ahora solo me quedan 20 minutos; como en 5 y voy a guardar mis trastos en 3 minutos hasta mi escritorio, porque si los dejo en el comedor me los roban. Corro al baño, implorando no esté lleno porque ya me hago pipí y tengo que cepillarme los dientes, dos de los 3 inodoros están ocupados, el otro no sirve y a eso hay que agregar una cola de 5 chavas más. Seguramente cuando pueda ingresar al baño ya me explotó el riñón; de los dientes ni te cuento, mientras hacía pipí tuve que comenzar a cepillarlos para solo salir, lavar mis manos, enjaguarme y correr a mi escritorio. Si, llegué 5 minutos tarde. Desde la oficina del jefe veo caer el rayo sobre mí. No todos son así, pero hay varios que sí.

2. Solicitan documentación innecesaria cuando el escenario es evidente, como constancia médicas o incluso actas de defunción.

Hace un par de años falleció la abuela de un amigo, llamó a su trabajo – callcenter – avisando lo sucedido. ¿Sabes lo que le pidieron como “constancia”? el acta de defunción de su abuela. Solo de escribirlo me indigna.

3. No pueden usar Internet

Una pregunta antes de bloquear medio Internet ¿ya confrontaron a la gente que no lo está usando adecuadamente? No, porque les da pena, “seguramente se sentirá ofendido”. Ofendida yo que por culpa de gente así, no se puede navegar tranquilamente.




4. Prohibición de teléfonos móviles

Nada que comentar al respecto. Esta regla me parece una gran tontería.

5. Códigos de vestimenta

Muero cada vez que hablan de esto. Tacones, maquillaje, peinados, vestidos, etcétera. YA BASTA. O sea ¿mi ropa interfiere con los resultados de mi chance? NO señores. A lo mejor algún día comprenden que mis botas, morral, pearcing y tatuaje no definen mi capacidad producción, no interfieren con mis resultados.


Pero seguramente tú al igual que yo has vivido la experiencia de alguno de estos escenarios y no por eso te has rendido.

Y hoy como todos los días nos topamos con la realidad diciendo,

¡Sea como sea, pero gracias a Dios hay trabajo!

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