La cacería de Grinchs comenzó imagen

Hay grinchs en la familia, en la oficina o entre los amigos, y todos son abatidos por no querer a Santa y compañía. Pero, ¿merecen el escarnio?

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Comienza diciembre y con él vienen Santa, sus amigos y un sujeto sumamente agrio y divertido: el Grinch. Pero de un tiempo para acá, cualquier persona que presente un solo rasgo antinavidad es sometido a señalamientos y humillaciones públicas solo por no celebrar las fiestas de fin de año, cuya algarabía comienza hoy (oficialmente).

El Dr. Seuss publicó el libro infantil How the Grinch Stole Christmas! en 1957 como una crítica a la superficialidad de la época. Su meta era que el lector valorara las fiestas de fin de año por lo que son: el fin de un ciclo en el que debemos compartir. Ahora, varios grinchs anónimos nos dan sus testimonios y nos cuentan cómo el fenómeno se nos ha escapado de las manos.

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Lanzamos en redes sociales la convocatoria para entrevistar al Grinch más Grinch, pero o nos cobraban por la entrevista, o eran tan grinchs que no se prestaban para el ejercicio. Sin embargo, reunimos un grupo de Relatos que nos explica por qué la época genera desazón.

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No niego que durante años me he divertido burlándome de los demás por la hipocresía navideña, pero me cansé. Como que te das cuenta de que la gente seguirá de hipócrita todo el año y, a veces, ni pensando en esas madres andás y la gente te señala de ser ‘antitodo’. Y no es eso, es que la hipocresía te ahoga.

Ahora ya me da igual eso, quizá por la edad. Soy un anciano encerrado en el cuerpo de un jovencito de 45 años, ¡já!”. Grinch de la tercera edad.

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No es que no me gusten estas fiestas, de hecho me encantan los regalos. Solo es que me gustaría darlos y recibirlos sin hacer un escándalo. La Navidad es ese cuento en el que las familias juegan a quererse. Aunque, a diferencia de Cenicienta, el hechizo se acaba antes de medianoche. Es más, a las 8 la escenografía ya está ardiendo.

Podría ser una bonita época –mucha comida y alcohol–, si no fuera por esa musiquita que hace que te den ganas de cortarte las venas y no de celebrar”. Grinch en llamas.




Yo amo la Navidad, pero solo por un detalle me llaman Grinch. Y es injusto, porque yo hasta doy buenos regalos, pero, amigo… las pasas… –¿Las pasas? –Oh sí, mi amigo. Las pasas sacan la demonia que vive en mí. Es que no entiendo por qué en Navidad todo lleva pasas.

Las aborrezco. Es eso de: un pastel y te aparece la pasa; el pavo y una pasa; el tamal de la bisabuelita y ‘¡sorpresa!’, una puta ciruela pasa. El strudel sería riquísimo si no tuviera pasas. No entiendo por qué no ponen pasas en el árbol o en el nacimiento. Tuve un novio que me regaló una cajita de pasas para Navidad. Solo diré esto: pasa a dormir a otro lado”. Grinch pasada.

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Para ponerlo en contexto –jajajajaja–, era así: Escena de Álvaro feliz porque va a recibir su cumpleaños [el 25 de diciembre] y esperaba las 12 para abrir sus regalos… y ¡no!… era solo un regalo… y muchas veces era calcetines o camisetas, quizá uno que otro juguete, y ya. Luego preguntaba, ‘¿y los de Navidad?’… –‘MIJO, ESOS SON tu regalo de santo y Navidad’…

–corte a– risa macabra de mi papá…

–corte a– close up de la cara de Álvaro, furioso, dando sus primeros pasos hacia un futuro hater puberto, ¡jajajaja! No es bonito ver cómo tu Navidad se derrumba de esa forma. Y el remate es escuchar: ‘¿y solo un regalo te dieron? Awwwwww…. ¡Pobre perdedooooooor!’

Olvidaba el remate de adulto. Es cuando te escriben o llaman, pero el 26. Algo así como, ‘Vos… ayer fue tu cumple. –Simón. ¡Ah! Perdoná. ¡Es que estaba de goma! ¡Agh!, jajajajaja. Entonces mejor me río y lo celebro”. Grinch efeméride.




Mira vos, a mí la Navidad me pelaba desde hace muchos años. Lo único que rescataba era ese villancico, ‘Mira cómo beben los peces en el río’. Para mí diciembre era un mes en el que me la pasaba ebrio en convivios y feliz. Digamos que Santa, Rudolph y Jesús eran parte del decorado y molestaba a los demás con eso. Pero conocí a esta chica y eso lo dejé en el pasado… hasta que de regalo me dejó justo el 24 de diciembre.

Ahora sé que lo hizo por chingar. En ese momento fue una puñalada por la espalda; en ese momento sentí cómo me torné verde, peludo, con ojos amarillos y me volví una chibolita de resentimiento y vacío. Odié la fuckin Navidad. Ese diciembre lo terminé tirado en el suelo, llorando como mujerzuela y maldiciendo las campanitas de Belén. Sentía cómo su recuerdo me pateaba el estómago. Quiero hacer la distinción de que, pese a ello, no me puse ninguna borrachera. Pero como siempre he dicho, ‘todo tiene un fin, pues nada es para siempre’, recordé que la Navidad es para estar bolo y feliz. Digamos que ya hice las pases con Santa. Y, ¿qué vaver, pues?”. Grinchara.

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“La verdad es que desde hace 10 años soy una grinch solapada, pero por ser madre tengo que disimular mi amargura por mi familia y sufro en silencio y sin molestar a los que sí disfrutan.

Mi historia es triste y viene desde la infancia. Creo que muchos problemas familiares pasaban durante las fiestas de Navidad. La zona 5 en los ochentas y en Navidad era muy diferente a la bonita vecindad del chavo. Los adultos se dedicaban a beber y a arruinarlo todo mientras ignoraban a los niños. Ese recuerdo nunca se borró y cada vez que llega diciembre me acuerda de los tíos ebrios, de las tías enojadas, de los primos haciendo maldades, de los vecinos invadiendo todo con su bulla.

Cuando comprendí que era atea la cosa cambió. Resté importancia a la fiesta, ahora simplemente ya no significa nada para mí. Es mucho mejor y veo todo desde afuera. Tomo whisky (solo en esta época), me dedico a comer rico, saludo y sonrío con educación y espero a que pase todo. Me emocionan más las rebajas de enero…”. Atentamente, la Sra. Grinch



El problema con el Grinch es que tiene el corazón dos veces más pequeño de lo normal. Nada más.

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