Juan Chapín se expone al mundo… y cierra los ojos imagen

¿A quién y a qué se refería Pepe Milla con el término Juan Chapín? Al rato y no es precisamente el cenit de la guatemaltequidad, ¿o quizá sí?

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A un costado del Cerro del Carmen hay una avenida dedicada a este personaje, que puede no ser tan conocido. Juan Chapín nació de la pluma de Pepe Milla. Sin embargo, esta figura representa algunas cualidades –un poco cuestionables– del guatemalteco. ¿Qué habrá querido decir Milla y qué tan alejado está Juan de la realidad?

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A 141 años de la primera edición del libro Viaje al otro mundo pasando por otras partes, una de las obras en las que aparece este personaje, el escritor y editor Eduardo Villalobos nos da una radiografía de este chapín… vos dirás si Milla estaba equivocado.

“Primero recordemos que la visión de Pepe Milla es una visión conservadora. Era alguien de las élites que quería evidenciar el provincialismo chapín y eso, de alguna manera, es Juan. Milla era un intelectual que, dentro de su visión, era abierto al mundo.

Ahora, lo que quería evidenciar con Juan Chapín es cómo este se cierra al mundo, un ser pueblerino, provincial, que se cierra a lo nuevo, a la diversidad, a lo que no conoce. Eso es lo que refleja y es lo que aún se encuentra en la sociedad guatemalteca.

Imaginá, ahora con el escándalo de la Sexta, la gente dice, ‘¿por qué friegan al alcalde? Si la ciudad está bonita y limpia… tenemos una ciudad bonita’. Es como si yo tuviera una casa medio hecha lata, pero digo ‘es bonita’ porque no conozco otras casas; eso es lo que le pasa al chapín. Dice, ‘Guatemala es una ciudad grande y cosmopolita’ y es por el puro provincialismo, por el desconocimiento de que hay otras dinámicas.

Dejá los edificios o la belleza de una ciudad, es la dinámica asocial. Parques, espacios de convivencia, de pintura, es lo que no hay en la ciudad de Guatemala y eso es lo que le pasa a Juan Chapín; mira todo eso pero le parece mejor lo de Guatemala, lo que él conoce.

Del Juan Chapín de 1875 [fecha de la primera edición], a casi de 150 años, parece que no hemos cambiado mucho en esencia, en el de ‘lo mío es lo mejor’, en el sentido de la poca apertura hacia el mundo. Lo que pasa es que cuando gana la Revolución Liberal de Guatemala lo que hace Pepe Milla es irse de viaje por el mundo, y es ahí donde escribe. Con su alter ego, Salomé Gil, busca a un acompañante –que es Juan Chapín– y se lo lleva a El Salvador, recorren EE. UU. y se van a Europa. De hecho es una novela poco conocida.

Con ella retrata la caricatura del chapín de ese siglo y que todavía es aplicable al chapín moderno. Hablando de comidas, por ejemplo, no se da cuenta de que a un extranjero, al ver una maleta de frijoles volteados, lo que le podría dar es una sensación de desagrado, pero él lo que piensa es que son lo ‘máximo del mundo’. Piensa que el fiambre, ‘¿a quién no le va gustar?’, pero no se da cuenta de que el fiambre es más una cuestión de la memoria… de la infancia, una comida familiar de carácter ceremonial que se degusta una vez al año… pero de eso no se da cuenta.

Piensa que la ciudad de Guatemala es modernísima, limpia y bonita, y no se da cuenta de que hay ciudades como la de México (por lo menos en su centro), o Bogatá y Lima, hablando solo de América Latina (no digamos Europa o Asia) con una mejor calidad de vida.

Lugares con parques urbanos, con plazas donde se realizan actividades culturales, museos, calles peatonales, no solo la sexta… entonces ese tipo de visión es la que todavía continúa… y se está tan cerrado al mundo que lo único bueno o bonito que le interesa es lo de Miami, Estados Unidos. Es hacia ahí a donde mira. Casi nunca mira a otros espacios, ni siquiera le interesa el cómo será Buenos Aires, o cómo serán otras cosas…

Si tu pregunta es que en 1875 se entiende, pero ahora, con Internet podemos conocer otras latitudes, es precisamente eso lo que evidencia a Juan Chapín. Presencia al mundo con sus ojos y se cierra. Dice, ‘¡hay, no, es mejor lo mío!’. Eso le pasa al chapín, una especie de falso nacionalismo que probablemente venga de un profundo sentido de inferioridad.

Acá podemos ser tal y cual, pero nos amishamos afuera, se nota mucho. En Madrid mirás un mexicano que es capaz de pedir salsa tabasco, y de viva voz. El guatemalteco no. Dice, ‘¿Qué van a pensar de mí? ¡Qué ridículo!’. ¿Me explico? Ese tipo de cosas. Somos poco abiertos a lo nuevo, a la diversidad.

Yo sé de alguien que en otro lugar del mundo, muy lejos de aquí, un lugar muy exótico, fue al supermercado a comprar algo conocido para comer. Teniendo cosas que nunca volvería a probar, lo que buscó fue una bolsa de frituras.




Siento que lo único que hizo Pepe Milla fue retratar lo que veía. Nosotros somos provincianos desde su perspectiva, pero esa es una característica que aún está. Y no me refiero a alguien de pueblo, me refiero, sobre todo, a las clases medias y altas que tienen la posibilidad de salir al mundo y eso es lo que les ocurre.

‘¡Ay!… yo extraño mis frijoles. Es que yo dos meses y ya sentía morir’. ¿Me explico? Dicen, ‘nada como mi tierra, mi lago, el más hermoso del mundo… mi cerveza Gallo. Es que la cerveza alemana es muy dulzona… ¡en cambio la nuestra, huy no! ¡La nuestra!… El ron, el mejor del mundo, ¡nada como un Zacapa!, yo fui a (cualquier lugar) y en el bar había Zacapa, y yo lo pedí… me salió carísimo, pero yo lo pedí’.

Todas las experiencias humanas se enriquecen con la diversidad. Está bien comerse un tamal, pero por qué no de repente decir ‘quiero probar esta comida de Tailandia’, o estar abierto a otras formas de ver el mundo, otras formas de convivencia social. En la medida en que nos demos cuenta de que lo nuestro no es lo mejor siempre…  en esa medida mejoraríamos a la sociedad. Pero si decimos que ‘lo nuestro es lindo y no hay nada mejor en el mundo’, entonces nos quedamos en la inmovilidad y no ocurre el cambio.

Creo que las mejores sociedades son las que están abiertas al mundo y a la diversidad, lugares donde tenés la posibilidad de de abrirte a otras experiencias. En la medida en que te abrás y conozcás mejoramos como sociedad.

Por ejemplo, de la ciudad de Guatemala dicen ‘es que por lo menos la ha puesto bonita y está limpia’, y eso te impide decir, ‘bueno, necesitamos este tipo de experiencias, o de recursos dentro de la ciudad’, porque como está bonita no se te ocurre que puede ser mejor.

No hay que caer en ‘pobrecito el chapín’. Es reconocer qué hay de nosotros en Juan Chapín y avanzar. Uno está en otras montañas y dice, ‘¡huy! Se parecen a las de la Sierra de las minas… pero el lago de Atitlan, ¡sin comparación, es el más hermoso del mundo!’… al final vivimos de mitos’.

¿Y vos?¿Al viajar te cerrás a experiencias? ¿Extrañás el terruño desde que estás en el avión? ¿Qué tan Juan Chapín sos?

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