Un tumor en la médula espinal ha dejado a Lulú sin poder moverse imagen

Los doctores le diagnosticaron estrés, pero lo que padecía fue más grave de lo que esperaban.

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Lulú o Cookie, como la suelen llamar sus familiares y amigos, de 26 años, siempre se ha distinguido por ser activa y alegre. Nació en un hogar rodeado de amor junto a su hermana gemela. Desde joven le gustaban las actividades físicas. En el colegio destacó por pertenecer al equipo de cheerleading, también por ser una amiga incondicional.







“Es sincera y fácil convivir con ella. Durante los 10 años que la conozco me he encariñado. Siempre nos alegra con sus ocurrencias’’, expresó Aju, amiga de Lulú.




El 6 de enero de 2018, durante una reunión familiar, Lulú manifestó un fuerte dolor en el cuello, al verla que no se sentía bien, los papás la llevaron al hospital. En urgencias le realizaron una radiografía y le diagnosticaron que sufría estrés. Le recetaron medicamentos relajantes musculares.

A las pocas semanas, volvió a quejarse del dolor del cuello, pero como el primer diagnóstico que le dieron los doctores era estrés, los padres de Lulú le pidieron que se relajara. En los meses siguientes el dolor se intensifico, consultó a otro médico y el diagnóstico fue tortícolis por estrés. “Con mi esposo le recomendamos que fuera con una psicóloga para que la apoyara a controlar su estrés, ya que los doctores insistían que mi hija padecía eso”, dijo Claudia.




Lulú estaba desesperada, porque cada vez el dolor era más fuerte. Sentía el cuello tieso, hinchado, inclinaba la cabeza para el lado izquierdo para aliviar un poco los síntomas, pero no mejoró. Visitó varios doctores, quienes no la refirieron a ningún especialista.

“La última vez noté que sus movimientos eran más robóticos por el dolor. Entonces revisamos la lista de los médicos del seguro médico y fuimos con uno que estuviera cerca”, indicó Claudia.

Le contaron al especialista sus síntomas, sin embargo, él no se tomó el tiempo para revisarla adecuadamente. La respuesta del doctor fue que tenía una contractura muscular por estrés. Le recomendó a la familia un tratamiento de más de mil quetzales, que le ayudaría a aliviar el dolor. “Cuando un especialista da un diagnóstico uno le cree. Nos dijo que no era necesario una resonancia magnética”.

Cuando salió de la clínica mejoró un poco, pero ocho días después los síntomas de Lulú empeoraron. El especialista les dijo nuevamente que el estrés era el problema y que el trabajo la estaba matando, que debía renunciar. “Confiamos en su experiencia y el 19 de noviembre de 2018 presentamos una carta de renuncia en el trabajo de Lulú”.




El 9 de diciembre, la familia corrió al hospital, ya que Lulú no movía los brazos ni las piernas. Una doctora la recibió en urgencias y le tomó los signos vitales, algo que ningún doctor hizo antes. Al terminar de evaluarla, le indicó que era un problema de tipo nervioso y que el neurólogo la examinaría. 

“El neurólogo solicitó una resonancia magnética, algo que ningún doctor creía necesario. La trasladamos del Centro Hospitalario la Paz, de zona 11 al de la 14, para que la examinaran”.

La familia nunca se imaginó que el diagnóstico que les dieron ese día les cambiaría la vida. “Era peor de lo imaginado, tenía un tumor en la médula y era urgente la operación”.

El tumor invadió las cervicales y topado la médula espinal, que provocaba ese dolor intenso que sintió durante todo ese tiempo, así que la única solución era retirarlo. El 11 de diciembre ingresaron a Lulú al quirófano, luego de casi diez horas en cirugía salió de la operación. El resultado no fue lo esperado, no se pudo extraer el tumor por completo, se necesitaba otra intervención. 

Después de dos días en el intensivo, de la primera intervención, su recuperación fue rápida, recuperó la movilidad de su cuerpo. Sin embargo, el seguro médico que se suponía que cubriría la operación, no lo hizo. 

“No sé cómo los seguros médicos pueden jugar con la salud de las personas, esto es un negocio, te dicen algo y luego te dejan solo. No solo la noticia de no poder operar a mi hija por segunda vez fue difícil, sino también que debíamos pagar Q190 mil en el hospital. Nos sentíamos rehenes porque no nos dejaban salir. Como pudimos juntamos una parte del dinero, dimos cheques prefechados y firmamos pagarés para irnos”.

El 22 de diciembre salieron del hospital. Y luego de un mes y un día de su primera intervención, el 12 de enero de 2019 operaron otra vez a Lulú. Las consecuencias de retirarle el tumor causó que la médula se inflamará y perdió temporalmente la movilidad de las piernas y los brazos. Después recibieron la noticia de que el tumor era maligno y que necesitaba radioterapias para recuperarse.

“Ha sido una prueba muy difícil, más para ella, ya que después de ser una persona activa no puede moverse. Estamos maravillados de la respuesta de las personas que no nos conocen y se han acercado para ayudar”.




Ayudemos a Lulú

Los gastos de la primera y segunda operación de Lulú, todavía no se han cubierto al cien por ciento, ya que la deuda oscila a los Q185 mil. A pesar de que se retiró el tumor, debe recibir varias sesiones de radioterapias, de las cuales el costo de cada una está aproximadamente a Q7 mil.

Familiares y amigos se han unido para organizar diversas actividades para recaudar fondos. Este domingo 3 de febrero, se realizará una venta de comida en Pasos y Pedales de Las Américas en zona 13. También, el domingo 23 de febrero se volverá a realizar una segunda venta. Asimismo, puedes aportar económicamente a la cuenta número 014 227898 4 a nombre de Claudia Bocaletti en el Banco Industrial. Existen diversas formas de apoyar y si tienes alguna idea comunícate al teléfono 45461634, la familia Bocaletti y Lulú te lo agradecerán.




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