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Augusto se enamoró de Marcela desde el primer día que la vio, parecía que irradiaba luz y su mirada lo dejó perplejo. Ella se le acercó para preguntarle una dirección, pero eso fue suficiente para que él pensara que debían estar juntos siempre. 

Él la invitó a tomar un café y ella le dijo que ese día no podía, pero que con gusto le iba a dar su número de teléfono para que hablaran. 

Desde ese momento se empezaron a escribir y a la semana salieron a tomar un café.

A los pocos meses formalizaron su noviazgo, pero Augusto tenía claro que quería que Marcela fuera su esposa. Se enamoraron y consideraron que vivirían juntos.

A los pocos meses, en una cena romántica, Augusto le pidió a Marcela que se casaran, ella sin pensarlos dos veces le dijo que aceptaba e iniciaron los preparativos para el matrimonio.

El 15 de enero se casaron en una ceremonia religiosa grande, en donde los invitados a la boda eran más de 250 personas y todos estaban felices porque podían ver el entusiasmo en el nuevo matrimonio.

Marcela, al año de casarse resultó embarazada y Augusto era el hombre más feliz del mundo. Nació su primer hijo y a los 3 años el segundo.

Durante los primeros años de vida de sus hijos, Marcela dejó de trabajar y se encargaba del hogar, pero cuando el niño más grande cumplió 10 años regresó a laborar. 

Todo era casi perfecto en su hogar, pero se dieron cuenta que necesitaban a alguien que les ayudara a limpiar la casa, cocinar, entre otros. 

Contrataron a una mujer, casi de la misma edad de Marcela. 

Al parecer en su hogar todo marchaba bien, pero de pronto, Marcela empezó a cambiar, ya no estaba tan pendiente de sus hijos y su esposo. Al inicio, Augusto pensaba que era por el trabajo, porque ella ya no quería salir los fines de semana y se quedaba varias veces en las mañanas en su casa.

Augusto no le tomó tanta importancia, pensó que tal vez estaba cansada, pero no era así.

El hijo más pequeño de la pareja vio a su mamá besar en la boca a la empleada de su casa y le contó a su papá.

Augusto enfrentó a Marcela que le confirmó que estaba enamorada de la empleada de la casa. No sabía qué hacer, le dijo que la perdonaría si la relación con la amante terminaba y su esposa le respondió que no iba a terminar porque quería continuar con su amante.

Él estaba destrozado, toda su familia se desintegraba porque su esposa le estaba siendo infiel. Marcela decidió irse de la casa y dejar a sus hijos con su esposo.

Hasta el momento, Augusto continúa con el proceso de divorcio, además él y sus hijos están asistiendo a terapia para aceptar la situación. Marcela vive ahora con su amante.

El matrimonio duró 15 años. 

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