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Hace unos dos meses, un perro apareció en las calles de la Colonia Cipresales de la zona 6. Deambulaba todos los días y noches, cuando llovía, terminaba empapado y con frío. Al verlo, Julio Romero, estudiante de periodismo y fotógrafo, le construyó al peludo una casita.

Con ayuda de sus padres y hermano, dedicaron un día para terminar el proyecto que haría que Oso, como fue nombrado de cariño, dejara de sufrir por la lluvia, el frío y el calor. “Conseguimos cartón, plástico, silicón y materiales desechables para hacerle una casa. Nos llevó toda la tarde de un sábado”, comentó el joven.

La colocaron afuera de su casa, pero Oso estaba muy asustado. “Al principio, la orinaba y no le gustaba”, agregó Julio. Fue hasta que la familia le colocó comida adentro que el canino se sintió cómodo y se metió. Unos días después, lo vieron echado y dormido adentro. “Dijimos: misión cumplida”, comentó el joven.










A pesar de que la casita es humilde y sencilla, ha aguantado la lluvia gracias a un forro de plástico. Poco a poco, Oso disfrutaba más de su nuevo hogar. La familia y los vecinos estaban muy felices por haberle dado un techo al perro, así que Julio decidió compartir su proyecto en redes sociales.

En pocas horas, su tuit había sido compartido muchas veces, incluso Amílcar Montejo, intendente de Tránsito, había retuiteado las fotografías. “Me alegré mucho de que se haya hecho viral porque sirve para que la gente tome consciencia de los perritos abandonados”, comentó Romero.

El proyecto tocó los corazones de los chapines hasta llegar al alcalde de la ciudad de Guatemala, Ricardo Quiñónez. Romero recibió un mensaje de la Municipalidad de Guatemala que decía que el alcalde estaba encantado con la causa. 










“El martes vi un montón de seguridad afuera de mi casa y vi bajar al alcalde”, contó Julio. Era la primera vez que Quiñónez veía un proyecto así durante su gestión. Esa noche, la familia también pidió un veterinario para que asistiera a Oso y le curaran cualquier padecimiento que tuviera.

A los pocos días, la Municipalidad envió a los veterinarios. “Lo agarramos entre varias personas. Lo revisaron y le pusieron vacunas”, relató Julio. Todos estaban admirados por la altura de Oso, que tiene dos años y cinco meses. Para ser un perro callejero, estaba muy sano y no tenía pulgas ni garrapatas.

Oso recibe el cariño y los cuidados de todos los vecinos del lugar. Siempre tiene comida y agua. “Es increíble que cada vez que uno sale a la tienda o a comprar pan, el perrito nos acompaña. Ahora es el perro de la cuadra”, mencionó el joven, quien también tiene un perro, un loro, una tortuga y un cuyo. Gracias a los Romero, el peludo ahora tiene un lugar donde pasar las noches y crecer como una mascota más.  

Fotos: Julio Romero, Municipalidad de Guatemala.

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