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Es la mayor de dos hermanas, ambas nacidas después de que Madonna cantara Vogue. Se niegan a casarse y dentro de sus prioridades figuran “conocer el mundo y amar sin compromisos”.

Hoy casi llegando a las tres décadas, enfrenta una decisión importante. Una de esas que está segura marcará su vida, “la resuelve o la complica”.

Hace unos años, en busca de un cambio de vida y siguiendo los pasos de su hermana menor, se mudó a la Antigua Guatemala. Así, Ana abandonó un lucrativo empleo en una transnacional, donde el sueldo era en dólares.

“El trabajo era bueno, pero al final no llenaba mis expectativas de vida”, algo le faltaba. Con un buen sueldo, el tiempo personal se reduce exponencialmente y la soltería tiende a asentarse más y más.

Angélica, la menor, dio el paso hace unos diez inviernos. Logró trabajar en algo que le llenaba de pasión, el servicio al cliente y convivir con “esos que hablan otros idiomas” en un pequeño bar de la ciudad colonial.




Así “la anis” tomó la decisión

Fue así como “La Anis”, sin saberlo, dio el primer paso para abrazar el mundo. Durante cuatro años ha trabajado en varios negocios de bebidas y comida.

Las tardes se volvieron noches y las noches madrugadas. “He aplanado las calles de la Antigua como pocos y a horas de menos gente”. El desvelo y el cansancio se hicieron visibles en su rostro y su ausencia se asentó entre los que más la quieren.

La vida en la ciudad colonial perdió su encanto. Vivir a cinco minutos de su casa sin tráfico dejó de ser un aliciente y las ganas de algo más y mejor comenzaron a picar.

Si ella pudo, “yo también”

El ejemplo de su hermana Angélica fue decisivo para Ana. Primero, se embarcó a trabajar en un crucero por las costas europeas y luego volvió a Guatemala.

Al tiempo se mudó a la Antigua y comenzó a trabajar en un bar. Copa a copa y propina sobre propina, la vida de Angélica comenzó a cambiar.

Trabajar en la escena fiestera de la Antigua dejó de ser tan atractivo. Pero fue la monotonía de laborar por las noches y dormir de día, la que le hizo ver cosas que antes no percibía. Así conoció al “gringo” y de una amistad fiestera surgió un romance.

Hoy tres hijos después y tras haber dejado el frío de Milwaukee, Angélica mantiene un tan permanente. Su estilo de vida orgánico la llevó a vivir, junto a su familia, en el medio del pacífico.

Aunque el sueño de Ana, de momento no es casarse, entre sus planes sí figuran tener una relación estable y trabajar en otro país. “Quiero vivir en otro lado, aprender cosas nuevas y ver el mundo”.




Una nueva corriente

Las hermanas forman parte de una nueva tendencia de jóvenes chapinas que quieren salir de Guatemala y llevar una mejor vida en el extranjero. Hoy algunas conocen extranjeros en las redes sociales, chats y hasta sitios de citas online.

Todas tienen claro que el mundo en Guate es demasiado chico y mojigato para sus intenciones. “Guate es demasiado simple y la verdad el cambio va muy lento”, asegura Mayra, una veinteañera que quiere salir a vivir en Bélgica.

Otras, las jóvenes que no les gustan los engaños en la web, ven en el trabajo de restaurantes y bares en Antigua una opción para conocer “al príncipe azul”.

La “Anis” no va tras el príncipe azul, más bien busca un trabajo y crecer como persona. A partir de junio, asentará su vivienda a orillas del río Moldava y en sus tardes cruzará el puente Karlův y con un poco de suerte, antes de que llegue el invierno, algún checo le habrá robado el corazón.




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