Por: Mariana Contreras
La Antigua Guatemala siempre se ha caracterizado por ser uno de los lugares más turísticos del país, incluso es famosa por ser una de las ciudades donde muchas familias con recursos económicos construyen sus casas vacacionales. Pero, la realidad que se vive en este momento a causa de la crisis del coronavirus es distinta.
Muchos residentes de esta ciudad colonial han perdido sus trabajos, se han quedado sin viviendas y recursos; esto debido a que el sector turístico que les genera ingresos a muchos está paralizado.
A pesar de esto, en una pequeña casa color rojo, ubicada en la calle del Hermano Pedro, a orillas del río Pensativo, un grupo de personas se organiza ayudar a los que más lo necesitan en estos momentos de crisis sanitaria.
La Casa del Río antes del coronavirus era un centro cultural que les abría las puertas a muchos artistas guatemaltecos, pero decidieron darle otro enfoque y lo convirtieron en un sitio de ayuda. Al comienzo de esta pandemia un grupo de amigos se dio cuenta de las dificultades que muchas personas estaban teniendo y lo cambiaron. Ahora ahí han dado almuerzos y entregado víveres a los más necesitados todos los días.
Desde las 9:00 a.m. un grupo de voluntarios cocinan para alimentar a casi 250 personas. Al entrar a esa cocina improvisada con tres hornillas se siente en el ambiente un olor a hogar. El aroma que emana de la comida no solo se antoja, sino que resalta el amor con el que se está cocinando. Al estar adentro de ese espacio te sientes en casa, porque todos los colaboradores están dando una pequeña parte de sí a todos los que alimentan.
Muchos de los voluntarios dentro de esa cocina se turnan; en ciertas ocasiones están los chef de restaurantes de renombre de la ciudad, también hay mujeres sencillas y trabajadoras que donan su tiempo. El trabajo es atareado, ya que durante 3 horas deben cocinar 250 almuerzos, sin embargo durante la preparación se comparten risas y la alegría.
El contraste de olores de comida casera y las risas que emergen de ese espacio improvisado son un recordatorio de la calidez que se desprende de los chapines cuando están unidos en familia.
Conforme pasa el tiempo van llegando más voluntarios que se unen a la labor del día. Todos tienen historias y vidas diferentes, pero permanecen unidos por un mismo propósito. En esa pequeña casa de estilo bohemio hay artistas, cineastas guatemaltecos, jóvenes antigüeños, artesanos, un guía turístico de la ciudad colonial, uno de los mimos más reconocidos de la Antigua y una española varada en Guatemala. A pesar de que todos son de distintas ideologías y religiones, están juntos por un mismo objetivo: ayudar.
Entre chistes, risas y pláticas los voluntarios se organizan para entregarle comida a muchas personas que se encuentran en situación de calle, que han perdido su empleo o que se han quedado sin recursos. Gracias a las aportaciones que se dan día a día han logrado crear este proyecto de ayuda llamado “La olla comunitaria”, en Antigua Guatemala.
Lo que más impresiona de ver trabajar a estas personas es que lo hacen sin reproches, con una sonrisa debajo de la mascarilla y sobre todo con amor. A pesar de que se exponen cada día en medio de una crisis de salud y de economía, toman todas las medidas para salvaguardar su vida y continuar brindándole ayuda a los desamparados.
La Olla Comunitaria de la Casa del Río es una luz en tiempos oscuros. Es un espacio donde se recobra la esperanza al ver a un grupo de voluntarios que dan su mayor esfuerzo para alimentar a los necesitados. Son un ejemplo de la solidaridad que caracteriza a muchos guatemaltecos; y a pesar de que ellos tienen sus maletas llenas de dificultades, las dejan a un lado para cargar las de las personas que las tienen aún más pesadas.
