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Esta es la historia de Jacqui, quien se convirtió en el símbolo de las campañas contra este tipo de accidentes.

Anhelos

Tras el divorcio de sus padres, Caracas, Venezula se convirtió en el hogar de Saburido, lugar que la cobijó durante muchos años, quizás, los mejores de su vida. Le encantaba ir a la playa, bailar y salir con sus amigas a divertirse.




Amadeo, su padre, dirigía una fábrica de aire acondicionado y el poder colaborar con él era algo que atraía mucho a Jacqui, pero primero debía enfocarse en sus estudios de ingeniería industrial en la universidad y aprender inglés. Después de eso ya podría fusionar su talento con el de su progenitor. 

Así fue como en 1999 aprovechó su estancia en Estados Unidos para las vacaciones de verano y pasar unos meses en el país para aprender el idioma.

Instantes que perduran

Una trágica noche de fiesta cambió completamente la vida de Saburido.

Eran las cuatro de la mañana y volvía junto a sus amigas en el carro de una de ellas. Natalia Bennett conducía, Jacqui estaba en el asiento de copiloto y sus otras dos amigas se ubicaron en los asientos de atrás. En ese mismo momento, Reggie Stephey, un joven de 18 años, también conducía por esa carretera, con la diferencia que estaba muy ebrio.




Poco antes de llegar a su destino perdió el control del carro, cruzó la franja que separaba las dos vías y chocó de frente con el auto en el que se encontraba Jacqui y sus amigas.

Bennett, la chica que conducía y las otras dos pasajeras murieron al instante. Saburido aún seguía con vida, pero inmediatamente el vehículo se incendió, lo que le provocó quemaduras de tercer grado en más del 60 por ciento de su cuerpo. 

Reggie fue declarado culpable de dos cargos de homicidio por intoxicación y condenado a siete años de cárcel en una penitenciaria estatal. A pesar de que existió un castigo para el responsable de la tragedia, Jacqui sufrió las repercusiones de lo ocurrido.

Lo único que la joven recordaba del accidente era el fuerte sonido del helicóptero que la trasladó de emergencia al hospital más cercano. Las quemaduras la dejaron ciega, también se quedó sin orejas, labios, nariz, párpados y perdió el control de sus manos.

Pasaban los días y el dolor físico y emocional incrementaba. Amadeo dejó su negocio para ocuparse completamente al cuidado de su hija, quien en ese momento necesitaba mucho amor y apoyo.




Jacqui se sometió a 120 cirugías, las cuales le permitieron estabilizarse un poco más y crear en ella la fuerza necesaria para convertirse en una activista en contra del consumo del alcohol para los conductores.

En 2001, Jacqui grabó un anuncio de televisión de 30 segundos. Pronto se hizo viral y su mensaje llegó a muchos países del mundo.

Vida que inspiró a muchos

Después del accidente, Jacqui brindó muchas entrevistas en todo el mundo para compartir su experiencia y crear conciencia de las graves repercusiones de manejar ebrio.



Hace unos años se mudó a Guatemala, lugar en el que siguió creando mensajes inspiradores que la acompañarían hasta su última etapa de vida. Lamentablemente, hace algunos días falleció a consecuencia de un cáncer.

La presencia de su fuerza y gran corazón sigue conmoviendo a muchos, por medio de sus mensajes. Una vida que se dedicó a concienciar a pesar de su dolor y sigue teniendo un lugar especial en aquellos que tuvieron el gusto de conocer su historia de cerca. 

Fuente: BBC

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