De repente, la tecnología nos ha invadido, dibujar se ha convertido en un programa, un sistema a base de ensayo y error. “Lo único que haces es pulsar teclas, mover cursores y aunque la creatividad está impresa se añoran los tiempos del papel, el lápiz y la tinta”, decía en su momento Jake Parker para Creative Push.
De ahí, que surgiera la iniciativa de Inktober creada por el propio Jake Parker, un animador e ilustrador, que en su afán de mejorar se propuso un reto de constancia: hacer un dibujo a diario por un mes elaborado con tinta, pues cuando se trabaja con este material no hay chance de corregir o borrar. Por eso es que hay que pensar muy bien los trazos que harás y cómo vas a ejecutar tu idea.
Fue una propuesta bastante creativa, que de repente estaba alrededor del mundo, varios países se unieron al desafío y Guatemala no fue la excepción. Un grupo de ilustradores se reunió para desarrollar la idea, el reto se volvió aún más personal porque involucran vida diaria con arte.
Las jornadas fueron arduas, dormir a la 1 de la mañana y despertarse temprano para ir a trabajar. Combinar lo que amas hacer y dedicar el tiempo para que todo salga bien. Los artistas describieron el proceso como “alegre”.
Este proyecto fue avalado por Jake. El proceso consistió que dentro de la mecánica se lanzaron 31 temas, de los cuales se seleccionó uno para desarrollar.
Walter Weitz, uno de los expositores, se basó en máquinas absurdas, en el que apreciamos objetos convencionales transformados en cosas extraordinarias con un significado profundo. Otra de las ilustradoras tomó como referencia a los gatos y los transformó en verdaderas obras de arte, es decir, mininos en cuadros de Van Gogh, Picasso, etcétera.
En palabras de Jake Parker “todos pueden ser parte del Inktober, solo necesitas tomar un papel y tinta y empezar a dibujar”. La creatividad no tiene límites ni tampoco los sueños. Cada obra, dibujo esconde tras de sí un sacrificio, logro, emociones, lágrimas y dolor quizás, pero sobre todo pasión por el arte.