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Rabia pasaba por sus venas. Sin saber qué haría luego, Celeste tomó una de las decisiones más importantes de su vida. Un viaje que parecía pasajero, se volvió una declaración de rebeldía contra lo que le atormentaba en aquel momento.

Hace mucho, Celeste era una niña que vivía junto a su madre soltera, quien se divorció cuando ella apenas tenía 6 años. Pero el problema era el choque de actitudes. Siempre peleaban y la razón principal era, irónicamente, el fuerte carácter que heredó de su mamá.

Con 15 años, Celeste seguía con su carácter fuerte. Con el tiempo, la madre divorciada empezó a salir con alguien de nuevo. Mientras, estaba con el hombre que frecuentaba, era cariñosa. Al regresar a casa, por alguna extraña razón, su actitud era indiferente hacia su hija.

Su actitud no mejoró con los días. Cada vez era peor y con Celeste, pasó de la indiferencia a los gritos y a los golpes. “Ella buscaba cualquier razón para pelear, siempre me pegaba y me tenía harta”, afirma Celeste.




Ya no puedo más

Su mochila del colegio se llenó con un par de zapatos, dos mudadas y a eso le sumaba lo que llevaba puesto. Con desesperación y harta de sufrir por la agresividad de la madre, Celeste contactó a su novio, quien tenía 19 años en aquella época, así escapó de su casa.

Veinte minutos fueron suficientes para que el novio de Celeste llegara. Durante la noche, esperó a que su madre se durmiera para poder huir. Sin rumbo fijo o tiempo, simplemente salió por la puerta principal. No quedó más que silencio, pero cuyo sufrimiento lo llevó fuera de casa.

Un silencio permanecía, mientras el motor del auto en plena carretera escondía el sonido del llanto de cólera de Celeste. La pareja no cruzó ni una palabra hasta llegar a la casa del novio. “¿Por qué lo haces? ¿Estás segura?”, le preguntó él a la joven fugitiva, pero dijo que no quería preguntas.




Pasaron un par de noches y ya había un nuevo plan. El novio de Celeste tenía a su disposición una casa cerca de Flores, Petén. No podía ser mejor lugar para perderse y desaparecer. Al menos 10 horas tardaron para que llegaran al hogar improvisado.

Celeste no sentía culpa, entre toda la montaña rusa de emociones, su preocupación desapareció, ya no debía soportar gritos o golpes. Con eso era más que suficiente.

Su mamá, mientras, estaba destrozada entre la desesperación por encontrar a su hija. Poco más de 48 horas fueron suficientes para que denunciara la desaparición de Celeste y se activara la Alerta Alba Keneth con el nombre de su pequeña hija.

El tiempo no se detiene

Sus escasas dos mudadas extendieron su uso hasta tres meses. Petén se volvió casi un paraíso para ambos jóvenes, quienes solo se preocupaban de pasarla bien como pareja. Celeste apagó todo al salir de casa; ubicación, aplicaciones de celular y mensajería. Casi como un mal necesario para no volver a saber de su madre, destruyó su celular para callar las notificaciones de llamadas y mensajes de ella.

El novio arruinó el plan porque contestó una de las llamadas de la madre. Celeste tuvo que enfrentar la realidad y hablar con su mamá. “Mijita, debes de regresar. No puedes irte y abandonarme, te necesito de regreso”, suplicaba con llantos. La adolescente, la extrañaba como cualquier hija a su mamá. A los 15 años, no es la vida que uno espera llevar.

“Solo voy a regresar si cambias tu actitud”, retaba firmemente Celeste. Su madre aceptó casi sin pensarlo. En ese momento, que parecía interminable, el llanto se apoderó de ambas. Los “no sabes cuánto te extraño, por favor regresa” no paraban de decirse. Fueron tres meses difíciles, en los cuales ninguna de las dos podía olvidar lo sucedido, a pesar de cualquier intento por seguir adelante sin la otra.

Un abrazo marcado por el silencio

“Solo podía recordar lo malo que había pasado, pero por otro lado extrañaba a mi mamá.” Lo que más extrañaría era pasar toda la tarde en paz, sin gritos, golpes o peleas innecesarias. Estos abrumadores pensamientos provocaron un sueño que duró todo el regreso a la ciudad.

“Gracias por haberme cuidado tanto”, dijo Celeste a su novio acompañado con un abrazo. “Por favor, intenta arreglar las cosas, no puedes seguir así” fue la única respuesta que recibió. Se bajó del carro y la primera persona que vio frente a su puerta fue a su madre, de quien huyó por meses, pero que ahora estaba arrepentida por todo lo que provocó su mala actitud. 

Los brazos de su mamá la apretaron alrededor de su cuerpo con un fuerte abrazo. Ambas lloraron, después del calvario que vivieron, en que los sentimientos se convirtieron en látigos que azotaron a las dos por meses. La única frase que logró salir de la boca de la madre de Celeste fue: “Por favor, no lo vuelvas a hacer”.

Todo mejoró, Celeste explicó sus razones por haber escapado. Tras ese tremendo susto, su madre entendió y cambió, porque al final, siempre iban a ser solo ellas dos.

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