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Tifanni Domínguez, de 24 años, creyó ser la oveja negra de la familia. Siempre fue una estudiante promedio; no perdía clases y tenía algunos altibajos en sus notas. Lo diferente con ella es que odiaba estar en su casa, y no es que detestara a su familia, pero siempre pensó que nació en el seno familiar equivocado.

“Lo peor de todo es que ni se preocupaban por mí. Me fui casi una semana a Petén y no se dieron cuenta que no estuve; no me llamaron y cuando estaba en la casa, casi ni me volteaban a ver”.




Que sus padres prefirieran a sus hermanos que a ella, la hizo dudar más. Jamás se quejó, pero su rostro siempre la delató. Cada vez que la joven hacía algo que no quería, ellos eran muy severos; le gritaban, incluso un par de veces la golpearon, algo
que nunca hicieron con los demás. 

“No es por mis gustos musicales u otra cosa, lo que pasa es que miraba que ni me parecía a nadie. Antes no sabía que me mentían, pero yo les pregunté a mis papás si era adoptada, pero lo negaron”.

La broma que sacó la verdad

Luego de vivir durante dos años sola y de ver poco a sus papás, la invitaron a una reunión familiar que aceptó con un poco de desagrado. Entre un par de bromas que se decía la familia, a su papá se le salió: “Ah porque no vieron cuando la Tifi llegó a la casa, tenía dos años y no se callaba”. El padre se dio cuenta lo que había hecho, se puso nervioso, pero fingió no haber dicho nada hasta terminar la reunión familiar.

Entre enojos, gritos, llantos y groserías, ambos padres le dijeron la verdad: es adoptada. “Me lo dijeron de una forma tan fría, como si no les importara confesármelo”. 

Tifanni perdió mucha comunicación con ellos desde lo ocurrido, desde que se fue a vivir sola. A pesar de ello, de vez en cuando los ve, llega a su casa y pasa tiempo con sus hermanos. Se siente tranquila vivir lejos y sabiendo que siempre tuvo la razón.

Para la psicóloga, Andrea Quinteros, decirle a un hijo que es adoptado, es algo que debe hacerse a una edad, en la cual sea capaz de comprender y asimilar la situación.

“No hay una edad específica y correcta para decirle la verdad de la situación a los niños, pero lo mejor es hacerlo entre los 6 a los 8 años, para que con el tiempo comprendan mejor la situación”, indicó la psicóloga.

Según la especialista, la decisión de no tratar a Tifanni como una hija más, fue lo que afectó también su conducta. La manera en la que detestaba ir a las reuniones familiares, o la preferencia de estar sola.




La forma de decírselo también es un factor importante; se le debe dar a entender que es un miembro importante para la familia, que nació con mucho amor, pero existieron motivos por los que ahora ellos son sus padres. De esta forma, el menor logrará
comprender que no es algo malo, sino que solo es una situación distinta y poco a poco lo entenderá de mejor manera. “Todo está en cómo decirlo, es la clave para saber cómo el menor reaccionará”, comentó Quinteros. 

Hay algunos pasos que se pueden seguir siempre con ayuda de un especialista, indicó Andrea. Se debe aceptar que las personas que le criaron no son sus verdaderos padres. “Una de las partes más difíciles es que las personas aprendan a perdonar y a perdonarse a sí mismos. Es un poco largo el proceso, también depende de la voluntad del afectado. Algo importante es que todo es mejor si se busca ayuda psicológica. La persona debe dejarse ayudar”, dijo
Quinteros.

En Guatemala, el Consejo Nacional de Adopciones (CNA), es la institución que vela por las adopciones de Guatemala. En 2017, existieron 119 procesos de adopción.

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