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Mientras el altoparlante llama a los binomios, los jockeys ejercitan a sus equinos en el paddock. Competidores recorren la pista, mientras él y su pequeña caja se mueven entre las mesas. Entretanto y sin saberlo, en Chichicastenango, el futuro de cuatro bocas depende de lo que Juanito haga con el cuero.




De su niñez recuerda dos cosas: su madre murió cuando él apenas tenía 3 años; su padre se volvió a casar, con una señora que no lo quería bien a él ni a sus hermanos. Pero fue la hermana de su difunta madre quien los acogió en su casa y de allí en adelante todo fue mejor.

“Soñaba con tener una familia, mi familia”, recuerda Juanito. Y así lo hizo. No había terminado la adolescencia cuando ya se había casado y esperaba a su primer hijo. Pero en “Chichi” la cosa no estaba fácil, pues había poco trabajo y sin tierras que les fueran heredadas para el cultivo, por lo que la recién estrenada familia tomó una decisión.

“Donde hay mucho caite, hay poco chance… Y solo eso sabía hacer”. Juanito

La pareja decidió separarse. Juanito se vendría a “chambear” a la capital, y cada 15 días volvería a Chichicastenango para compartir con su esposa e hijo. Con el paso del tiempo y las visitas, la familia creció. De uno pasaron a dos y finalmente tres hijos.

Trabajar por aquí y por allá no era suficiente para juntar dinero. Un día, cerca del aeropuerto, mientras caminaba buscando clientes se percató de un lugar donde muchos automóviles entraban.

Un compañero de oficio le dijo: “Aquí se puede hacer buen dinero”. Juntos entraron y allí, Juanito descubrió la que se convertiría en la fuente de ingresos para él y las cuatro bocas que debía alimentar en Chichicastenango.

Su buena apariencia y perseverancia hicieron que Juanito se ganara la confianza del administrador del club. Y así, uno tras otro, los clubes le fueron abriendo las puertas. Las zonas 15 y 24, y San José Pinula se convirtieron en su lugar de trabajo. “Me quedo los fines de semana, que hay competencias, y luego me voy para la casa a ver a la familia, el lunes”, cuenta.

El trabajo honesto en los clubes ecuestres le garantiza un ingreso estable para pagar las cuentas. “Pago Q200 al mes por un cuarto en la zona 6, que es donde me quedo cuando vengo a la capital, y lo demás es para mi familia”, relata Juanito.

Debido a que el circuito de competencias contempla que estas se realizan alternadamente (un fin de semana sí y el siguiente no), el padre de tres menores de edad debe buscar otras opciones para generar ingresos.

Juanito y su buen ver se han ganado algunos clientes entre los competidores y sus seguidores. “Les doy mi número de teléfono y luego me llaman para que les vaya a trabajar a sus casas”, explica.




Hoy, Juanito extraña la época fría, las mañanas nubladas y las tardes de viento, ya que con la llegada del calor “mucha gente anda en caites o chancletas”, pero sabe que cada 15 días tiene una cita con los ecuestres, donde las botas se cobran a Q20 y los zapatos a Q10.

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