Dejó su silla y no pudo hablar más imagen

En un instante ya no pudo pronunciar las palabras, lo último que hizo fue avisarle a su hijo.

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De su dedo medio cuelga un anillo que tiene impreso el Padre Nuestro, aún se ven las secuelas de aquel fatídico accidente de hace un par de meses que la dejó sin palabras. Sentada en uno de las sillones de su casa sintió dolor en la cabeza y, como quien se aferra a vivir, intentó levantar la cortina, pero no pudo, lo último que realizó fue llamar a su hijo.

María Luisa tiene 82 años, 4 hijos, 30 bisnietos y 20 nietos. Durante muchos años una venta en el mercado de La Terminal fue su sostén económico, pero ahora se le dificultaba hablar. 




“Dios ha decidido darme una segunda oportunidad porque no hablaba. Me sentía triste porque no podía decir lo que sentía o necesitaba”, dice María Luisa.

Lo que ella sufrió en aquel momento, cuando se le dificultó comunicarse, fue un aumento de su hueso frontal de la cabeza, que apretó el cerebro y eso provocó que tuviera la pérdida de las habilidades lingüísticas.

“Afasia es un trastorno a raíz de una lesión en las partes del cerebro responsables del lenguaje, que puede causar problemas en las áreas de comprensión, lectura, escritura y cálculo numérico o dificultad en la pronunciación en alguna de las letras”, dice la licenciada Liliana Mejía, terapeuta del lenguaje del Sanatorio el Pilar.

Dicho trastorno lo comprenden tres niveles:

Expresiva: las personas tienen dificultad para entenderle al paciente lo que dicen.

Receptiva: cuando el paciente no comprende lo que está pasando y no puede acatar instrucciones.

Global: problemas comprensivos del lenguaje.




“Para evaluar la gravedad de la afasia existen distintas pruebas como el test de Bostón. Si esta es leve aún pueden entablar una conversación, que le cueste encontrar las palabras, la gravedad depende del daño cerebral del paciente. 

Sus intentos y deseos por volver a hablar dieron fruto, y aunque algunas veces las terapias le resultaban difíciles, su persistencia se notó en la forma en que María Luisa comenzó a expresarse y a pronunciar las palabras. “Algo que nunca perdió fue su habilidad numérica”, cuenta la doctora.

En un cuaderno con su nombre escrito en la portada se observan los trazos que con esfuerzo realiza María para poder recuperar su habilidad en la escritura, con ejercicios que en algún momento nos enseñaron en preparatoria, como al comienzo.  




Los pacientes no pueden entender lenguaje figurado lo que los frustra. Les cuesta expresar sus palabras, no siguen instrucciones simples, no llevan las secuencias, no recuerdan palabras o los nombres de sus familiares.

Mientras transcurrían los días de terapia, su fe nunca decayó, “tú decides por mí” eran las palabras que en su mente María Luisa le decía a Dios. La parte más difícil es el duelo, la parte de aceptar que necesitamos ayuda y el manejo de la frustración, porque esto es algo súbito.

Una terapia puede durar entre seis meses a dos años para que el paciente pueda volver a la normalidad, todo depende de la disponibilidad al tratamiento porque algunos caen en depresión.




Sus terapias avanzan, Luisa se dedica aún fuera de la clínica a su recuperación, puede sostener una conversación con alguien y su escritura ha mejorado. Aún tiene muchos retos por superar, ha recuperado su vida y sigue con su rutina, volver a hablar como antes es su máximo anhelo.

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