Aslan, el gato que le devolvió la vida y alegría a su dueña imagen

Ana tenía varios meses de luchar contra un dolor intenso y el gato estuvo junto a ella todo el tiempo.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Desde que vino al mundo, Ana Mayorga, de 29 años, ha sido una mujer de lucha constante y retos. Nació prematura y murió durante las primeras 24 horas de vida, pero sobrevivió.

La falta de oxígeno en el cerebro hizo que Mayorga quedara con residuos de parálisis cerebral en sus extremidades, lo que se nota más en su pierna izquierda, ya que camina con la punta del pie.

“Mis papás fueron magníficos en guiarme y educarme en que tener una discapacidad no me hacía de menos”, indicó.

Aunque pasó por un proceso de duelo y aceptación muy difícil, debido a su condición, no dejó que la discapacidad la controlara.



Ana y su esposo

“Muchas veces le pregunté a Dios ¿por qué a mí?, pero llegó un punto en mi vida en donde no le di protagonismo a mi discapacidad y no dejé que definiera mis metas ni sueños”, agregó la joven.

Mayorga y su discapacidad se llevaban muy bien. Ella sabía sus límites y hasta dónde podía llegar, pero todo cambió en diciembre de 2015, cuando sufrió un accidente automovilístico.

En el choque, un golpe lastimó sus cervicales y desde ese momento comenzaría un calvario para la joven que, antes del incidente, no tenía ninguna molestia.

Pasó un tiempo en hospitales privados y luego la dieron de alta. Pero en marzo de 2016, volvió a sufrir otro percance. Sus cervicales se volvieron a lastimar, por lo que debió pasar 15 días aguantando el dolor en cuello y espalda.




Mayorga ya no pudo aguantar más y se fue al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), donde pensó que sería un procedimiento rápido, pero terminó pasando los próximos 13 días internada.

“El trauma posaccidente fue lo peor. Miraba los carros acercarse y brincaba. Lloraba por las noches”, relató. Luego, fue trasladada al hospital de recuperación ubicado en Pamplona, donde duró otros tres meses internada.

Los siguientes meses estuvo medicada fuertemente. Se la pasaba drogada y viendo colores por las medicinas que le recetaron para aliviar el dolor. “Sentía que tuve una vida antes de y después del accidente”, señaló Mayorga, quien sin trabajar sentía que ya nunca se recuperaría.

Un ángel de la guarda

En 2018, una gata que llegaba a la casa de los padres de Mayorga dio a luz. Pero uno de los gatitos, a diferencia de sus hermanos, no se movía para nada. Al llevarlo al veterinario, confirmaron que nació con sus patas quebradas y que era mejor sacrificarlo. Pero la familia se negó.

En octubre, Mayorga continuaba sufriendo por el dolor que mantenía todo el día. Estaba muy mal y en ese momento no había conocido al minino.







“Cuando lo vi, tenía sus patas vendadas. No sé cómo explicarlo, pero me enamoré. Vi sus ojos y vi su lucha y la mía”, manifestó entre lágrimas.

La joven sabía que por su discapacidad, nadie iba a adoptarlo. Así que junto a su esposo acordaron llevárselo a su casa y lo bautizaron como Aslan.

Al adoptarlo, tenían dos opciones: dejarlo como estaba, arrastrando sus patas traseras, u operarlo. El procedimiento consistía en quebrarlas y luego unirlas, pero si no se unían, había que amputarlas. No había garantía de nada.




Mayorga decidió que él había pasado por mucho y que no valía el riesgo la cirugía. “El gato fue un gran apoyo para mí, me hizo olvidar el dolor por un momento. Hizo que yo recordara lo que implica luchar y nunca darme por vencida”, agregó, llorando de felicidad.



En diciembre, la joven tuvo la peor crisis de dolor de su vida. Estaba en depresión y el dolor era más intenso, debido a que le quitaron las medicinas.

Al consultar con un especialista, Mayorga se enteró de que tenía dos hernias que nunca habían detectado y que debía someterse a un procedimiento quirúrgico.

“Yo agarraba a Aslan y me iba a acostar. No sé cómo, se las ingeniaba para subirse a la cama y se quedaba a la par mía y se dormía. Iba a comer y se regresaba. Es como si él supiera que yo me sentía mal”, afirmó.







El viernes pasado, la joven salió victoriosa del procedimiento. Mientras, Aslan le seguía acompañando en la cama y en su recuperación.

“Emocionalmente, me salvó la vida. Llega un punto en el que el dolor te nubla el pensamiento y de ver lo bueno de la vida. Es como mi angelito de la guarda”, dijo.

El tratamiento fue exitoso y la recuperación emocional de Mayorga avanza positivamente. “Creo que la discapacidad no debe pararte. La discapacidad real son los frenos y miedos que cada uno se pone”, comentó.




Para la joven, en Guatemala aún existen prejuicios que limitan a personas con discapacidades, pero que no necesariamente son visibles. “Hay muy poca sensibilidad hacia las personas con discapacidad. Piensan que si alguien no está en silla de ruedas, se está haciendo”, refirió.

Aslan continúa llenando el hogar de alegría y dando un ejemplo de lucha en medio de sus discapacidades. Fueron hechos el uno para el otro. Ambos han superado obstáculos y ahora pueden decir con orgullo que han estado juntos en ese camino.

Síguele la pista a Aslan en su perfil de Instagram, aquí.

Fotos: Ana Mayorga

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