Fernando Montezuma, el artista de las andas procesionales imagen

Con 38 años de edad, Fernando Montezuma es uno de los artistas creadores de las andas procesionales más importantes de Guatemala.

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Estudió para ser maestro, pero su verdadera pasión se encontraba en la creación de esculturas a base de fibra de vidrio para andas procesionales en Semana Santa.

 Conocido en el medio como “Montezuma”, es uno de los artistas de fibra de vidrio en andas procesionales con más prestigio. “En 1987, siendo un niño, mis padres decidieron que yo fuera a estudiar por las tardes a un taller como aprendiz. Empecé estudiando técnicas con yeso, papel maché y papel molido. Con el paso del tiempo me fue interesando la decoración de andarías cuaresmales’’, relata Montezuma.



Foto: Juan José Muralles

Como una norma impuesta por sus padres, Montezuma,  originario de Antigua Guatemala, nunca se arrepiente de aprender dicho arte. ‘‘Cuando ya tenía más experiencia, con el transcurrir del tiempo las técnicas van cambiando y es allí donde me especialicé en fibra de vidrio’’, dice el artesano.

La fibra de vidrio es el material que le ha dado una reputación grande en el medio. Decidí trabajar con dicho material porque es más económico que otros, pesa menos en las andas procesionales y es de calidad. A veces me contactan directamente las hermandades, pero normalmente son los arquitectos o ingenieros que están a cargo del proyecto. Ellos vienen y me compran las piezas’’, agrega.



Foto: Juan José Muralles

Imaginería, ménsulas, columnas, molduras, animales, ángeles y mujeres, son parte del diario vivir de Montezuma. Los arquitectos me piden las piezas que ellos necesitan, nosotros las trabajamos y al final se las llevan’’, señala. Años de experiencia que al final llenan de orgullo. “El catafalco centenario de la procesión de Candelaria, hace dos años, fue una de las experiencias y alegrías más grandes que la vida me ha dado en mi profesión’’, asegura el artista.



Foto: Juan José Muralles


Foto: Juan José Muralles

De Arte es la empresa que le ha dado muchas alegrías a Montezuma, ubicada cerca de la Iglesia de San Felipe, y es en su pequeño taller donde se hacen realidad muchas de sus obras. “Saliendo de diversificado le dije a mis padres que quería hacer esto; siempre me apoyaron, me cedieron el espacio donde está mi taller”, comenta. 

“Nosotros empezamos a trabajar desde agosto, para tener todo listo en la Semana Mayor”.

Pero para llegar lejos, Montezuma también experimentó el fracaso: No todo fue fácil al principio. Cuando uno inicia en algo y se es joven, la gente no confía en uno por la falta de experiencia. Yo firmé mi primer contrato junto con mi hermano, a los 18 años, con la Hermandad de Jesús Nazareno del Milagro, pero mis hermanos decidieron conseguir un empleo y dejarme solo en esto porque pensaron que no era rentable”.Ahora, las dificultades se encuentran en lo económico. A diario nos encontramos con nueva gente que cobra más barato y a veces no tienen la experiencia necesaria, perjudicando el negocio al punto de perder clientes. Yo lo entiendo porque así empecé yo’’, resalta.



Foto: Juan José Muralles

Montezuma, dedicándole más de 28 años a su arte a tiempo completo, también es un padre dedicado. “Tengo familia. Mi esposa, mi hija de 2 años y un varón de 11. Mi apoyo estará para ellos en lo que quieran hacer’’, asegura.

Su nombre es equivalente al éxito.

Piezas que se tallan como el amor de una madre le brinda a un hijo, su sinónimo del éxito se encuentra en la calidad y pasión que brinda a cada pieza. “Mucha gente me pregunta: ¿Cuál es la clave de mi éxito? Para mí está en ser único y tener esencia propia. Si yo saco una pieza esta Semana Santa, no la vuelvo a sacar mañana’’, afirma el artesano. 



Foto: Juan José Muralles

“Mis piezas muchas veces no puedo enseñarlas para mostrar mi trabajo porque son exclusivas. Un ejemplo es la Hermandad de La Merced, en la capital. Este es el negocio que me da de comer, no me importa perder el crédito si me dan el empleo’’, indica Montezuma.



Foto: Juan José Muralles

Con unas manos llenas de experiencia y una sonrisa que expresa el amor por su arte, Montezuma es un artista incógnito. “Trabajé cuatro años en la Hermandad de San Felipe, y durante todo ese tiempo nadie supo qué era yo él que hacía las piezas porque el que firma es un arquitecto, llevándose el crédito’’, explica.

“Sí puedo mencionar un trabajo que me dio el nombre que tengo ahorita, y fue el Coro Angelical del Señor Sepultado de San Felipe’’, añade el artista.

“Una imagen de Jesús, en fibra de vidrio, puede llegar a costar Q12 mil”.



Foto: Juan José Muralles

Cada esfuerzo lo vale y hoy, Montezuma plasma cada año sus ideas de aquel joven que siempre quiso ser artista de andas procesionales. “Para los jóvenes: crean en ustedes, aprovechen las oportunidades que la vida les brinda, siempre luchen por sus sueños. Hay que arriesgar porque lo importante es intentarlo, ya que por esa razón estamos aquí”, aconseja el artista. 

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