Ariel, la coincidencia más linda de mi vida imagen

Ariel es una beagle que adopté el 10 de diciembre del 2017 en una feria de adopciones en Pasos y Pedales de Avenida Las Américas, sin saber que su antiguo dueño es alguien conocido.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Por unos meses fui voluntaria para una asociación que se dedica al rescate de animales callejeros y abandonados. Un domingo al mes llegaba al stand de la feria de adopciones, me asignaban un perro para cuidar, me contaban su historia y si alguien estaba interesado en adoptar yo era la encargada de brindar toda la información y requisitos necesarios.

En mi casa tenemos el cariño de Pistacho, un beagle de 3 años, que llegó a mi vida como un lindo regalo de cumpleaños en el 2015. Siempre quise adoptar a un perro, darle una segunda oportunidad para demostrarle que no todos los seres humanos somos malos. Sin embargo, en mi casa me decían: “Otro perro ya no”.

Mientras tanto, en la colonia San Francisco se encontraba Ariel, anteriormente se llamaba Luna. Resulta que su dueño en ese entonces, era Lester González.



Foto: Steffy Barrera

Ariel llegó a su primer hogar como un regalo que Lester le dio a su hija Abby para Navidad, ella se moría de ganas por tener una mascota. Con mucha emoción se la obsequió y fue un deseo hecho realidad. Pasaron los días y a pesar de no contar con espacio o buenas condiciones para tener un perro, hizo todo lo posible para que se quedara y mantenerla lo mejor posible, pero solo fue cuestión de tiempo para que tomara la decisión de darla en adopción, pues quien más sufría era la perrita.  

“Aquí no tenía el espacio suficiente para pudiera desplazarse porque estaba en un lugar muy pequeño. Y ella por la naturaleza de su raza era demasiado inquieta, tenía que dejarla amarrada y no me parecía justo”.

El domingo 3 de diciembre, con mucho dolor en el corazón, Lester se dirigió a la feria de adopciones para entregar a Ariel a la misma asociación en la que yo hacía voluntariado y justo el mismo día que me tocaba llegar.

Cuando llegué al stand, Ariel ya se encontraba allí, nunca supe quién la había dejado. Me enamoré desde que la vi, se notaba la tristeza en su rostro, pero a pesar de eso nunca dejó de darme besos cada vez que la acariciaba. Me ofrecí como su hogar temporal sin la autorización de mi madre. Fue un riesgo que corrí, pero no podía dejarla. Pasó una semana para que mi familia también sintiera cariño por ella, en especial mi otro perro, Pistacho. Así que para mi sorpresa, tuve el permiso de adoptarla.

Regresé el domingo 10 de diciembre a la feria para firmar los papeles y demás requisitos de adopción que con la ayuda de mi hermana entregamos, así que desde ese día oficialmente ya era nuestra. Decidimos cambiarle el nombre, como un nuevo comienzo para ella, fue así como ya no era más Luna y la rebautizamos como Ariel




La vida trae muchas sorpresas

Han pasado nueve meses desde que adopté a Ariel, una perrita con mucha energía, cariñosa y sobre todo muy agradecida con la segunda oportunidad que le brindó la vida para encontrar un hogar donde ahora está mejor. 

Hace una semana hubo una reunión familiar, a la que asistió Lester, y para mi sorpresa, es el tío de mi novio. 

Yo sabía que él tenía una perrita de raza beagle, a pesar de que en varias ocasiones llegamos a visitarlo nunca tuve la oportunidad de verla, pues, la mayor parte del tiempo permanecía amarrada en la terraza o en el patio y pocas veces logré ver de lejos que se asomaba para vernos. 

Durante estos meses, nunca salió a tema Ariel, pues asumía que seguía amarrada en la terraza. En esa reunión familiar me animé a preguntarle por ella. Me respondió con una frase deprimente: “En diciembre la di en adopción”. Para mí también fue triste escuchar eso y  quería saber si se aseguró de que llegó a una buena familia, Lester nunca se enteró de quiénes fueron los adoptantes, pero esperaba que la trataran bien y su hija aún le preguntaba por el paradero de su mascota. Lester decía:Luna ahora está en una casa más grande donde puede correr mucho”, sin saber que en realidad es así.

En ese momento, recordé cómo la había adoptado. Le pregunté en dónde la había dejado para adopción, resultó ser la misma asociación en la que yo estaba. Y lo que terminó de confirmar mis sospechas, le pregunté por el nombre original y me dijo Luna“. Intercambiamos fotos para asegurarnos de que fuera la misma de la que hablábamos, y efectivamente lo era. El mundo es muy pequeño.

Para ambos fue un momento de felicidad y sentimientos encontrados. Nunca imaginé que esa perrita que veía a lo lejos amarrada en la terraza era la misma que adopté y él no imaginó que  estuviera en mi casa. Lester mencionó que enterarse de esto le dio paz, pues, a pesar del tiempo aún pensaba en ella y se preguntaba en dónde estaría. Esperaba que su nueva familia le diera todo lo necesario y sobre todo mucho amor. Me aseguré de confirmárselo. 

“Estuve mucho tiempo rogándole a Dios que la perrita estuviera en un lugar donde pudiera estar bien y contigo así fue. Me alegra mucho que tú la tengas”.

La vida da muchas sorpresas, las coincidencias no existen, pues de todos los perritos que en algún momento quise adoptar nunca se me dio la oportunidad, con Ariel se dio la situación muy fácil. Definitivamente, el destino quería que fuera para mí. Ya lo tenía todo planeado, el mes, día, hora. Ahora tiene mucho espacio para jugar y correr, ambas somos muy felices por tenernos una a la otra.




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