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En el centro, iluminado por una tenue luz estaba colocado un tablero del que sobresalían letras blancas y una punta de flecha. Eran cinco quienes estaban reunidos en torno al juego, que en lugar de asustarles les provocaba ansiedad o emoción.

Las instrucciones fueron sencillas para los que querían jugar: el tablero tiene un puntero movible justo en el centro, ustedes ponen sus dedos índices sobre el triángulo, preguntan y esperan a que el puntero se mueva para formar una palabra.

A cada lado del tablero hay un sí y del otro lado, un no; arriba un hola y abajo un adiós y en forma circular las letras del abecedario.

Así, cada uno prepara sus preguntas, como: “¿Yo le gusto a esa persona?, ¿eres el diablo? Todos están pendientes con la expectativa de saber qué pasará, si todas esas historias que han escuchado son verdad o solo imaginación de un par de “ilusos”.




¿Qué pasa?

“Esta es mi primera vez”, dice un joven con el tatuaje de una serpiente en su brazo derecho, un piercing en la lengua y vestido de negro. Su voz es ronca y antes de entrar fuma un cigarro.

“Ya había jugado antes, no creo que sea del diablo, ese tablero debe tener un truco porque siempre que le pregunto su nombre no me responde”, cuenta Jackie. A sus 29 años, duda de todo y por sus estudios de medicina le atribuye todo a la ciencia. El resto del grupo parece indiferente.

En un experimento realizado por el profesor Larry Bayou, en el cual los participantes no veían las letras que señalaban, no se formó ni una sola palabra coherente. Esto demostraría que son los participantes quienes crean las palabras (ya sea de manera voluntaria o inconsciente).

Inicia la sesión, uno por uno entran a la habitación, expectantes a lo que pueda pasar. “Yo no creo en los espíritus, le pedí al tablero que me tocara el hombro o la mano, el puntero nunca se movió y yo lo único que sentí fue un dolor en la espalda”, indica José.

“Yo quería hablar con mi primo quien murió en un accidente automovilístico hace cuatro años. Le pregunté al tablero sobre Marco y lo que le había pasado. Vi cómo el puntero se movió, sentí una fuerza extraña y me desmayé”, relata Alejandra. “Yo sí creo que tiene algo que no es natural”.

“Cuando uno juega es normal que las luces se apaguen, caigan objetos o escuchen pasos. Quien lo hace sabe a que se mete”, expresa Jonathan, quien lleva dos años jugando ouija. Para él es común ver a la gente desmayarse, contorsionarse o gritar.




Juego del diablo o de la mente

El sacerdote, Jordi Rivero, explica que al jugar con la ouija se contacta con el demonio cuyo objetivo es llevar al infierno. Se trata del pecado de adivinación: querer ‘desvelar’ el porvenir recurriendo a espíritus (que en realidad son demonios)”.

“Hay que advertir que, aunque se use la ouija por curiosidad, se está abriendo camino para el demonio y no es de extrañar que la persona quede espiritualmente afectada. Los resultados pueden ser, por ejemplo, dificultades posteriores en la oración, fantasías, obsesiones y otras opresiones mentales”, dice el padre.

“Sin duda, Dios no actúa por medio de tableros ni de juegos, si no trae paz no viene del Señor y son artimañas del diablo. La gente me ha buscado porque sus hijos están poseídos o tienen miedo porque han practicado eso”, comenta el pastor Hugo Navarro.

“El cerebro se programa, si vas con la expectativa de que algo va a pasar seguro ocurrirá. La mente tiene mucho poder, si usáramos nuestra mente al cien por ciento haríamos cosas poderosas, el cerebro es capaz de mover cosas sin siquiera tocarlas. Yo sí creo que son más efectos de la mente”, indica Ludwin González, psicólogo. 




Un entretenimiento del “demonio” o efectos mentales, quienes juegan ouija experimentan sensaciones que no olvidan.

El 1 de noviembre es una de las fechas en las cuales más usan el popular tablero. ¿Te atreverías a jugar?

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