Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

De niño nada sabía de Guatemala, su única referencia la obtuvo en casa de su abuela. Casi medio siglo después se ha convertido en un referente obligatorio para entender y apreciar el arte de nuestro tiempo, el arte de los chapines.

Nació en Asunción, Paraguay, y de niño su mundo transcurría entre la casa de sus padres y la de su abuela. Allí, las imágenes de cuerpos sin vida y carne desgarrada, contenidas en un libro sobre las masacres de Guatemala, le dieron su primera vista de lo que sería la tierra que lo vería florecer.

Víctor nada sabía de Guatemala, solo las imágenes que llevaba en su memoria. “La verdad es que ni dónde quedaba sabia”, recuerda, mientras se le desdibuja una sonrisa en el semblante.

Como cualquier joven inquieto, el hambre del mundo lo consumió y dejó Asunción atrás. Viajó a estudiar a los Estados Unidos y allí no solo aprendió inglés, aprendió que unos ojos bonitos y la música de la marimba enamoran más que mil flores y cien poemas de Neruda.

Alicia me prestó un disco de marimba y me pareció una música tan bella, que me quede prendado de las dos; solo podía imaginarme el lugar de donde venía esa música”. – Víctor Martínez.

Las vueltas al Sol no cesaron y aquella “chapina” lo tenía. Lo tenía al punto de que “algo se impregnó en mí con Guatemala y no quería más”. Y fue así como un buen día decidieron que debían estar siempre juntos y formar una familia. A la usanza chapina, Víctor vino a conocer a los padres de la ladrona de sus sueños y la tierra que tanto le intrigaba.

Guatemala te va entrando de a poco, y fue el corazón de una chapina el que me trajo aquí”. – Víctor Martínez.

Tiempo después, el gran terremoto arrasó a su nueva Asunción y con él se fue el padre de su amor. Desde Estados Unidos, la joven pareja decidió que era tiempo de volver a Guatemala para ayudar a la familia y se fincaron en el Valle de las Vacas.

Sin saber qué hacer o cómo comenzar, Víctor se valió de lo que ya había, el negocio de la familia de su mujer. “Ellos vendían marcos y tenían una máquina para hacer espejos y decidí probar”, indica. El precio de la plata y el momento no eran los adecuados, y el proyecto de crear una galería de espejos fracasó.

Desanimado, pero siempre con la vena aventurera, Víctor y su esposa viajaron a los Estados Unidos. Mientras la Gran Manzana se recuperaba del gran apagón, una ola de calor y la paranoia por los asesinatos del Hijo de Sam, Studio 54 dejaba sus luces brillar para decirle al mundo “que los excesos estaban permitidos”.

Y fue en esa efervescencia de arte y creatividad que los Martínez se toparon con la más improbable versión del negocio de la familia. “Recién estaban sacando marcos para cuadros hechos de aluminio, y eran la sensación”, explica.

Mientras que en Guatemala los estilos clásicos seguían siendo la norma, la nueva propuesta que trajeron los Martínez le dio la primera vuelta a la escena artística. “La gente se maravilló con los marcos y comenzamos a hacer buenos negocios”, manifiesta Víctor.

Élmar Rojas, Fortuny, Monroy… Todos querían sus obras enmarcadas con la nueva tendencia, el aluminio”. – Víctor Martínez.

De allí a la galería fue solo un paso, uno que se dio maravillado por la resiliencia de los guatemaltecos. “Guatemala es un país como ninguno en américa latina, sufre embates y sigue, no se detiene, tiene una fuerza impresionante”, agrega.

Así nació Sol del Río, un espacio para el arte que buscaba romper esquemas y proyectar a los artistas guatemaltecos. Según el gurú, el arte guatemalteco ha venido experimentando un proceso de cambio desde la década de 1970. “Antes de esto la escena artística era una muy soñolienta y comercial; luego, en los 70’s, se convirtió en algo más trendy y perdió la fuerza que traía de los años 60”, relata. Aunque la primera mitad de los 80’s fue un reprise de los 70’s, algo sucedió en Guatemala al finalizar la década y todo cambió.

La galería ha sido mi aporte a mí mismo, mi expresión de traducir a Guatemala y sentir a Guatemala; no la separo de mi vida y mi interés principal es el amor que tengo por la expresión humana”. – Víctor Martínez.

Aparecieron nuevas líneas de cuestionamiento y grupos como la imaginaria trajeron un cambio importante al arte nacional, asegura. Luego, en los 90’s, una nueva propuesta tomó por sorpresa a todos y renovó la escena artística en la región.

Hoy, la escena artística en Guatemala es la más amplia y rica de la región. En todo el país hay artistas innovando y proponiendo algo nuevo. “El tema artístico está demasiado disperso por todo el país y esa es la verdadera riqueza de Guatemala”, afirma Víctor.

Han pasado ya 42 años desde que el joven de Asunción llegó a la tierra de la marimba. Cuatro décadas, una esposa, cuatro hijos e igual número de nietas forman parte de la dualidad que Víctor y el arte de nuestro tiempo encuentran en Sol del Río.

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte