Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Desde pequeña, Cloni siempre dijo que quería ser doctora y a los 18 años, ya graduada del colegio, estaba por comenzar y concretar ese sueño. Había sido aceptada en la universidad y sin pensarlo, la vida le tendría otro plan y así comenzaría su amor por la repostería.

Buscando un empleo durante vacaciones, que le ayudara a conseguir dinero para sus compras de primer año como estudiante, a su mamá se le ocurrió que le hablará a su vecino, que en ese entonces era el chef ejecutivo del Hotel Camino Real, para buscar una oportunidad en su cocina.

Recuerda que llegó de extra siendo aún una jovencita a la que no le importaba lo que la pusieran a hacer, pues ella era feliz con estar ahí y aprender. Cada día era diferente y así fue tomando con entusiasmo el mundo gastronómico; pero un día, en el auto con su papá, se puso a llorar al darse cuenta de que pronto iría a la universidad y que definitivamente sus sueños habían cambiado.

Su papá la apoyó desde un inicio y su mamá, aunque no muy convencida, terminó por aceptar la idea. Así fue como llegó al INTECAP para estudiar cocina durante dos años, luego fue repostería y al hacer sus prácticas terminó por confirmar que ahí estaba su pasión.

Foto: Osman Velásquez 
Foto: Osman Velásquez 
Foto: Osman Velásquez 

En el 2011 muere su papá y fue un momento muy difícil de cambios. “Me costó terminar repostería y lo hice porque en verdad le había dicho a él que lo haría”, recuerda Cloni. A los tres años de haberse graduado como repostera crea Portos, dedicado a los pasteles, y su base de trabajo fue la cocina de su mamá. Aunque recuerda que era un buen ingreso y por fin estaba haciendo lo que le gustaba, era muy demandante y estresante y por ello decidió pausarlo por un año.

Durante esa pausa conoce a su esposo, quien la animó a retomar su pasión, pero ahora con un giro diferente: las galletas. “Pensé que tenía que pasar un tiempo probando recetas de galletas hasta lograr una que en realidad me fascinara; pasé meses intentando solo con las masas, hasta que finalmente llegué a lo que quería”, cuenta.

Es así como Kukis Factory terminó por formarse y especializarse en galletas personalizadas, horneadas y decoradas artesanalmente. Ahora, Cloni recuerda con gracia que el primer mes de haber abierto la página comercial no tuvo ningún cliente, pero esto no fue impedimento para tener una producción que, aunque terminaba siendo regalada a familiares y amigos, fue un gran aprendizaje para lo que vendría.

Foto: Osman Velásquez 
Foto: Osman Velásquez 
Foto: Osman Velásquez 

Tres años después atiende con mucho entusiasmo a cada persona que hace su pedido para celebrar eventos o momentos especiales de su vida. Aunque el camino no ha sido fácil, también ha recibido mucho apoyo de su familia y de su mamá, para finalmente poder dedicarse a lo que ama desde hace diez años. “Cada vez que hago galletas aprendo algo”, agrega Cloni.

Para ella, cada día y cada cliente es diferente; todo ha sido prueba y error, pero admite que con el tiempo lo más satisfactorio es disfrutar de la alegría de los clientes al recibir su pedido y de igual manera poder enseñar y contagiar a otras personas el gusto por hacer galletas. No hay nada que detenga ahora a esta emprendedora.

Fuente: Cloni Montenegro. Facebook: Kukis Factory; Instagram: Kukis Factory Gt.

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte