Por buscar a su esposo encontró los millones del Ejército imagen

Activista, diputada y próximamente desempleada. Así deja Nineth Montenegro su legado en el Congreso de la República.

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Durante 25 años fue una de las figuras más controvertidas de la vida política en Guatemala. Su pequeño tamaño contrasta con la labor que hizo durante más de dos décadas en el Congreso de la República y su nombre se suma a la lista de medio centenar de diputados que no lograron la reelección. Amada por algunos y detestada por otros, una cosa es innegable: desde donde se vea, la menuda figura de Nineth Montenegro no pasó desapercibida y será recordada como una mujer a quien la búsqueda de justicia la convirtió en una figura polémica.

En la década de 1980, Montenegro figuró en los medios de comunicación al convertirse en una de las primeras personas en enfrentarse, de forma abierta, al Ejército. Sin armas, con solo una consigna: “Conocer el paradero de mi esposo, Édgar Fernando García”, quien habría sido desaparecido en 1984, durante el conflicto armado interno.

Foto: Hemeroteca Prensa Libre

Mi esposo y yo compartíamos el sueño de una Guatemala diferente, más justa, sin represión y sin corrupción”. Nineth Montenegro

Desde entonces, su camino la llevó por la senda de la lucha por los derechos humanos y fue así como en 1984 fundó el GAM (Grupo de Apoyo Mutuo), dedicado a la búsqueda de desaparecidos en Guatemala. Por las venas de esta maestra de educación, convertida en abogada, siempre corrió la simpatía por las luchas sociales y de allí el salto a la política fue el paso obvio.

Su labor fiscalizadora

En 1996 llegó al Congreso de la República y de inmediato comenzó una labor fiscalizadora al Ejército. Se dio a conocer por sus incisivas auditorías a las finanzas de las fuerzas armadas y de a poco fue develando los privilegios y negocios oscuros que los oficiales de alto rango hacían con los bienes de la institución.

Sus auditorías expusieron millonarios negocios, que beneficiaron a los altos mandos. Uno de los casos más sonados fue en 2002, con la adquisición de 22 mil fiel jackets, por Q14 millones, a una empresa vinculada con Pierre Dedet Casprowitz, hermano del piloto aviador del entonces presidente Alfonso Portillo. Dedet Casprowitz y el entonces jefe de finanzas del Ejército, Sergio Cárdenas acordaron la compra. Luego, en 2003, Montenegro también denunció la adquisición de 20 mil uniformes camuflados por un total de Q2 millones 886 mil, siempre a una empresa vinculada con el hermano del piloto de Portillo.

Montenegro también destapó una negociación de chatarra que el entonces ministro de la Defensa, Juan de Dios Estrada, habría realizado con el gobierno de Rusia. Se trató de unas ametralladoras Oerlikon, valoradas en Q54 millones, que serían intercambiadas como chatarra por jeeps, camiones, armas y helicópteros de fabricación rusa. Las investigaciones de la legisladora determinaron que las ametralladoras no eran chatarra y, peor aún, que su valor en el mercado era casi del doble por el que se estaban negociando. Acciones como esta granjearon a Montenegro el mote de “el terror de los militares”.

Luego, la fiscalización de la menuda diputada se centró en la calidad del gasto público y bajo su lupa pasaron funcionarios de los gobiernos de Alfonso Portillo, Óscar Berger, Álvaro Colom, Otto Pérez Molina y Jimmy Morales. Tal fue la magnitud de las auditorías de la congresista, que hasta la primera dama, Sandra Torres, quien no ostentaba un cargo público, fue fiscalizada. Sus programas sociales fueron denunciados por duplicidad en la entrega de beneficios de dineros públicos, alimentos y gastos de funcionamiento. Así, de a poco, Montenegro construyó una imagen, una que la catapultó al corolario de la política nacional.

De denunciante a denunciada

La estrella de Montenegro brillaba, y lo hacía como una supernova ante la mirada incrédula de millones que veían en sus auditorías una luz de esperanza. Mientras, otros las tildaban de vendetta por la desaparición de su esposo y el resquemor de una izquierda derrotada.

Pero las cosas cambiaron y sus simpatizantes ideológicos comenzaron a ver otra Nineth, una que a muchos no gustó y empezaron a tomar distancia. Montenegro no era tan roja como se creía. La diputada era afín a uno de los empresarios más importantes de Guatemala, uno que no solo compartía sus simpatías por la labor de la legisladora, sino que la financiaba.

Dionisio Gutiérrez dio a conocer que durante varios años había financiado a la diputada y su partido Encuentro por Guatemala (EG). La noticia dejó ver algo que era un secreto a voces: la Fundación Libertad y Desarrollo dio a conocer que su presidente habría dado fondos a EG en 2015.

Pero los problemas de Montenegro y EG no eran solo de índole ideológica, también asuntos legales complicaron a la agrupación. Una investigación de CICIG y MP estableció que EG habría recibido fondos no declarados, en 2011 y 2015, en seguimiento a la denuncia que presentó el Tribunal Supremo Electoral. Las investigaciones no lograron establecer la procedencia de Q1.7 millones, así como no fueron reportados los aportes de Maximum y Publicidad Avance, por Q76 mil y Q197 mil durante la campaña de 2015.

Así se despidió Nineth y EG

Los resultados de las elecciones generales dieron la última estocada a Montenegro y su agrupación política. Los menos de 15 mil votos, recibidos para sus candidatos del listado nacional en el departamento de Guatemala, fueron solo el 2.54 por ciento del total. Entre tanto, en la carrera por la presidencia, su candidato Manfredo Marroquín tan solo logró 49 mil 608, o sea únicamente 1.4 por ciento, por lo que la agrupación desaparecerá el próximo año. Luego de conocerse los resultados, el 19 de junio, Montenegro publicó una carta de despedida. En esta agradece el apoyo durante sus años como parlamentaria y reconoció la derrota.

Nunca he temido empezar de nuevo, existen otros rumbos y por esos senderos caminaré”. Nineth Montenegro

El próximo 14 de enero, a las 14 horas, Montenegro volverá a la sociedad civil, misma que la llevó de activista por los derechos humanos a ser una de las congresistas más reconocidas y cuyo nombre, nos guste o no, pasará a la historia como el de una mujer que lo único que quería era ser maestra y encontrar a su esposo.

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