Tras un año de encierro, las clases en línea generan escepticismo respecto a la calidad educativa imagen

Desde dificultades para ser un maestro en casa hasta la complicación por mantenerse concentrado en las clases en línea, así ha sido el primer año del aprendizaje a distancia con la pandemia para muchos.

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Por un año, la forma de vivir de miles de guatemaltecos cambió de manera abrupta y sin forma de evitarse. El COVID-19 provocó que actividades cotidianas como ir a la escuela, abrir un libro o escribir en el salón de clase junto a otros 15, 20 o 30 estudiantes de un colegio se convirtieran en un peligro.

Foto: La Voz del Pueblo

Las restricciones cerraron las puertas de escuelas y colegios a nivel nacional y solo los que contaban con cierto poder adquisitivo podían trasladar sus clases a su hogar por medio de una computadora. Otros estudiantes tuvieron que esperar semanas y muchos siguen esperando por clases dignas.

Foto: Expansión Política

Para miles de estudiantes, las clases que solían iniciar con un saludo de la maestra y los apuntes en el pizarrón se tornaron en la descarga de una hoja de trabajo para realizar en casa y aclarar dudas por medio de Zoom. Sin embargo, en temáticas más elementales como el aprendizaje de la escritura o lectura, la tarea se tornaba mucho más difícil.

“Me convertí en maestro de mi hijo. Al final, tenía que echarle ganas porque debía perfeccionar su lectura y escritura. Eso es algo que, a través de una pantalla no se puede hacer. Tenía que estar junto a mi hijo mientras hacía malabares para continuar trabajando” afirmó Madeline, quien tiene un puesto de atención al cliente en un Call Center y atiende llamadas mientras el menor de sus hijos cursa preprimaria.

Foto: Tec de Monterrey

Pero la luz al final de la pandemia comenzó para algunos adultos que con las nuevas disposiciones y el semáforo de alertas epidemiológicas les permitió volver a sus puestos de trabajo. Sin embargo, sin una ayuda en casa como en los primeros meses de la pandemia, los más pequeños empezaban a tener problemas en llenar las hojas de trabajo que la escuela dejaba para aprender a escribir o leer. 

Madeline, a diferencia de muchos, podía seguir desde su hogar trabajando y apoyando a sus hijos. La madre comentó que “el cansancio y aburrimiento empezó a incrementar con el paso del tiempo. Es mucho más difícil poder velar por nuestros hijos porque se distraen o se aburren más rápido.”

El mayor miedo para Madeline se concentró en una fallida educación que atrasaría a su hijo. “El problema es que ya ha pasado un año y realmente no es la educación que esperaba para mi hijo. Pero, tampoco existe otra opción durante su grado, ya que los colegios siguen cerrados y tampoco quiero un contagio en casa” afirmó.

También existe el contraste entre los jóvenes que cursan básicos o bachillerato. La ansiedad se convirtió en un sentimiento común y la necesidad por salir crece. Mariela, quien tiene un hijo y una hija que están en los últimos dos años del colegio y a un paso para empezar la universidad, aseguró que “mi experiencia se ha visto marcada en velar que la salud mental de mis hijos sea la adecuada. No es sano que salgan a ver a sus amigos del colegio o a reuniones por la pandemia, pero también sé que llevamos un año de encierro y solo conviviendo entre nosotros.”

Marcos, hijo de Mariela, se mostró escéptico respecto a la manera de aprender durante la pandemia. “Mis clases se basan prácticamente en las tareas y es casi como aprender solo. Durante las clases que recibí en 2020, no sé si realmente aprendí algo” aseguró el joven estudiante.

Las excepciones se basan en las clases vía Zoom, pero Marcos recalcó que las distracciones son mayores. ¿Crees que el último año de clases durante la pandemia afecte de alguna manera el aprendizaje?

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