Yo ya hice mi CV de fracasos, ¿y tú?  -Blog: el vuelo del colibrí imagen

Estamos acostumbrados a esconder nuestros errores, a avergonzarnos de nuestros fracasos. ¿Qué pasaría si los usáramos como una guía para reajustar el rumbo?

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Estamos acostumbrados a esconder nuestros errores, a avergonzarnos de nuestros fracasos. ¿Qué pasaría si los usáramos como una guía para reajustar el rumbo?

Hace algunos años, tomé en una plataforma en línea, un curso creatividad que cambió mi manera de ver el mundo. En la segunda semana de clases, mi profesor, un experimentado doctor en neurociencia, nos asignó la tarea de escribir un CV de fracasos. Sí, yo tenía una semana para entregar un curriculum vitae de los errores que había cometido hasta ese momento.

Las instrucciones eran detalladas: en una hoja o dos, debía colocar en el encabezado el nombre y datos personales tal como se haría en un CV normal; y luego, en orden cronológico, debía hacer un listado de al menos diez fracasos cometidos en mis años de vida. Y había más: cada fracaso debía incluir una descripción y una reflexión sobre la lección aprendida.

Fue la tarea que más tiempo me tomó en ese curso. Fue la que más me costó. Y por su puesto, fue la más me gustó. Tanto, que es una de las tareas que ahora asigno a mis alumnos del curso de creatividad que imparto en una universidad.

¿Para qué hacer un CV de fracasos? A mí me ayudó a darme cuenta de que los fracasos pueden ser una pausa en el camino, una oportunidad de aprendizaje, o una guía para reajustar el rumbo.

Unos meses después de haber hecho la tarea del CV de fracasos, decidí que quería impartir un curso libre de creatividad en la universidad. En esa época yo me iniciaba en el tema de creatividad que tanto me apasiona: había recibido varios talleres en línea y había tomando otros en el extranjero. Además, tenía la experiencia de impartir cursos a grupos de mujeres y contaba con suficiente material y ejercicios para armar un curso interesante. Así que hice una propuesta formal a una universidad, pero me rechazaron.




Recuerdo muy bien ese día. Era un día lluvioso y yo regresaba a mi carro después de la reunión con los encargados de cursos libres. Tenía un nudo en el estómago: me sentía triste y frustrada. Sabía que había presentado un buen plan y que tenía la capacidad de impartir ese curso, pero me topaba con una pared.

El camino desde la oficina donde me dieron ese “no” hacia mi carro fue largo. Gracias a Dios había parqueado en el último parqueo, porque esa caminata me permitió el tiempo de hacer una reflexión que le dio un giro a mi vida.

La primera parte del camino la recorrí cabizbaja, viendo las gotas de lluvia entre los árboles mientras mi mente me bombardeaba con preguntas: ¿por qué a mí? ¿por qué me dicen que no? ¿por qué no se dan cuenta de que sería un buen curso?

Y de pronto, en medio de las gotas de lluvia, vi un rayo de sol. Recordé la tarea del CV de fracasos y vino a mi mente la voz calmada de mi profesor, diciéndome: “Si hay aprendizaje, no hay fracaso”.

En ese momento mi pensamiento cambió. Levanté la mirada y sonreí al darme cuenta que frente a mí había una valiosa oportunidad para aplicar lo que predicaba en mis talleres de creatividad: un fracaso puede ser un aprendizaje.

El nudo en mi estómago se transformó en mariposas de posibilidad, y me hice la pregunta: ¿cuál es la lección que hay en todo esto? Mi mente no tardó en darme una respuesta: Como ingeniera, a pesar de haber leído todos los libros sobre creatividad que encontraba, no tenía ningún título que me avalara como “experta en creatividad”, ni siquiera uno que me avalara como educadora. Quizás esta era una señal de que había llegado el momento de tomar mi pasión por la educación con mayor seriedad. ¿Y qué tal si estudiaba algo para formalizarme como educadora?

Fue así como el CV de fracasos, el “no” a una propuesta y una caminata bajo la lluvia, fueron el inicio de mi vida como educadora. La reflexión que hice me llevó a estudiar un Postgrado en Coaching Educativo; ese título me abrió puertas para impartir talleres a nivel universitario; esos talleres me dieron la oportunidad de dar un curso en otra universidad; y ese curso me llevó a una oferta de trabajo para impartir una cátedra de creatividad.

Esta es la historia de uno de mis “fracaprendizajes”. Una experiencia que le dio un giro a mi vida vida y que me recuerda que en cada tropiezo se esconde una oportunidad.

Yo ya hice mi CV de fracasos, y tú ¿qué esperas para darte cuenta de todo lo que has aprendido? Me encantaría escuchar tu relato de cómo encuentras una lección o aprovechas un tropiezo para hacer una pausa.  

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