Víctimas de las leyes imagen

Reflexión acerca de cómo las leyes de protección a la minoría no siempre son buenas.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Marco tenía una novia, su nombre era Sofía. Ella tomaba mucho cuando salían de fiesta y le gritaba a Marco, diciéndole insultos sumamente denigrantes y tirándole cosas. En una ocasión, Marco intentó terminar la relación luego de que una secadora de pelo le ocasionó varios puntos en la frente; al momento de hacerlo, Sofía se tiró del carro que se iba moviendo y con varios moretes y una fractura de tobillo, fue a denunciarlo en los juzgados de Femicidio. Marco se fue a la cárcel por haber terminado una relación tóxica que le generaba sufrimiento físico y emocional.

Miguel era el dueño de una finca de café en las afueras de la ciudad, el encargado del cultivo era Alfonso, quien manejaba tanto la producción como las finanzas. Un día, Miguel descubrió que Alfonso arruinó la moledora de café e intentó despedirlo, pues llevaba 2 semanas sin producir y escondiéndole la información. Ante esto, Alfonso fue a un Juzgado de Trabajo y Previsión Social a quejarse de Miguel, quien tuvo que recontratarlo y aumentarle el sueldo para que no iniciara un proceso en su contra.

¿Qué tienen que ver estos dos casos? Son personas que han sido víctimas en reversa de las leyes de protección de Minorías en nuestro país. Claro, esto no significa que estas leyes no sirvan, ni que no hayan protegido a miles de mujeres en situación de abuso o violencia; y a millones de trabajadores con condiciones de trabajo injustas. Sin embargo, nos pone a reflexionar acerca de cómo nada es totalmente bueno, ni totalmente malo y probablemente lo que necesitemos es leyes menos específicas, donde cualquiera que haga daño pague las consecuencias sin necesidad de especificar género o posición, en donde se proteja al perjudicado por el simple hecho de es quien fue calumniado por otro y no porque tenga menos derecho o menos facultad de ser protegido por el Estado. Finalmente, estas leyes generan brechas en la imposición de justicia, entorpeciendo a veces el proceso real de justicia, pues la justicia, en otras palabras, es dar a cada quien lo que merece. Por supuesto, hablamos de utopías, pero este tipo de casos una vez más como en artículos anteriores nos presenta el panorama gris en el que somos obligados a vivir, ni blanco, ni negro. En donde no podemos ser de opiniones rígidas y cerradas y tenemos que exigirnos la profundidad mental que conlleva analizar cada caso. Encontrar bien a las partes malas y mal a las partes excelentes, la ardua tarea mental de entender los conceptos complejos.

Pues como una vez escribí, vivimos en un mundo donde todavía creemos que es más fácil pensar como niños, en donde el villano es malo, el superhéroe es bueno y Robin Hood le hacía un favor a la sociedad por robarle a los ricos. En realidad, como adultos, el verdadero reto está en aceptar que las cosas pueden ser malas y buenas y características contrarias pueden coexistir en situaciones para poder humanizarnos con cada escenario y dejar de ser los característicos “chismosos” que no tardan en tirar al agua con sus palabras a cada persona que claramente hizo algo malo, ya que no tiene nada que ver con nosotros. ¿Y si fuera nuestro amigo, pariente, hermano, pareja o incluso nosotros? ¿Y si para cada cosa que alegamos como completamente cierta, buena o correcta hubiera otra cara? La hay y esta muchas veces exige más esfuerzo verla, pero si la vemos, tal vez en vez de criticar, hagamos; en vez de condenar, ayudemos y busquemos soluciones reales dándonos cuenta de que no hay problema global y que, en cada caso, hay varias versiones. 

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