Una Semana Santa sin incienso ni corozo imagen

¿Qué ha pasado? Se preguntan las buganvilias y los árboles de matilisguate. ¿Por qué aún no sale el nazareno? Por primera vez desde 1882 la imagen del nazareno no visitará nuestros barrios.

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¿Qué ha pasado? Se preguntan las buganvilias y los árboles de matilisguate. ¿Por qué aún no sale el nazareno? ¿Dónde están las alfombras multicolor? ¿A dónde ha ido el perfumado incienso? Las lilas jacarandas buscan en cada esquina al tzijolaj, ese que con su sonido dulce y melodioso anuncia el paso del sacro cortejo.

La Semana Santa 2020 es ya singular, por primera vez desde 1882, la imagen de Dios hecho hombre no recorrerá las calles y avenidas de los 340 municipios de Guatemala. En aquella oportunidad el Gobierno liberal prohibió las procesiones extramuros, por lo que las cofradías de pasión debieron realizarlas en el interior de los templos. 

El COVID-19, ese que ha matado a miles de personas en el mundo, es el causante de la ausencia de los estandartes y los incensarios en las calles. Al momento de escribir este artículo ya había más de 70 casos positivos en el país con perspectivas a aumentar los casos en los próximos días. Es por ello, de suma importancia, la medida de prohibir no solo las procesiones sino cualquier otra actividad que aglomere a muchas personas.

Las medidas son entonces más que necesarias y a mi juicio aún un tanto débiles, pues deberían de ser más rigurosas por el bien de un sistema de salud per se deficiente. No obstante, es inevitable experimentar esa sensación de vacío en nuestro interior.

En búsqueda de la mística extraviada

Las palomas sobrevuelan sorprendidas los parques y plazuelas, que buscan la mística extraviada, los pasos agotados del sediento cucurucho que se pierde en las interminables filas que acompañan al nazareno.

¿Qué ocurre? El silencio lúgubre y melancólico ha ahogado el sonido seco del redoblante que acompañan a la imagen del cristo de la mirada dulce, el que mira a su feligresía desde su trono procesional durante esta época del año.

¿A dónde fueron los clarines y las trompetas? ¿Qué ha pasado con aquella multitud que se aglomera en las aceras para ver aquella imagen imponente que se mece cadenciosamente al sonido de una marcha fúnebre?

Las calles y avenidas reclamarán el colorido aserrín, el perfumado incienso, los ancianos no esperarán debajo de los árboles la bendición de la imagen de su devoción. Los niños no serán cargados en los hombros de sus padres.

Y es que la Semana Santa guatemalteca es reconocida mundialmente. Muchos sitios de internet la recomiendan como destino turístico durante la época. De hecho, la prestigiosa revista National Geographic ha dedicado más de un artículo para hacer mención de nuestras manifestaciones de piedad popular. Incluso en junio de 1988 dedicó su portada para hablar de nuestra Semana Mayor. 

En ese contexto el sector turístico y la economía formal e informal sufrirán un impacto fuertísimo a causa de la suspensión de estas tradiciones, pues la Semana Santa en Guatemala constituye un fenómeno social que trasciende la religiosidad popular y que debe ser evaluado desde perspectivas económicas, antropológicas y sociales.

Lo cierto es que miles de cucuruchos y expectantes extrañarán ver pasar la imagen del nazareno y del cristo yacente. 

Esta Semana Santa no será igual y hasta me atrevo a decir que más de algún detractor suspirará con añoranza por los colores y sabores que no serán para este 2020. 

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