UN PEDAZO DE CORAZÓN EN LA LEJANÍA imagen

Estas fechas son más difíciles para vivir alejados de quienes amamos. El ambiente navideño invita a convivir, a abrazar, a besar. Duele duro cuando personas importantes están lejos.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Cuando empieza diciembre invade una suerte de nostalgia difícil de describir. Añoranza por el pasado cuando la infancia abundaba, melancolía por quienes ya no están entre nosotros y si tenemos a personas queridas viviendo en otros sitios, la distancia también golpea.

DISTANCIAS QUE DESGARRAN

Guatemala está definida por un afán de migrar que no amaina. Muchos compatriotas se aventuran a perforar fronteras en busca de oportunidades, de trabajo y de un futuro distinto. Pero esta cultura de zarpar trae muchos precios implícitos, el desprendimiento de los suyos es tal vez el que más sangra.

LAS MADRES AÑORAN

Doña Carmen es la mamá de seis. Tres mujeres y tres hombres. Migraron a Estados Unidos los 3 hombres. Uno por uno, el primero hace más de 12 años. Tres años después él incitó al segundo a que siguiera sus pasos, y dos años después se unió a ellos el tercero. Todos mandan plata, están en Arizona, trabajan en agricultura. Su madre entiende los motivos, entiende el beneficio para quienes quedaron en el país —esposas, hijos, hermanas, ella misma— pero en épocas como esta, cuando el ambiente se llena de olores para compartir, cuando la unión familiar hace la diferencia entre alegría y tristeza, no puede con la añoranza. Es tan incierto el futuro.

MILAGROS

Doña Carmen está muy nerviosa. Es la primera vez que sale del país, y la primera vez que viaja en avión. Constantemente hace preguntas, a sus compañeros de viaje, a la aeromoza que afortunadamente habla español, al aire.

Después de un proceso engorroso en el que se combinan sorpresa y logística y suerte, doña Carmen viajará a ver a sus hijos. Los detalles se los guarda. Lo hace por precaución o porque simplemente desconoce cómo lograron juntar la plata y cómo le otorgaron a ella visa. El asunto es que verá durante cinco días a sus hijos migrantes y no cabe en sí de la emoción.

“Es difícil ver crecer a los nietos sin su tatas, viera. Y una ya está vieja. Mi peor miedo es morirme sin volver a verlos.”

Como la anterior hay muchas historias. Hijos, pareja, hermanos, padres, madres o amigos entrañables se aventuran a vivir el sueño americano, cada vez más efímero. Buscan trabajo para encontrar un medio de superación. Piensan volver algunos, otros sueñan con legalizar su status y traer a su familia y la mayoría no tiene idea de qué pasará al día siguiente.




CUANDO SE TRATA DE LA PAREJA

Perla lleva cinco años sin ver a su marido. Recibe constantemente remesas, sus hijos reciben educación adecuada y no les falta alimento, vivienda ni ropa. Pero la ausencia de su padre tiene otras consecuencias. Hijos aparte, para una mujer joven estar separada de su pareja es aún más difícil. La cercanía física es fundamental en las relaciones de hombre con mujer. La búsqueda de oportunidades norteñas se vive a costa de la intimidad.

“Estar sola, seño, sin mi marido, es más difícil de lo que cree. El cuerpo tiene necesidades, viera. Y el de él también, segurito. La remesa no sustituye la cercanía carnal. Y en esta época en la que todos celebran y se quieren más, la desesperación es todavía peor.”

A Perla, además de dolerle no tener a su marido a su lado, cada vez se le hace más difícil criar a los patojos sola. El mayor se ha vuelto un chico rebelde y anda por caminos peligrosos. Su padre envía dinero para que se alimente, pero no está presente para guiar sus andanzas.

La separación conyugal o de pareja trae consigo otras implicaciones. La añoranza por ese tipo de convivencia, íntima, sana e intensa, provoca en muchos casos depresión. Sobre todo en mujeres jóvenes. En estas celebraciones les resulta desesperante. Esta carencia, que aunque no se mencione abiertamente, es sumamente importante, aunada a la dificultad de criar hijos en un medio tan complicado como es el de nuestro país, es una carga inmensa para la madre que se queda a cargo sola.

REMESAS CON PRECIO DE SOLEDAD

Quien migra también lleva un peso terrible. Manda medios para que su familia cubra las necesidades, pero extraña y se consume en una soledad que abate a  casi todos los de su condición. En un país extraño, en otro cultura, en épocas de celebración familiar se les dificulta aún más pagar el precio del progreso.




¿Valdrá realmente la pena? ¿Será que el rompimiento de núcleos familiares, de lazos o de uniones es pequeño en relación al beneficio económico de migrar? ¿Qué consecuencias tendrá esta cultura de migración —peligrosa en la mayoría de casos— en el crecimiento de los hijos que quedan sin la compañía de un padre o una madre? Esos períodos tan largos de separación ¿Romperán para siempre vínculos vitales? ¿Cuánto se ha alterado el orden de la estructura familiar? ¿Estamos conscientes de esta mutación social?

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