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En la Biblia vemos que Dios es bueno, justo y creó este mundo.

Sin embargo cuando vemos el mundo, lo vemos plagado de injusticias y maldades. Personas muriendo de hambre mientras quienes deberían ayudarles viven con excesos gracias a la corrupción y el robo. Pareciera que en este mundo lo que abunda es la maldad y el egoísmo, completamente contrario a la imagen que se nos presenta de Dios.

Según las recopilaciones históricas de las enseñanzas de Jesús, él dijo: “Yo he vencido al mundo” haciendo una distinción clara entre la maldad que el mundo tiene y la bondad y justicia infinita de Dios. La maldad del mundo no es ocasionada por Dios, es ocasionada por el egoísmo que muchas veces nos negamos a soltar. Cada vez que elegimos nuestro bienestar por encima del de otros, sin importar si les hacemos daño; cada vez que tomamos una decisión sabiendo que vamos a lastimar a otra persona, cada vez que elegimos el dinero en lugar del amor al prójimo, ponemos nuestro granito de arena en la maldad que el mundo tiene. 

Esta pandemia (y todas las enfermedades que nos agobian como humanidad) son también parte de esa maldad que gobierna el mundo; la corrupción, la pedofilia, los asesinatos, las peleas, los rencores, las infidelidades, las mentiras y los robos. A esto se refiere Jesús cuando habla de vencer al mundo, Él ya ha vencido sobre todo esto para traernos un mundo próximo libre de todas estas maldades donde nuestro sentido de justicia estará íntima e intrínsecamente unido a nuestras acciones. Y no porque lo merezcamos o lo hayamos ganado con nuestras propias fuerzas, es un regalo suyo.

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